Ricardo J. Montés, autor de «La última corona»
La imaginación es fundamental para escribir, incluso si uno se dedica a un género, como es la novela histórica, tan vinculado a una disciplina académica. Entonces también entra en juego el respeto por las fuentes o el rigor. Ricardo J. Montés (Ontinyent, Valencia, 1957) demuestra que sabe combinar ambos a la perfección y que puede utilizarlos para dar respuesta a procesos históricos que aún no la tienen, pero que bien pudieran haber sucedido como se sugiere en sus libros. Su última novela, La última corona, verá la luz en febrero de 2022 a través de la editorial Fanes.
La imaginación al servicio de la historia.
Que la conquista musulmana de la península ibérica se llevó a cabo de una manera sorprendentemente «fácil» y rápida es algo que desde siempre ha hecho correr ríos de tinta, a menudo desbordados, con teorías de todo tipo. Básicamente, la Hispania visigoda era un reino fragmentado, inestable, pasto de reyezuelos desconfiados que dedicaban más tiempo a intrigar entre ellos que a otra cosa. En este contexto, el detonante de la caída definitiva del reino habría sido la violación de don Rodrigo, último rey de los visigodos, a doña Florinda, hija del conde don Julián, quien, furioso por ello, habría facilitado a las tropas musulmanas cruzar el Estrecho para invadir la península.
Esta teoría no es ni mucho menos unánime y se asienta más sobre tradiciones que sobre hechos históricos probados. Para empezar, tal violación se atribuye, según otras fuentes, a Witiza, predecesor de Rodrigo en el trono, e incluso se ha dudado de la misma existencia del tal conde don Julián o de Florinda La Cava. Porque la historia es un gran puzle que reconstruir, a menudo sin piezas, y en no pocas ocasiones los huecos se han rellenado con imaginación.
Es por eso que las novelas históricas nos seducen tanto: dan forma a historias que sobre el riguroso papel académico no son más que brumas. Nos permiten conocer a personajes cuya existencia no está ni siquiera comprobada. Dan respuesta a hechos que nos fascinan pero que no tienen forma definida, y que quizá nunca la tendrán. Por esta misma razón, en ocasiones ha sido un género visto con cierto desdén, como si la imaginación no fuese un recurso lícito en un contexto como el de la literatura. Pero cuando aparecen autores capaces de emplear la imaginación con respeto por la disciplina histórica y la documentación, lo único que puede pasar es que tanto historia como novela se enriquezcan mutuamente.
Es el caso de Ricardo J. Montés, escritor onteniense, autor de La última corona, en la que pone en tela de juicio gran parte de los sucesos que llevaron al final definitivo del reino visigodo de Hispania: «La imaginación es una válvula expansiva multidireccional. Con mucha frecuencia aparecen historias que, o bien las incrustas en la actual novela como tangenciales, o bien las guardo para otros proyectos. Cuando escribo, disfruto mucho ayudando a reconstruir lo sucedido hace años, rellenando de forma verosímil y atractiva lo que no alcanza a explicar el documentalismo riguroso», explica el escritor, autor de cuentos y novelas como El guardián del linaje.
«Disfruto mucho escribiendo personajes que no figuran en los libros de historia, pero que sin duda debieron existir. Ese protagonista de los hechos cuyo nombre no figura en ningún lado. Ese es mi personaje favorito: el que hizo las cosas que ocurrieron en el pasado, esas que tuvieron que suceder de alguna forma. No hay nada de malo en recrearlas para el lector a través de ese personaje imaginario», afirma Montés. Claramente es esa voluntad de transgredir el carácter preconcebido de los personajes lo que le ha permitido en La última corona mostrarnos a un don Rodrigo totalmente diferente, de mente incluso preclara, y a una Florinda que lo acompaña en sus esfuerzos por crear una cierta unión peninsular que pueda hacer frente al avance musulmán. «Rodrigo fue un visionario, aunque no sé si a sabiendas de ello. Rodrigo se ha enfrentado al ejército musulmán en la Laguna de la Janda y sabe de su poderío: eso no es una rafia costera, es una invasión en toda regla. Tiene la certeza de que la única forma de hacerlos retroceder es reuniendo a todos los soldados godos de las provincias libres de Hispania. La unidad política y militar es imprescindible. Un objetivo en el que Rodrigo fracasa y que alcanzará mil años después Felipe V, tras la batalla de Almansa en 1707», asegura el autor.
Surge, por tanto, una pregunta inevitable cuando uno lee La última corona: ¿conocemos realmente bien nuestra historia? ¿Nos estamos basando en mitos para dar respuesta a las grandes preguntas sobre nuestro pasado? En opinión de Ricardo J. Montés, sigue habiendo mucho por descubrir, mucho trabajo por hacer, y, desde su labor como novelista histórico, mucha imaginación que emplear para seguir dando forma a todas esas historias: «Yo no hablaría de desconocimiento, sino de diversidad de versiones. Ante la imposibilidad de tomar una fotografía de lo que realmente ocurrió, ante variadas exposiciones, la imaginación fluye. Tanto es así que la Real Academia de la Historia llega a afirmar que la figura del conde don Julián, La Cava o Florinda van a convertirse en personajes de primer orden en numerosas obras romanceadas y tragedias de la literatura española hasta el siglo XIX».