(Recitado por Rsaxo)
Ella no puede cantarse.
En la necrópolis imperfecta
de las estatuas voluptuosas,
amarra las crines del libro ajado,
y con el convencimiento de los desposeídos,
se convierte en sagaz ceramista de la huída.
(La lluvia siempre fue incierta tras los finales súbitos.
Sus fronteras se prolongan, pero no puede delimitar el umbral sin destellos.
Le faltan gatos de purpurina, y le sobran arañazos.)
Quién pudiera desmaquillarse de prejuicios.
Pretender el argumento efímero
y cabalgar brindis siderales de futuros.
Romper, con cadencia pendular,
las deformidades enmohecidas del miedo
y que todos los moratones del pasado
pudieran retocarse en espirales de olvido.
(La casa, torturada de pensamientos, se huye por la ventana de la sala)
Luchadora incólume.
Prepara el tributo de ángulos relucientes
que ofrendará a su autoestima.
Más allá del espejo incoherente de los golpes,
hila sedal prístino para zurcir desgarros de insultos.
Porque reside en sus brazos el límite
exacto
del antiguo territorio inclinado.
Porque esa trama no gobierna
pareceres plateados,
ni hay muro que contenga los vientos alisios
del maltrato.
Todo un inventario frente al espejo,
en línea ascendente y deslumbrada.
Ella no puede cantarse.
Como un poema reclamando el milagro.
La esperanza sueña maremotos vivificantes,
mentiras analgésicas en rama.
Férreo pedestal donde curarse.
(La escarcha mortecina se derrite
si sus dedos cogen dirección a la pluma violeta.
Es capaz de delirar ecos anteriores para crear una sinfonía de verdades.)
Cómo precipitar miradas en el aliento confuso
de las playas abiertas de rocas.
Cómo buscarse tras la humedad de la almohada.
Cómo construirse mujer nueva en el poema.
II Certamen Poemas sin Rostro 2006