Septiembre, o este aroma a hierba rancia.
A amaneceres de silencio.
Y a cenizas teñidas con el luto
de aquella luz tan manifiesta
que ahora yace, aún candente,
en el festejo de su ocaso.
Amar de nuevo, sospechando
que seremos solamente un destello
aliviado del fulgor de esos días
que hoy rescatamos como insólita
vivencia.
Abrazar el vacío.
Desertar de cualquier regazo.
Y contemplar nuestras garras vendadas,
no como ofrendas de júbilo y dicha,
sino como exiguos aparejos con que aliviar
el llanto (si no hay a mano otro consuelo).
Septiembre, o sólo una palabra hueca.
Como tantas otras palabras,
emblemas sagrados de ayer,
que hoy no encuentran su auténtica consciencia.
© Juana Fuentes
