Ya tengo quien me escriba.
Hace no mucho tiempo y como coleccionista de la revista EL CULTURAL, leí con deleite y máxima atención un artículo de la escritora e investigadora científica Nazareth Castellanos, que ayer casualmente presentó – y pude disfrutar también- en la Biblioteca Bidebarrieta de Bilbao su libro “El puente donde habitan las mariposas”.
El artículo en cuestión, que acabo de releer, lo tituló “Otro viernes sin carta” generando una simbiosis muy especial entre el libro de Gabo “El coronel no tiene quien le escriba” con una investigación publicada en el año 2017 en la revista Neuroimage. Aúna aquí Nazareth Castellanos Literatura y Ciencia. Relaciona nuestra articulista por un lado la esperanza del Coronel de recibir durante más de quince años una carta gubernamental con la concesión de una paga vitalicia; por otro lado, desde esta esperanza N.C. nos deriva a la morfología cerebral hasta hacerlas una: esperanza y morfología. Según el mencionado estudio, se interrelacionan ambas; de facto, y está investigado, a mayor esperanza, mayor actividad en la corteza prefrontal, pieza clave esta última para el bienestar y la salud de las personas, dicho sea de paso.
Siendo personas optimistas, se estarían engañando si me confesaran que nunca se han sentido como el Coronel; yo sí me he puesto en la piel de aquel que espera, no con sus penurias económicas y tampoco con una mujer asmática pero sí me sentí como un militar en guerra que espera una carta de su novia. Verán. El artículo de N.C. me retrotrajo sin más al año de la pandemia y del confinamiento, a aquellos silencios sepulcrales en las calles y a aquella cierta animadversión común de pensar y sobre todo de reconocer y aceptar que estábamos viviendo una especie de distopía en la tierra. Que la vivimos. Y fue gracias a “Otro viernes sin carta” que me hizo recordar cuando en mi puesto de trabajo me acercaba todos aquellos distópicos días al buzón de sugerencias, y abría aquel cajetín con la ilusión de encontrarme una hoja de sugerencias -de color verde- donde los Usuarios escriben a mano. Mi ingenuidad era alta. Una hoja. Al menos una. Fueron infinidad las veces que la realidad se ensañó con mi esperanza. Moraleja. Venció la esperanza; el día que me topé con la primera sugerencia después de tanto tiempo en vilo, me llevé una grandiosa alegría. No sabría explicarlo.
Hoy abro los cajetines y puedo encontrar una, dos, tres hojas de sugerencias a la semana. Y con suerte. Cuando encuentro los buzones vacíos, ya tengo un motivo para esperar que otro Usuario tenga a bien proponer o sugerir o agradecer o quejarse de algo.
En el fondo de toda esta cuestión llamémosle científica- literaria o como quieran, radica una idea ontológica que a mí me parece extremadamente importante como para obviarla. El hecho en sí de que somos seres “en espera”. De la vida, de nuestros amigos, de nuestro trabajo, de nuestros familiares, de nosotros mismos, sea cual fuere el caso, en definitiva, en espera.
Por cierto, con la esperanza de que quieran leer el artículo de Nazareth Castellanos y sentirse un poquito como la abajo firmante y el mismísimo Coronel, lo pueden encontrar en la Revista semanal EL CULTURAL del 28 de marzo al 3 de abril. O pueden volver a ver la película. No recuerdo si la versión filmada tiene un final feliz porque la vi hace mucho tiempo. Pero me encanta recordar al viejecito, cara de niño, en el camino cada viernes con su bici yendo hasta la oficina de correos del puerto de su pueblo. ¿Por qué será?.
USUE MENDAZA
