Retomaba el vuelo el azor sabio
desde la vieja alcándara,
entre olor a petunias de mi patio
de Córdoba,
y yo aplastaba con mi mano sus geranios
por enojo de quedarme tan sola.
Y entre mi desamor
por rufianes tan presuntuosos
como arcanos,
se rompieron las perlas
que fuimos antaño,
y por el suelo
rodaron… en vano,
sin cumplir con su destino rutilante
de collar en oro blanco enjartado.
Envidié a aquella que por amor le ardían las entrañas
y en su fugaz presagio
bebí de su garganta del agua fresca
en un intenso pero breve intercambio.
No fue posible conquistar a quien ya no era mío.
A quien me obedecía con sumisión y afectos enigmáticos,
no equiparables al que yo requería
como requiere el vuelo el azor sabio.
Cuando el hilo del deseo se rompa,
entre las soledades de mi patio
de Córdoba, les cantaré fuerte a mis rosales,
gritando entre mi naufragio
y como señal de esperanza,
morderé el tallo de una flor entre mis labios.
Yo tenía en Cordoba
un patio… extraordinario.
Usue Mendaza Urtiaga