Llegué a Toledo con pasión y anhelo,
crucé ese puente todo amurallado;
pisé sus calles todas de empedrado,
cual perlas vivas que cubrían el suelo.
Soñé en el Greco con ferviente duelo
lienzos de ensueño y despertar dorado,
y en el Barrio judío, ese legado,
de plata y oro, de misterio y velo.
Se oyó un Ave María floreado
de la Primada Catedral modelo;
lleno de asombro ¡me quedé extasiado!
En ese instante me llegó el consuelo
y, en la esperanza de sentirme amado,
cruzó mi alma desde el Tajo al cielo.
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Juan A. Galisteo Luque
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