Rosi, la del cementerio. Por Pilar Gorricho

Rosi, la del cementerio.

 

Rosi, la del cementerio

Entre el musgo y el lirio,

entre las sepulturas

y lo gélido que deja el ciprés

en su modo agudo de ocultar

la luz y su maravilla,

una gitana vive.

«Digo vive, como si vivir fuese no estar muerto».

Se llama Rosi y del mármol

ahuyenta el descaro de la multiplicación.

También, como una Magdalena,

hace de la lápida de mi hija

santuario fascinante en su estéril primigenia.

Ella es libre: «digo libre

como si el hecho de no estar presa

resolviese el misterio del pájaro».

La he contemplado como

si el mismo Dios

por fin se hubiese decidido a dar noticias.

Rosi,

¿dónde estará mi hija?

Ella no titubea.

La convicción

es una proximidad a la resistencia.

Su mirada es la del pobre,

esa mirada de prodigio en la herrumbre.

Esa, de las estaciones y las certezas

donde un inhábil infierno sonríe.

Los pobres suelen ser incómodos

con sus puentes entre lo decapitado

de nuestras carencias, y esa metafísica

de estar sin ser,

en la boca misma del amparo.

Bajito, muy bajito,

por si el veneno

de la duda consumiese la certeza,

contesta:

«Bailando en el cielo. ¿Dónde iba a estar?»

Yo, progenitora de la alianza de la tierra,

respiro, en lo inexacto de mi noche.

Alguien tiene la certeza de saber dónde está.

Como policía inmóvil de la lucidez,

riega su hierbabuena, cicatriza el invierno

herido en la foto mojada.

La calamidad siempre encuentra

símbolos para la sangre.

Rosi, la gitana,

Rosi la del cementerio.

Rosi incomoda a todos,

con su bayeta y su modo

de despedir auroras en la consumación

de la niebla.

Rosi me llama guapa, y la creo;

a pesar de que del espejo brote

la destrucción que duerme sobre el granito.

Firmemente necesito creer en ella

como bestia dudosa en la embriaguez

del descarnado.

La creo, pues una palabra suya

bastó un día para sanar

la desobediencia de la naturaleza

en el pudridero de mi carne.

La creo, pues

es la única que a ciencia cierta

sabe dónde mi hija está.

Rosi camina entre los panteones.

«Digo camina, como si

el hecho de no estar parada

elogiase las cercanías de los inciertos».

Rosi incomoda a todos

pues es la encargada

de ahuyentar el olvido.

Pilar Gorricho del Castillo

pilargorricho

Pilar Gorricho del Castillo, nació en Logroño (La Rioja ) España el día diez de marzo de 1961. Poeta clásica en sus composiciones ha editado tres poemarios y participado en diversas antologías clásicas y de verso libre. Los retazos de mi alma es su primer poemario en Girasoles de asfalto combina el verso clásico con la rima blanca o libre. Y el vacío de los plenilunios todo escrito en verso libre. Cuenta con diversos reconocimientos poéticos. Escribe por satisfacción personal y según sus propia frase: “ No escribo poesía para vivir, la escribo para no morir”.

Un comentario:

  1. Como si vivir fuera no estar muerto, libre como si el hecho de no estar presa resolviese el misterio del pájaro…
    Qué hermosura guarda también la desolación en lo inexacto de la noche…
    Muchísimos besos, poeta.

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