Ramón Carazo.1896-1936- Pintor granadino
Quiero acercarles hoy con mimo y de una manera que les resulte amena y familiar a un pintor granadino de extraordinario talento y sensibilidad. El pintor sobre el que les hablo estaría tremendamente feliz de ver que el cuadro que pintara con tanto cariño y según sus propias palabras «con más honda y emocionada complacencia», el de su padre, está expuesto en la Sala de Exposiciones del Centro Cultural Caja Granada de la ciudad, hasta el 9 de Abril. Pensar en un pintor con un Arte tan característico y tan poco conocido y reconocido, (quizá su muerte tan prematura tuvo algo que ver en este injusto olvido), me lleva así de primeras, a imaginar un experimento de los periodísticos a pie de calle y a preguntar a los viandantes de Granada de todas las edades si han oído hablar de Ramón Carazo o si saben quién fue. Estoy segura que los más o los menos me responderían con cara dubitativa para quedar bien y como colofón a su respuesta no verbal, me darían lacónicamente una negativa. Es más, en el fondo de su subconsciente, el nombre les sonaría como mucho y por obra de la casualidad a alguien que habita en el sexto piso de su portal.
Pues bien. Ramón Carazo, fue el último gran creador de una escuela pictórica granadina del siglo XX, junto con el también pintor José Rodríguez Acosta entre otros. Según mis fuentes escritas, del todo fidedignas, deduzco que en la intimidad, Carazo era un hombre extremadamente humilde, que nunca estaba plenamente satisfecho con su trabajo pues a la pregunta de su interlocutor en prensa de cuáles creía que eran sus mejores cuadros, tan pronto como menciona tres : «La niña de la jarra», «Carmen» y «Rosa del Albaicín», apostilla como gran artista que es, que «se deja guiar por la opinión ajena».
Respecto a lo que a la mía se refiere, a mi opinión, he encontrado de entre sus retratos de mujeres andaluzas rasgos y detalles de su pintura que no quiero pasar por alto ya que me han parecido muy relevantes y que hablan por sí mismos. Me estoy refiriendo por ejemplo a la aparición de pendientes de coral en las mujeres retratadas como en «Retrato de Señora» de 1926, y para los que consigue algo tan difícil y propio de un Oficio como el dotarles de un volumen para nada artificioso y conseguido con tanta genialidad, que si alargáramos nuestro brazo, podríamos coger los corales con las manos. Del mismo volumen están dotados los jarrones de cristal de color verde que sostienen las mujeres de toda clase y condición que el virtuosismo de Carazo llegó a retratar, hecho este último, el que no tuviera reparos en tomar como modelos a mujeres de diferentes estratos sociales, que le engrandece aun más si cabe.
Otra particularidad de su pintura, además de los pendientes de coral y de los jarrones de cristal que adornan sus cuadros, son las mantillas negras de flores, tan típicamente andaluzas que resaltan y embellecen sobremanera a la mujer y cuyas facciones nos miran y nos hablan directamente, sin tapujos, a veces juguetonas y distraídas, otras con una leve picardía en las miradas y una sonrisilla que parece escaparse del cuadro. O incluso también se aprecia la majestuosidad y elegancia de una Señora de posibles, como se refería antiguamente el populacho a las mujeres de alta alcurnia. Ramón Carazo ya se encarga con la luz de tonos blancos de que todas las mujeres cobren el protagonismo que se merecen como en su cuadro «Mujer con mantilla blanca» de 1931. Esta fecha ya coincide con sus últimos años de vida.
Antes que pintor, R.C. fue un hombre feliz. A la última pregunta del entrevistador, un tal Melchor de Alora, sobre cuál es el más vehemente deseo de su vida y cuál su mayor satisfacción», Carazo responde también sin tapujos: «vivir constantemente en Granada, ver felices a los que quiero y pintar todo lo que me sea posible». Se ha puesto el sol. Por un sendero del arrayán y mirto viene su esposa . Y M. de Alora, como siente que sobra en la escena familiar, se va con la seguridad de que la felicidad existe en el mundo.
USUE MENDAZA