Me dijiste: “a estas horas las calles no están hechas,
el sol no está encendido, la noche aún cubre el cielo,
un pájaro embrionario huele flores deshechas
aún no está dibujada la elipse de su vuelo”.
Te imaginas la aurora armándose de a poco
los trigales soñando con la forma del trigo
la mano misteriosa pergeñando ese loco
andar de un universo que duerme sin testigo.
Pero el descanso llega a su final y toma
el ritmo acompasado y firme de la doma
del dios que suelta riendas a la naturaleza,
que en los amaneceres despereza los huesos,
pinta la grama, el lago, la piedra, los cerezos,
y a tus ojos le imprime su cándida belleza.
Marcelo Galliano
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