Su voz, cristal tallado,
rasgada por las fauces de la doliente vida
embelesa mis tardes
con lunas que reservo para mis negras noches..
Sus ojos, maremoto,
serenan mis temores, acarician mi rostro,
y perfilan mis labios
con un pincel de olas dormido en su mirada.
Sus manos alargadas
me rozan sin rozarme, escribiendo en el aire
un poema sin nombre
que alberga una esperanza, destilando ilusiones.
Su corazón inmenso
derrama una cascada de pasiones ocultas.
Mas temo la corriente
que poderosamente me arrastra hasta su cuerpo.
Su ausencia y su presencia,
que siempre me acompañan como sombra difusa,
enturbian mis sentidos,
llevándome hasta el río donde se asoma el puente.
Ana M.ª Álvarez © 2010
Blog de la autora