Soplando primaveras. Por Salvador Pliego

Mas, así, de aquella uva fértil,
de las alpacas en su abrigo de soplos y algodones
-féminas del monte y de bondades-,
o los nítidos cantantes brinca ramas que en el confín se escabullen,
como las crisálidas que a dientes de mar y arena
se devuelven al capullo
para hilar con suspiros y con césped las alas de la primavera;
así el polen a la rosa se presenta,
y en su baile de aire y danzarina
deja los colores en las cimas de cristales.

Dejen les platico de ella:
No hay flor en flor sino sus ojos de gardenia.
Donde ella existe: pan y vida es goce,
y la fuente un manantial transparente cuando bulle.
Al candil del mar y de las olas su torso en bruma esparce
y una sábana de espuma le cobija por la tarde.

La flor emerge del cristal y de la noche,
y al mar se abre buscando
para descubrirse azul mientras la resaca le contempla.
Y ella, ya en la arena, abre su boca
para ir soplando primaveras.

Salvador Pliego
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