Un segundo de eternidad.
Camino hacia el rincón más alejado de aquel triste patio. Me dejo caer sobre el frío y duro cemento del suelo, demasiado gris, demasiado sucio, demasiado pisoteado…como mi vida.
Abrazo mis rodillas con las manos y cierro los ojos, no quiero ver lo que hay a mi alrededor, lo tengo muy visto…
Detengo el tiempo en ese instante: siento el cálido sol de la incipiente primavera sobre mi piel calentando mis lechosas mejillas, la suave brisa que revuelve mi pelo, esa brillante claridad que molesta levemente a mis ojos, aún cerrados… pero no me importa, oigo las alegres y melodiosas conversaciones de los pájaros, cantándose novedades y amoríos… por un instante olvido quién y dónde estoy, por un instante soy feliz.
El desagradable sonido de la sirena me devuelve a la cruda realidad. Es hora de volver a la celda.
Teriri