La escritora catalana recibe de manos del rey el galardón más preciado de las letras españolas.
Desde muy niña, quizá desde que oyó por primera vez la «mágica frase» de «érase una vez…», Ana María Matute supo que entregaría su vida a la Literatura, una pasión de la que ha hablado hoy en su discurso de agradecimiento del Premio Cervantes, en el que ha evocado su infancia y sus comienzos como escritora.
Ha sido un discurso intimista, sincero y emotivo, muy distinto al de otros galardonados, en parte porque, como ella ha confesado, no se le da bien este tipo de intervenciones y prefiere «escribir tres novelas seguidas y veinticinco cuentos, sin respiro, a tener que pronunciar un discurso», y también porque el estilo de Matute es único y hoy no tenía que demostrar nada: ahí están su obra y su inmensa capacidad de fabulación.
En la parte final de su discurso, la galardonada ha hecho una encendida defensa del cuento y ha arremetido contra quienes «mutilan, bajo pretextos inanes de corrección política», «la famosa crueldad de los cuentos de hadas».
Enhorabuena desde este rinconcito a esta escritora por su ejemplo de perseverancia y pasión por la literatura.
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