Un viaje inolvidable. Por Teriri

Un viaje inolvidable

 

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Todos estaban emocionados con el viaje. Para algunos era la primera vez que salíamos del pueblo, que viajábamos sin nuestros padres, que veíamos el mar; pero yo sólo pensaba en una cosa: el destino me brindaba una oportunidad para poder encontrarme con mi madre. Una madre que decidió empezar una nueva vida sin mí en otra ciudad.

De eso hace ya bastantes años, desde entonces vivo con mis abuelos y soy feliz; aunque no pasa un día sin que la recuerde y la extrañe.

Aquella noche en el hotel no conseguí pegar ojo. Me levanté temprano y la mañana se me hizo eterna. Mi abuela había hablado con ella, me esperaría a las dos en la puerta de la catedral, comeríamos y pasaríamos toda la tarde juntos. Estaba deseando verla, me preguntaba cuál sería mi reacción cuando la tuviera frente a mí.

Un  profesor me acompañaría hasta que llegara, todavía era un niño pero lo recuerdo como si fuera hoy.

No podía apartar la mirada del reloj de la torre. A las dos y media  mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas ¿Y si no aparecía?, ¿Y si volvía a abandonarme? Esperamos durante una hora más, quizá el culpable del retraso era un atasco o algún problema de última hora en el trabajo.

Cada minuto que pasaba me sentía más pequeño, como si se me hundieran los pies en el asfalto.

–       Creo que será mejor que volvamos al hotel, puede que haya llamado y tengan algún mensaje para ti en recepción – dijo mi acompañante.

Asentí en silencio, los dos sabíamos que eso no iba a pasar, ninguno nos atrevíamos a expresarlo con palabras.

Volvimos arrastrando los pies; lo que nos pesaba era el alma, con el corazón encogido lleno de rabia y dolor.

En el hotel no sabían nada de mi madre.

Me acosté temprano, me metí en la cama y lloré, lloré por todos los días en que había necesitado una madre a mi lado y no la tuve, lloré por ser tan tonto de creer que querría verme, lloré por haber venido al mundo siendo un lastre, lloré hasta que se me acabaron las lágrimas, entonces me dormí.

A la mañana siguiente me entregaron un sobre que habían dejado para mí en recepción. Mis ojos, todavía hinchados por el llanto de la noche anterior, se iluminaron durante unos minutos:

Me había dejado una carta, seguro que le ocurrió algo, que todo tenía una explicación, que quedaríamos otro día, pensé.

 

Las manos me temblaban cuando abrí el sobre y mi infancia desapareció de golpe cuando encontré dentro un triste billete de mil pesetas.

Esa fue la última vez que supe de mi madre.

 Teriri

teriri

Madrileña, maestra, aprendiz de contadora de historias, lectora compulsiva, con muchas ganas de aprender y de disfrutar con la literatura.

7 comentarios:

  1. Es un relato triste, que me deja el corazón oprimido. No hay nada como sentir el abandono de los padres.
    Hay madres que no merecen el don de poder tener hijos.
    Te felicito, y te deseo lo mejor.
    Un abrazo.

  2. Un relato que deja al descubierto una gran verdad, parir un hijo, no te da el derecho a llamarte madre, esa abuela que le cuidaba era su madre, aunque es tan dificil para un niño prescindir de ese lazo , que el dolor tiene que ser tremendo.
    Saludos Tere…..

  3. ¡Bueno! Qué duro. Le pondría el fondo musical del Mother, de John Lennon, con esos versos gritadas en que dice cosas como «Madre, tu me tuviste a mí, pero yo nunca te tuve a ti»
    Es tremendo, pero muy bien escrito

  4. Tremendo Teriri, te deja el corazón encogido de rabia y de dolor.
    U relato muy bueno. Te deseo mucha suerte.

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