Hace ya tiempo que en estos lugares
dejó sus cantos vivos el poeta,
su enorme pensamiento, su esperanza,
su lazo fraternal y su alma inquieta.
Y envuelto en esa magia campesina,
surcó como un arado las conciencias,
igual que de maestro impartiría
las reglas del saber y la obediencia.
Sus versos de calado sentimiento
surgieron del trabajo y la experiencia,
de la vida del campo y sus costumbres,
del llanto del labriego y su carencia.
Y entonces, como tantas otras cosas,
crecieron día a día sus poemas,
como crece con fuerza esa semilla
que termina aferrándose a la tierra.
Hermosa fue su obra castellana,
como bella y genial fue la extremeña,
por sus gentes sencillas de costumbres,
por su lucha constante a la pobreza,
y porque existen vaquerillos chicos
que están solos, sin nadie quien los quiera,
y que duermen sin techo y sin almohada,
al amparo del cielo y las estrellas.
El viento de la tarde y su gemido
solloza interminable en la alameda,
y por los campos cubiertos de trigales
mece las mieses para la cosecha.
Y la vida renace en la majada,
en la encina, en el bosque, en la aldea,
en los vastos terrenos latifundios,
en el duro trajín de la tarea;
en las piedras rodadas del camino,
en el Sol que se oculta tras la niebla
y, con lengua de fuego majestuosa,
va emitiendo presagios y grandeza.
Hace ya tiempo que por estos lares,
dejó escritos los versos el poeta,
su bello sentimiento, su esperanza,
su brazo fraternal y su alma inquieta.
En plena juventud dejó una vida,
cristiana, afable, respetada y seria;
Las Hurdes fueron su cantar sincero
de aquella España muda y somnolienta.
Y aquí en el Guijo, que es de Granadilla,
donde verbo y virtud se compenetran,
hoy he querido recordar su nombre…
Allá en la eternidad ¡Bendito seas!
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Juan A. Galisteo Luque
Derechos registrados
A la memoria de José María Gabriel y Galán.
Poeta y labriego – (c) – Juan Antonio Galisteo Luque