
La lucha constante del mar y la tierra
muy pronto Evaristo de Churruca alzaba;
construyó canales y diques de piedra
y aquella corriente del mar aplacaba.
Una niebla oscura y un cielo cubierto
de humo y de lluvia gris, encapotada,
cubría de augurios el futuro incierto
de una gran industria ya casi agotada.
Todo un gran periodo de apogeo inmenso,
lo mismo que vino, después se alejaba;
los hornos rindieron su trabajo intenso
a la nueva etapa que ya comenzaba.
De aquí, los famosos «Mendis» de Euskalduna,
surcaron cien mares por tierras lejanas;
barcos de la Sota y Aznar, que a su cuna,
regresaban siempre con dichas tempranas.
Cruzaban la ría antiguas gabarras
con carbón del puerto. -Yo las divisaba.
De los astilleros soltaban amarras
buques petroleros que tanto admiraba.
Recuerdo de niño, que observando el puente,
absorto en sus torres, vértigos me daba;
él siempre conmigo fue el fiel confidente,
de amor y promesas que tanto añoraba
Hoy ya centenario, continúas presente,
y como un buen día lanzo otra mirada;
el paso del tiempo no arrugó tu frente,
«Muchachote vasco» de sombra callada.
La lucha incesante del mar y la tierra,
muy pronto Evaristo de Churruca alzaba;
la era del hierro murió para siempre,
más quedó tu sello, -Puente de Vizcaya-.
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Juan A Galisteo Luque
Del poemario: Romances en la penumbra
Fotografía del Puente Colgante
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