A Lupe Fernández se le atragantaba siempre la copa de aguardiente mañanera, ya que, aún a estas alturas de su vida, recordaba perfectamente cómo su primo Braulio le había arrancado las bragas de cuajo en aquel día de una lejana primavera. Podía ver de nuevo los ojos vueltos del malnacido, y podía sentir aún cómo la arrastraba despiadadamente por el suelo de la cocina, donde ella se encontraba recogiendo la loza del desayuno, recostada sobre una mesa. Sentía aún, después de casi treinta años, las rozaduras que le dejó en carne viva aquella especie de loco o de bestia que era sangre de su sangre. Una sangre asquerosa que le hizo verter rodillas abajo ante el empuje loco de aquella alimaña enfurecida. Los embites desbocados como si le atravesaran las entrañas con una piedra fría y la sensación de asco. El vacío por no poder contárselo a nadie, ya que nadie iba a creerla. Ni siquiera su madre tan honrada y tan buena, que no se atrevería ni a acurrucarla por el miedo a su marido que seguro que, de, haberlo sabido, la habría agarrado por la mata de pelo color gris ceniciento, como si ella hubiese sido la inductora, la culpable. Le gritaría:
—¿Lo ves, desgraciada? Ya te dije que era mejor no consentirla, es solo una fregona, una malparida, un estorbo…
Por eso se lo calló todo; se restregó el vientre con un estropajo de esparto deshilachado que encontró en la cocina, que hizo que aún profundizaran más las heridas. Se desinfectó con alcohol ahogando un aullido de dolor y de rabia, de manera que nadie pudiera escucharlo. A continuación se mutiló el rostro para siempre, con la navaja que su padre utilizaba para rebanar los pescuezos de las gallinas. Desde entonces la llaman «Cara cortada» y regenta un pequeño cabaret en los suburbios de la ciudad. Después de tres o cuatro tragos, es solo ella quien decide cuándo y cómo comienza la fiesta. Y si no, que se lo cuenten a los que en alguna rara ocasión se han atrevido a pasarse de listos.
Margarita Wanceulen
Me has dejado helado…Un saludo
Gracias por tus comentarios José, siempre bienvenidos. Un abrazo.
Tremenda historia. Me has dejado con el corazón encogido. Saludos.
Gracias por el comentario, Carmen. Una ficción que a mi modo de ver, resulta verosímil. Para nuestra desgracia, claro. Saludos afectuosos.
Trágica historia contada en cuatro trazos. Solo con ellos ya sabemos todo sobre el dolor, la humillación y el frío.
Enhorabuena, Margarita.
Besos.
Muchas gracias Elena. Como siempre, un placer contar con todos vosotros. Un beso.
Precioso, no sabia yo lo «artista» que eres…besitos
Impactante. Una tragedia descrita breve e intensamente. Una cuchilla visual: afilada, hiriente y brillante.
Enhorabuena. Un abrazo.
Me gusta la expresión que utilizas: » cuchilla visual, afilada, hiriente…» Pienso que todos somos un poco Lupe: nos mutilamos o nos mutilan, o ambas cosas a la vez como a ella, por eso nos duele tanto. Un abrazo y mi agradecimiento total por tu bello comentario.