Cara de ángel. Por Anna Genovés

El viernes pasado, tras escuchar en el informativo una noticia espeluznante sobre un convicto especialmente atractivo, surgió este relato erótico y con humor muy ácido… ¡Disfrutadlo!

CARA - CANAL

Cara de ángel

Christian era tan guapo que todos le conocían por su apodo: cara de ángel. Era hijo de una cuarterona senegalesa con sangre iraní y de un medio libanés cuyo padre había llegado a Colombia desde Dinamarca. El chico había heredado unos preciosos ojos turquesa de mirada seráfica a lo Monty Clift; un óvalo como Fredrik Ljungberg cuando anunciaba slips Calvin Klein. Un cuerpo igual de esculpido que Brad Pitt en El club de la lucha y una piel sedosa con un puntito de café Illy arábico. Un espécimen más suculento que un queso gran reserva del Dehesa de Llanos. Sin embargo, el querube tenía genes depredadores. Comenzó a delinquir a una edad temprana. Por su vasto historial policial existía todo tipo de delitos por los que cumplía condena en la cárcel de La Picota de Bogotá. Empero, cara de ángel sabía camelarse a todo el mundo con apenas una caída de párpados. En comisaría había intimado con una policía y ésta había difundido sus fotografías por las redes sociales. ¡Madre mía, el club de fans que tenía! Y las animaladas que le ponían las mujeres, como si nunca hubieran visto a un hombre atractivo. Ni Sandokán cuando llegó a España allá por los setenta y salieron todas las madres del Cuéntame con pancartas que decían “Queremos un hijo tuyo”. Por lo menos el actor hindú era todo un gentleman. Cara de ángel superaba todas las pruebas. Había conseguido su propio trono por razones obvias. Hasta el gobierno colombiano dejó que la prensa rosa de USA entrara en prisión y lo fotografiara a cambio de untar sus bolsillos. Al final, se fugó de la penitenciaría y fue a parar a una banda criminal que operaba en la famosa colina de Los Ángeles, muy a juego con su sobrenombre.

***

Pam era una actriz decadente. A sus 44 años nadie le ofrecía un papel en TV y menos en la gran pantalla. Pese a ello, vivía en una lujosa mansión de Hollywood. No obstante, como tantas estrellas venidas a menos, estaba más sola que la una. Una corte de siervos iba a amenizar sus días embalsamados en champagne y beluga. Reían sus gracias, esnifaban cocaína y follaban como locos. Después, cada uno volvía a su cuchitril de oro y diamantes de sangre. La servidumbre recogía los excesos de las orgías, mientras ella dormitaba desnuda repleta de barbitúricos con un antifaz de colágeno y diversos vibradores: los coleccionaba por si en algún momento se terciaba utilizarlos. Esa noche, sus caprichos la habían mantenido como una espectadora VIP: voyeur de luxe. Le apetecía un tótum revolútum de cuerpos gimiendo. Era feliz viendo cómo goteaban las vaginas repletas de semen y cómo los machitos del celuloide se fornicaban unos a otros. Al final, había conseguido formar un trenecito en el salón de su excelsa residencia. Esfínteres ligados por las vergas de sus vecinos. Dormía profundamente cuando escuchó a su chihuahua albino ladrar.

—Tarzán —dijo soñolienta—. Ya sé que te he dejado fuera de la habitación. Hoy quiero dormir sola.

Pero no pudo conciliar el sueño. Se dispuso a introducirse un vibrador de última generación con secreción seminal y turbo orgasmum  de Victoria Secret —una colección muy cool que la celebrity vendía en exclusiva a sus íntimos—. Sin embargo, tras acariciar sus labios vulvares y sentirse húmeda, los chillidos de Tarzán la descentraron. Se puso la bata de satén con cristales de Swarovski y salió al pasillo. Al abrir la puerta, descubrió al primoroso chucho con el cuello roto. Cubrió su boca para no chillar. La sombra de un hombre encapuchado husmeaba por el despacho de la caja fuerte. Pam regresó a su cuarto sigilosa. Minutos después, volvió a salir y se deslizó, agazapada, hasta la estancia.

***

Cara de ángel había abierto el cofre de las joyas; estaba claro que alguien le había dado el soplo. Se había quitado el pasamontañas: le gustaba trabajar a rostro descubierto. Cuando Pam lo vio, supo de inmediato de quién se trataba. Sabía que su cuerpo lucía con múltiples tatuajes carcelarios: uno por cada delito cometido. Y también lo apetecible que estaba. Relamió sus labios glotones; su cuerpo experimentó una secreción extrema. La misma que cuando practicaba cualquier deporte de riesgo: se había excitado al ver a ese delincuente con tesitura de Apolo. Apretó sus muslos mirando la boca del Adonis; imaginándola lamiendo su clítoris. Unos salvajes temblores brotaron de su vientre.

—No te muevas o te vuelo los sesos —dijo Cara de ángel en un inglés chapucero.

—¿Por qué no hablamos primero? —propuso la vieja gloria abriéndose la bata y exhibiendo sus perfectos senos siliconados, talla 100.

—¡Pendeja! Aunque estés muy buena me he follado a tantas tías que paso. Se abren la «cuca» sólo con olerme —Cara de ángel se tocó la entrepierna con vulgaridad—. Además me gustan jovencitas. Niñas, no momias.

—Si quieres pasamos un buen rato. Después te doy las joyas. El seguro me pagará su valor y los dos saldremos ganando —insinuó Pam con sigilo.

—¡Joder! ¡Corta el rollo! ¿A ver qué sabes hacer? —sugirió Cara de ángel apuntándola con su Glock.

Pam sacó el súper vibrador de un bolsillo y lo deslizó por su piel aterciopelada; hasta introducirlo en su hendidura, jadeante. El falo de Cara de ángel se puso como una barra de acero al rojo vivo. Dejó el arma y se acercó a ella.

—Eres una putarraca con la «totona» muy caliente. A ver si tu culo responde igual —le pegó una palmada extremadamente fuerte. Un latigazo que dejó las nalgas de Pam marcadas. Gritó de placer.

—Te gusta clavarla por detrás y con fuerza, ¿verdad? —preguntó la actriz, sensual.

—¡Ponte a cuatro patas y cállate de una puta vez! —ordenó Cara de ángel antes de pegarle una leche. Pam se tocó la mejilla y sonrió.

—A ti te consiento lo que quieras. Seré tu perra. Pero antes dame un besito —Pam puso morritos besucones.

Cara de ángel pellizcó sus pezones y mordió sus brazos. Ella se agitó. Las bocas se unieron. La estrella lamió la lengua del intruso como si fuera un helado de frambuesa. Después, sumergió la suya entre los labios divinos del soberbio macho. Segundos más tarde, el bicho la empujó encarando su falo hacia las grietas perianales. De repente, Pam sacó una spray antivioladores y literalmente embadurnó su rostro. El malhechor restregó sus ojos, chillando. Quemaban como si tuvieran gas mostaza.

—¡Cabronazo! ¡Con que te gustan muy jovencitas o casi niñas! Pero ¿qué enfermo está el puto mundo para que millones de jóvenes chocheen contigo? Si eres basura criminal. Más vulgar que Sacha Baron Cohen en Borat.

Acabados los exabruptos, Pam cogió el Óscar, que un día pretérito le había concedido La Academia, y le destrozó el cráneo a golpes. Cara de ángel yacía ensangrentado y completamente desfigurado sobre la alfombra Vase del siglo XVII. Persa, única en el mundo. Ipso facto, llamó al Sr. Lobo; una especie de Ray Donovan que limpiaba la mierda de todos los hollywoodenses.

—Hola, Erik, soy Pam. Ven: es urgente, cielo. He matado a una verdadera cucaracha. Quiero que te deshagas del cuerpo.

Anna Genovés

27/06/2014

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©Anna Genovés

anna

Valenciana de nacimiento y ecuménica de pensamiento. Tengo alma de poeta y mi corazón está tuerto. Funambulista de la vida, mis ojos ha visto innumerables historias y mis dedos han tecleado todo tipo de cuentos... Tantos como años tiene Caronte. Soy disléxica y disgráfica como John Irving, Roberto Bolaño, Wendy Wasserstein o Scott Fitzgerald... Y, millones de personas, a las que les cuesta aprender idiomas o confunden, por ejemplo, "niño" con "nicho". Pese a ello, tuve la suerte de ir a la universidad y licenciarme en Historia Antigua y Arqueología/Prehistoria. Colaboro en distintos medios digitales. Escribo cuando me inspiro y soy bloquera a ratos. He publicado dos novelas: Tinta amarga y Bovary 21. Habrá más: os lo aseguro. Van rulando por los cajones y me piden salir a la luz.

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