Sólo llego a la Luz domando el verso.
¿Quién sabe de la tinta, del tintero
o el desafiante papel en blanco
que troca sollozo en aguacero?
Sólo llego a la Luz domando el verso de su sueño.
Y aunque no sabe pero siente
el verso amado, en un tumulto silente,
reza en prosodia letanía sin argumento
por dar calma al aire del alma ardiente.
Sólo llego a la Luz domando el verso de su sueño en mi espalda.
Es en el aire que se escapa mudo de su boca
donde encuentro las razones para avanzar
al paraje insospechado de todo cuanto no me da
y, en su vigilia, no es más que herida viva de nube rota.
–
¿Dónde dejé yo en blanco el gris maduro de un pergamino
que esperaba mil razones en el día que no llegaba
y llegó a ser una pobre excusa de algo que nunca fue, siquiera, mío?
Yo domo el verso para demostrar que en mí
habita ese duende salvaje que todo sabe y todo puede
y es mentira que puedo cuando no me valen
ni los dedos de mis manos abiertas para aplaudir.
Y al final, como cada día, las evidencias:
Hoy estoy mejor sin mí.
Verónica Victoria Romero Reyes
Atraméntum.
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