Sé que llego tarde al debate surgido sobre la estatua de Blas de Lezo que el Ayuntamiento de Barcelona quiere retirar de una plaza de la Ciudad Condal. Podría decir aquí que la polémica es obra de los independentistas catalanes que confunden las churras con las merinas, que Blas de Lezo fue un hombre formado en Francia en una época en la que Francia y España mantenían unas relaciones estupendas; no en vano, el Rey Carlos II estaba casado con la bella María Luisa de Orleans, una mujer que, una vez comprendido con quién la habían casado, se apiadó de él y lo amó, no como una mujer ama a un hombre, pero sí como una mujer sabe amar a un ser humano al que la naturaleza ha privado de sus dones. También podría decir que lo único que hizo el honorable militar fue luchar en el bando más afín a su formación y que lo dio todo por él, por España y por lo que ésta significaba en el mundo, manteniendo a raya a los ingleses, que por mor de sus felonías habían decidido defender Barcelona de los Austrias con la única intención de que su bandera ondeara en el puerto, consiguiendo así un lugar en el Mediterráneo. Después, durante la Primera Guerra Carlista, también lo intentaron en San Sebastián, patria de Blas de Lezo, con el mismo fin, establecer un puerto británico en el Atlántico continental. De ahí el parecido de la ikurriña con la bandera inglesa, el cementerio de los ingleses de Donosti y tantos otros rasgos de su presencia subrepticia en aquellas tierras. Se engañan aquellos nacionalistas que creen que los ingleses apoyaban su independencia. Lo que de verdad hicieron fue aprovechar la eterna coyuntura nacionalista para dividir a una de las potencias más fuertes del mundo, en un trance muy delicado de su historia. Barcelona, que no Cataluña, y San Sebastián, que no todo Euskadi, serían hoy algo parecido a Gibraltar, pero más infame por ser más grandes. De todos modos Blas de Lezo les dio a los ingleses, en nombre de todos los españoles, los que se consideran como tales y los que no también, las suyas y las del pulpo, como diría mi amigo Arturo Pérez-Reverte. Si no me creen vean ustedes: la biografía de John Clipperton, la batalla del Sitio de Cartagena de Indias en 1741, La Guerra de la Oreja de Jenkins o la biografía de Vernon, que no todos tuvieron la suerte de Nelson, y luego lo retwittean.
No obstante les diré, para que vean como nos parecemos los separatistas y los que no, que esto de repudiar nuestra historia y nuestros héroes es cosa de españoles. Si hablamos del descubrimiento de América, hablamos de genocidio, cuando en aquella época el término ni existía; sin embargo, cuando los ingleses llegaron a América del Norte, hoy Estados Unidos, lo que hicieron fue colonizarlo, cuando a día de hoy no queda ni un solo indio de las praderas en libertad. Otro término relacionado con aquel evento es el de saqueo, cuando los más execrables los cometieron los ingleses y no sólo contra los colonizados, sino contra todo europeo que cruzara el Atlántico, pero estos nacieron con una flor en el culo porque ellos están orgullosos de ello. Y no les cuento nada si hablamos de la Reconquista. Entonces resulta que los españoles fuimos auténticos asesinos contra un pueblo noble, un pueblo que no intentó ni intenta engullir a Europa por el norte y por el sur. Por cierto, la Primera Cruzada la iniciaron Francia y el Imperio Románico Germánico, que no España; sin embargo, hemos borrado nuestro pasado de los libros de historia porque según nuestros próceres los únicos que matamos moros fuimos los españoles, nadie más. Habría que recordarle a alguno quiénes fueron Pedro de Amiens, el Ermitaño; Colomán de Hungría o Godofredo de Buillón. En definitiva, que los españoles no nos llevamos bien con nuestra historia, es más, nos avergonzamos de ella cuando es tan digna como la de los franceses, los ingleses o los chinos. España es uno de los países más antiguos del mundo, le pese a quien le pese, y como tal ha participado de conquistas, guerras, genocidios y todas las tropelías que ustedes quieran, pero no más que otros ni menos. Gracias a ello conservamos un lugar en el mundo y en la historia.
Antonio Marchal-Sabater
Ni nos llevamos bien con la historia ni nos llevamos bien. Es una triste realidad.
No quiero parecer cursi aprovechando estas fechas y pedir, como en las películas, por la paz mundial; pero gastemos nuestros deseos y nuestras energías al menos en llevarnos bien con el de al lado, que ya es bastante y por algo se empieza.
Muchos besos.
Los españoles no solo no nos llevamos bien con nuestra historia, sino también —quizás relacionado con esto– con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Creo que actuamos muchas veces con complejos, y tenemos muchas razones para estar orgullosos de nuestra historia y de nuestra cultura. Y, por supuesto, de nuestro país. Enhorabuena, Antonio, por tu artículo. Un abrazo cariñoso.
¡Bravo! Solo puedo decir eso después de leerte. Solo añadiré una cosa más: muchos, muchos más de lo que parece, opinamos como tú. Gracias por traerlo a colación de un modo tan contundente como didáctico.
Antonio hijo mío, eres mi oráculo de historia. Leerte ya es un placer porque tu pluma hace vibrar cada palabra en un blanco, pero es que encima tu alarde es riguroso, siempre te lo digo.
Eres un pozo colmado de historias de nuestra historia, a la par que de otras que, siéndonos mas lejanas, se nos acercan por obra y gracia de tu maestría.
Pero es que encima da gusto reencontrarse con tu opinión por apropiada siempre, siempre.
Un placer aprender de tí Maestro Marchal Sabater, un abrazo grande y FELiZ NaVidAd.