Tu cuerpo es un beso entre esteros. Por Salvador Pliego

 

Terrestre tu cuerpo y sobre el fuego,
y limpio el cielo en hervidero.
Tu cuerpo que me inhibe -ebrio estoy y en lis consuelo.
Dos aves tibias, dos plumas a tu vuelo,
dos muslos grávidos rompiéndome,
dos mástiles que revientan
y clavan suavemente su dócil ajetreo.
Dos muslos en cadera que me atan al milagro
de un sesgo puro atajándose en el vientre.
Y el vientre hecho de tibio y dulce aleteo.

Un seno, la ruta de mar antes del vuelo;
y el otro, la vela soplando al estero.
Dos manos anclándose,
dos manos que revientan la tibieza,
dos nudos insertándose en mi pecho:
precisas, en el punto nodal del desenfreno,
en la vorágine de un hacha que percute
el roce de lívido talante
al expandir el gozo y la complacencia hecha arte.

Dos ojos y la boca en arenales,
zarpando, metidos en el ave.
Y el ave siendo ruta marinera
de una boca que se antoja si se besa,
y oferta un par de labios
cual fueran comensales de un prístino sabor
de bellos nardos obsequiados.

Una espalda, dos brazos perpetuados,
y el vientre fresco, indómito en revuelos.
Tus hombros alzan el mapa hasta la cima,
y caen flores durmiendo sus pistilos.
Y nuevamente, ebrio, desinhibido,
se posa mi beso acariciando tus deseos.

Salvador Pliego
Blog del autor

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