Cuánta penuria, cuánta, invadiendo el camino,
quitándote la fe, la luz y la sonrisa;
cuántas piedras clavándose bajo tus pies descalzos
sin tener quién alivie ese dolor oculto.
Cuántas pruebas y obstáculos hasta llegar al beso,
hasta alcanzar la cumbre de un mañana distinto,
cuántos perros ladrando detrás de cada curva,
embriagados de sangre, de distancia y de noche.
Cuántas dagas, amor, llenan los calendarios,
cuánta sed derramada sin conocer tu boca,
el desierto se extiende más allá de tu nombre
como un polvo viscoso que preludia el olvido.
Cuánta palabra presa en el mar del silencio,
cuánto abrazo truncado, cuánta caricia huida,
cuánto verso pendiente de un imposible encuentro,
cuánto sueño entre sábanas que no nos pertenecen.
Cuánto morirse en vida arrastrándose a ciegas
añorando el descanso de unos brazos amantes,
cuánto esperar a solas a que acabe este invierno
y tu cuerpo y el mío se confundan en uno.
© Juan Ballester