Conocí a Vicente Gallego hace nueve años, en 2006, junto Raquel Lanseros, Carlos Marzal y Maram Al Masri en un recital en San Pedro del Pinatar (Murcia). La amistad que compartimos ahora se ido fraguando a fuego lento, con pequeños gestos que son los que dejan ese poso indeleble de la oportunidad generosa, del abrazo sentido, la llamada atenta y la escucha activa.
Que seamos muy diferentes quizá es lo que nos une en la curiosidad del otro y su descubrimiento. Al menos a mí, que sigo sus libros y poemas siempre que puedo con esa dedicación que crea la expectativa y no pierdo oportunidad en la que conversar con él cada vez que se acerca a Murcia.
Vicente se acomoda dulcemente en nuestro corazón sin distorsionar su latido, levemente, con su mirada elocuente y su franca sonrisa. El caudal de sus vivencias es parte del tesoro que cuida y trasmite. Y siempre, siempre, me sorprende gratamente.
Cuando nos encontramos la última vez frente al Museo Gaya me dijo: ¿Lo has visto? ¡Claro que sí -le contesté- mientras nos fundíamos en un fuerte abrazo. Lo que me susurró al oído es cosa nuestra, pero sí os diré que puntualizó dos de los versos que contiene el poema que me dedica en su último libro, Saber de grillos.
Que un poeta como Vicente Gallego me dedique un poema con un título precioso, Abrevadero, es todo un honor para mi. Os dejo la imagen al final de esta entrada.
Estas son las cosas que no tienen precio, ni se pueden comprar porque su valor, para mi incalculable, nacen de la amistad, el cariño y la comprensión.
Caricias para el alma, luz en estado puro que queda impresa. ¡Benditos poetas!
Gracias, Vicente.
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El libro
Sé que no soy capaz de dar casi nunca mi opinión sobre los libros o textos que leo porque, a conciencia, dejo que fluya libremente lo que recibo de esa lectura sin filtro alguno. Me emociono, reflexiono, pienso, concluyo o discrepo sin tener en cuenta aspectos literarios que son necesarios para opinar con criterio. Por eso atiendo a los expertos que valoran una obra con otro mimo más objetivo.
Para hablaros de Saber de grillos, el último libro de Vicente Gallego he querido recoger las palabras de José Enrique Martínez el 22 de febrero de este año en el Diario de León:
El título Saber de grillos proviene del primer poema, cinco versos que expresan una lacónica poética. Como dice su amigo Marzal, «lo que el poeta lleva a cabo es aquello a lo que se consagra el grillo: la celebración» del hecho de existir, de todo.
La metáfora rápida y leve enriquece la intuición o la visión: los almendros florecidos, por ejemplo, aparecen vestidos «con un camisón de niebla». La mirada aparece así gratificada por la imaginación. Pero el poeta va más allá de la mirada: en un pino a la intemperie percibe el misterio que indaga la poesía, en los picos pelados, una moral de ascetismo y en otros casos, de mansedumbre y aceptación.
La de este Vicente Gallego último es una poética de la levedad: la limpia luz del alba, el ala que se eleva, la flor desnuda…: «Vaya todo a su bien, que el día es leve». Esta poesía respira complacencia en su ingravidez; y sin embargo, huye de la mera abstracción, de la luz indefinida o la flor inconcreta: habla de esta luz de ahora y de esta hierba de aquí. Se mueve, pues, en la certidumbre, no en la elucubración.
Este libro publicado por Visor ha sido premiado con el XIII Premio Emilio Alarcos de poesía.
Abrevadero. Poema de Vicente Gallego a Luisa Núñez.
Qué honor ser objeto, o sujeto, de un poema tan grande…
Es una maravilla de poemario. Es el Vicente que no deja de celebrar con gratitud la vida. El poema que te dedica me encanta. Disfrútalo, amiga.
Un abrazo muy fuerte.