Un pequeño puente y unos altos eucaliptos flanqueando el cauce de un arroyo seco; la tarde de luz suspendida, amarilla en el aire de los campos de la llanura, sobre las parcelas recortadas de lindes y las casitas desperdigadas. Hacia el este una elevación térrea que inicia una meseta, un distinto agreste y silvestre de dehesa. Al sur, inmensidad de campiña; al oeste, lejana y como dormida, la ciudad. Al norte están tu mano y mi mano, estamos tú y yo, y caminamos.
Manuel de Mágina
No hay mucho que comentar. Es una hermosura de las que solo inspiran el otoño y la campiña.
Un abrazo.
No sé si será hermosura, Elena; en todo caso, gracias. Y es cierto que está inspirado en la visión de esos espacios en otoño, aunque también por otras cosas. De hecho, sin «otras cosas», la reacción ante esos espacios en otoño podía ser neutra o inexistente.