Mi hijo es un Erasmus. Por Branchi

Hoy en día una de las satisfacciones más grandes para un padre es tener un hijo que vaya muy bien en los estudios, además de que sepa elegir con acierto sus amigos, tenga criterio para comprar la ropa y programe adecuadamente su tiempo libre. Soy un padre afortunado. 

Hace un par de meses mi hijo me dijo que iba a pedir una Erasmus y cuando, preocupado, le pregunté que era eso, me contestó que no era ninguna afección cutánea, que se trataba de una beca para estudiar en el extranjero ¡Que bien! le respondí. ¿Y a donde piensas ir si te la conceden? Los sitios a los que optaba eran Roma, Udine y Bruselas. Eligió competir para ir a Roma. Si, competir, porque en su facultad solo conceden tres becas.

Se me olvidaba decir que mi hijo acaba de terminar segundo de Fisioterapia y, cuando digo terminar, no hay que hacer ninguna interpretación porque quiere decir que tiene aprobadas todas y cada una de las asignaturas, que se ha ganado todos los créditos de este segundo año. Les cuento todo esto para que vean que no es sólo amor de padre sino que se trata de un estudiante que se merece que, además de sus progenitores, alguien más, público o privado, apueste por su preparación e invierta algunos euros, aunque sea solo por egoísmo, en hacer de él un buen profesional. 

Hay que concursar por la Erasmus. Requisitos indispensables: tener todos los créditos y hacer un examen en el idioma del país elegido. Mi hijo se compra un curso de italiano y durante dos meses prepara a conciencia su examen, que supera quedando primero, y por fin se convierte en un chico Erasmus. No se imaginan la felicidad el día que llegó a casa y nos comunicó la noticia. ¡Me voy a Roma, me voy a Roma! Enhorabuena hijo. Me pareció una noticia tan buena que había que celebrarlo, así que nos fuimos toda la familia a cenar. Al día siguiente fue cuando nos pusimos manos a la obra, para dar todos los pasos que nos tendrían que llevar hasta Roma. 

Cual fue mi sorpresa, cuando descubrí que la prestigiosa beca consistía en 258 € mensuales y la asistencia a clase en la Universidad. Pero oiga, ¿donde va a vivir mi hijo, a que residencia universitaria lo vais a mandar? ¿Cuál es la dirección? ¿Cómo se llama el director y el teléfono? ¡Mira que eres pesado! Que nuestra labor ya se ha acabado, que te tienes que buscar la vida. Visto lo cual empecé a trabajar en el proyecto Erasmus. 

Yo soy italiano, así que pensé que eso para mi era pan comido, que en la universidad “La Sapienza “, que así se llama, me lo iban a solucionar todo. Empecé por el teléfono de la centralita y uno tras otro me recorrí, telefónicamente hablando, todos los rincones de la universidad en cuestión según me iban pasando .La gestión fue un verdadero fracaso. Pero no me rendí y seguí, impertérrito en mi empeño. Ya llegará la factura del teléfono. Llamé a mi consulado, a la oficina de turismo de Roma, al ministerio de cultura italiano, hasta a la embajada española en Roma Y ese mismo recorrido lo hice al revés, quiero decir en España. Menos mal que no era videoconferencia, porque llegué a sospechar que todos se reían en mi cara. La respuesta era siempre la misma: es tu problema. Hasta que ya me di por vencido y me convencí que tenía que buscarle alojamiento a mi hijo. Así que lo mismo que hubiera hecho si tuviera que encontrar casa en la ciudad, tiré de Internet y volví a poner a prueba el aguante de mi teléfono llamando a los tropecientos anuncios que encontré .El primer problema es que mi hijo se va a finales de septiembre y nadie te reserva nada si no es con un dinero de fianza que muchas veces resulta abusivo, como de piratas, pero la necesidad crea estas situaciones y además la gestión se realiza con dos mil Km. de por medio. No ves el piso, no sabes donde está, ni sabes como es el que te lo está alquilando. Sigo hablando de pisos pero en realidad lo que se alquilan son habitaciones con derecho a baño y cocina. Ya que estamos vamos a hablar de algo tan vulgar como el precio. Entre 300 y 450 Euros mas gastos de comunidad por una habitación con una cama y una mesilla. 

Todavía hay que oír hablar al político de turno hablar de becas, inversión, investigación… cuando lo único que hacen es poner la zanahoria de la ilusión por llegar a más, a chicos a los que tratan como a esos burros de la noria una vez engatusados con el señuelo de una formación complementaria y eficaz, que se desilusionan cuando ven todas las dificultades y escollos que tienen que superar. Creo que la iniciativa es fantástica, pero deberían ser un premio y para los chavales se convierte en un castigo, que hace que muchos renuncien y abandonen su sueño, después incluso de haberse puesto a trabajar para intentar sobrevivir en el empeño. Les puedo asegurar que lo único que hace la administración es cubrir el expediente, gastar el dinero que llega de Europa y esperar al próximo año para repetir el trámite. A todo esto el dinero te lo envían en tres plazos y he oído que todavía no han pagado el último plazo del año 2004, o sea del año académico que empezó en octubre 2004. Llevo ya dos meses metido en esta investigación. Sólo con teclear en Internet la palabra Erasmus sale mucha información que da que pensar, desde cómica a trágica. Chicos y chicas haciendo llamamientos casi desesperados, a ver si alguien les echa una mano y todos hablan de lo mismo: no tengo alojamiento. Si yo llevara mi empresa igual que los políticos quieren llevar España, podrían pasar dos cosas: 1º quebraría – 2º tendría que despedirme a mi mismo por inútil. 

Ya solo falta ver salir al los chicos en tren y con una maleta atada con cuerdas y tendríamos una película de Buñuel o de De Sica. Las becas tendrían que ser destinadas a los que valen y darles todos los medios para poder conseguir el objetivo, que no es otro que ir a otra ciudad a estudiar. 

Mire como funciona la empresa privada. El equipo Renault de formula 1 ha convocado un certamen para jóvenes ingenieros. Ha ganado un español de Asturias y

le han dado una beca de 9.000 Euros, un coche y casa, para poder desarrollar su trabajo en Inglaterra. 

Se me puede tapar la boca diciendo que 258 Euros son más que cero, pero ya estoy harto de ver como disfrazan de premio una limosna. 

Incluso ese poquito dinero se podría invertir mejor. Con tanta monserga europea, no son capaces de reservar unas cuantas plazas en residencias universitarias. La segunda opción es la gestión de una empresa privada. Con 1.000 Euros al mes se puede alquilar un piso para 4 estudiantes. Además se debería contratar una persona del lugar que durante 2 o tres días estuviera con los chicos para ayudarles en las gestiones de inserción: Desde líneas de metro y autobuses, supermercados, moverse por la universidad, en fin lo esencial a nivel logístico. 

Esa seria una buena gestión y estoy seguro de que no seria mucho mas cara, de la pésima que están haciendo en la actualidad. Créanme, los mas interesados en tener unos hijos preparados para el futuro somos los padres y por eso me indigna como se nos toma el pelo y se nos deje en la estacada. Por mucho que les parezca, no es suficiente el dinero, se necesita una buena gestión. 

Hágalo usted bien y tendrá mi aprobación y mi ayuda si es preciso. En dos meses investigando, conozco las necesidades de esos chicos y de esos padres que hacen virguerías, para que nuestros hijos estén preparados y puedan estar con ciertas garantías en la salida de la competición que es su incorporación al mundo profesional. 

Por fin llegó el día de salir para Roma. Creo que lo mejor que podía hacer era acompañarlo. Soy italiano, es la primera vez que sale sólo para estar tanto tiempo y además aprovecho para hacer una escapada a mi madre patria

.

Todos son nervios como es de suponer. La despedida dura una semana pero por fin llega el Día 1 de octubre.

 

A las tres de la mañana toca diana. (Tuturú-tuturú-tuturú.).Un café y a las cuatro estamos en el coche camino de Valencia, donde a las 09:25 nos espera con los motores en marcha un avión de la compañía Ryanair.Un vuelo agradable e incluso llegamos con adelanto. A las 11:35 todas las ruedas del pájaro sin excepción ninguna besan el suelo romano. Nos subimos al autobús y nos encaminamos hacia la ciudad eterna. Ya nos damos cuenta de que estamos en una gran urbe que además nos recibe como es debido: con un buen atasco. Pero eso no nos asusta, también en Madrid las sirenas y los tacos de los automovilistas te ensordecen los oídos, a eso estamos acostumbrados. 

Al llegar a Términi ya vemos que esta es una ciudad caótica .Los aprovechados y los malhechores rodean todo cuanto huele a turismo, sorteamos todo obstáculo que se interpone en nuestro camino y conseguimos llegar a territorio menos hostil, representado por un taxi como dios manda, con todas sus luces y pegatinas que le daban aspecto de algo oficial y legal. Nos refugiamos en él y con voz segura y muy italiana le digo que nos lleve al viale Giulio Cesare. 

Después de un breve trayecto el taxista se pone a un lado de la calle y nos indica que ya “semo arrivati “, que un taxista de Chamartin hubiera traducido por “ya hemos llegado”. Recogemos las maletas y con un cordial arrivederci nos despedimos. Fue complicado ganar el portal, porqué en la acera había un mercadillo que ocupaba toda la manzana. Por fin estamos en el ascensor, los dos estamos impacientes por llegar al quinto piso que es lo que nos dice una voz femenina que nos contesta al citofonillo. Es la casera ¿Como será? ¿Y la casa será grande, nueva? Cuarto piso, uno más y se acabaran las dudas. Por fin entramos en la nueva casa de mi niño. La verdad, que no está mal .Muy grande, su habitación es enorme, con una gran ventana que da a la avenida principal y por la que entra mucha luz. En cuanto las maletas se fueron vaciando del todo y la ropa bien colocada, pasamos a la cocina donde nos esperaba Anna Maria. Así se llama la nueva tita adoptiva. Como no podía ser de otra manera, nos había preparado pasta, de la que dimos buena cuenta porque, entre el aspecto que tenía y el hambre que traíamos, conseguimos el coctail suficiente, para que el manjar que estaba delante de nosotros durara lo que un pirulí a la puerta de un colegio. 

Para no perder las buenas costumbres le enseñamos a la tita como los españoles no somos nada sin una siesta después de comer, así que “ci vediamo tra un pó” y nos enclaustramos en nuestro cuarto, del que no salimos hasta pasada una hora. 

Ya reconfortados por la buena comida, la siesta y una ducha, nos aprestamos a estrenar lo que iba a ser el hábitat de mi cachorro durante los siguientes cinco meses. Bajamos unos metros, giramos a la derecha y todo recto. A algún lugar nos llevará esta avenida, decía mi hijo. Por la cantidad de tiendas de todo tipo, restaurantes, pizzerías y heladerías, pensamos que estábamos en una zona céntrica, lo que no sabíamos era hasta que punto. 

Nos encontramos con otro mercadillo que acababan de montar y que era el doble del que vimos delante de la casa. Mientras íbamos mirando con aire de pasmarote, vimos de pronto unas columnas que nos sonaron muchísimo, y al ver a unos señores con unos trajes muy raros, nos acordamos que aquellas piedras tan altas las habíamos visto solo unos meses antes por la tele, estábamos en el Vaticano. ¡La virgen! ¡Si que estamos bien situados! 

Ya repuestos de la emoción nos sentamos un rato en la plaza de San Pedro y nos quedamos contemplando aquella vista. 

Al rato seguimos por la vía Conciliazione paso tras paso y admirando monumentos. 

Nos adentramos más al centro de la ciudad, concretamente hacia Piazza España. Aquello es un hervidero. Entrando por vía del Corso había tanta gente como si hubiera una manifestación, no cabía un alfiler. Las cagaditas de las palomas no conseguían llegar al suelo. Pensé: esto es normal siendo sábado y en Roma. Al día siguiente dije lo mismo y el lunes solo dije: bueno, estamos en Roma. Da igual el día, las calles están siempre llenas y las palomas siguen perdiendo las apuestas, niguna consigue que sus excrementos lleguen al suelo. De todo cuanto vi, dos monumentos fueron los que más me impresionaron. Primero la basílica de San Pedro y luego la Fontana Di Trevi. 

Después de un día de turismo, el lunes nos metimos en la vorágine. Empezamos a enfrentarnos a aquello que nos llevó a hacer este viaje. 

.Justo debajo de casa había una parada de metro. Mapa en mano trazamos la ruta a seguir y bajamos las escaleras del subterráneo. Algo raro pasaba porque de pronto vi una muchedumbre venir hacia mí. Pensé que me había equivocado de pasillo e iba en dirección equivocada obstaculizando el paso de los que venían, pero al final me enteré que nada de eso pasaba, sino que habían cerrado la línea y empezó a producirse el caos: como bienvenida los romanos nos habían preparado un simulacro de atentado terrorista. Por si fuera poco la meteorología también se quiso sumar al comité de bienvenida y nos preparó una lluvia que nos acompañaba a todas horas. Hacía veinte años que no cogía un autobús y tenía que irme a Roma parta repetir la experiencia .Estábamos como sardinas en lata. La única gracia que le encontré a todo esto, por encontrarle alguna, han sido los tacos en romano que soltaban los usuarios para descargar los nervios. Pero después de un incomodo trayecto, por fin los dos intrépidos llegan a su destino. 

¿Per favore, dov’é la cittá universitaria? Pregunté .Cel’hai davanti, me dijo un chico

con una mochila colgada. No nos dábamos cuenta porque mi hijo estaba obsesionado con encontrar una construcción majestuosamente grande y envidiablemente moderna. Solo la primera parte era verdad. Muy grande y también muy vieja. Además está pegada a un gran hospital policlínico. Superada la primera decepción nos ponemos manos a la obra y buscamos la secretaría de los Erasmus, esos mecenas de mi niño, para entregar toda la documentación a la encargada, Luana Girolami, que conozco bien porque en verano hablé mucho con ella para regularizar la matricula de mi hijo. Después de muchas pesquisas conseguimos llegar al despacho correcto, pero nos esperaba una sorpresa: estaba cerrado y el papel pegado al cristal decía que lo estaría todavía dos días más por estar muy ocupados. 

Junto a la puerta, llamando a un timbre que había, nos encontramos a una chica a la que pregunté: ¿sei studente Erasmus? Si, sono Erasmus spagnola, dijo en algo parecido al italiano. ¡Anda eres española! Nosotros también (después de tantos años, ya soy un español más). ¿Como te llamas, de donde eres, como estás? Vamos, las clásicas preguntas que en estos casos salen como de una grabadora, no hace falta ni pensarlas. Pilar era su nombre y había estado ya tres veces en aquel sitio, pero de la tal Luana ni flowers. Si el cartel dice que abren mañana, tendremos que echar otro viaje. Pilar ya llevaba quince días en Roma, era toda una veterana y nos llevó a la oficina de la Asociación Erasmus, que estaba en la facultad de económicas (la mas pudiente como su nombre indica), buen edificio, buena cafetería.

 Al estar todavía cerrada la asociación fuimos a tomar café. Pilar nos contó su historia: vivía en una casa cerca de la estación Tiburtina, compartía habitación con una chica portuguesa que conoció al instalarse en el cuarto en el que dormían. Pagaban 280 euros cada una y el casero vivía bajo el mismo techo, lo que no le hacía mucha gracia, pero confiaba en que fuese verdad lo que les había dicho, que se iría en unos pocos días. Al preguntarle por la casa y la zona, decía que el piso estaba decente mientras que la zona, sobretodo de noche le daba un poco de miedo. Ya en la cola para entrar a la asociación conocimos más españoles. El español es el idioma más hablado entre los Erasmus y, claro, a los cinco minutos ya se había formado el correspondiente corrillo. 

Un chico de Badajoz me decía que estaba desesperado. Llevaba una semana en Roma y no tenía casa, vivía en un albergue y había llegado a pasar miedo. No estaba seguro de encontrar sus cosas al volver y estaba lleno de gente con muy malas pintas. 

El problema principal de estos chicos es superar la primera semana, es la peor. La mayoría llegan con casa alquilada, pero hay muchos que, como Javier, el chico de Badajoz, tienen el problema añadido de tener que dormir casi en la calle. Lo pasan verdaderamente mal, porque hay que añadir otro problema que hace la situación más complicada: el 99% no habla italiano, saben decir lo justo para pedir una pizza y para ligar. La primera semana es cuando tienen que hacer todo el papeleo y los italianos en esto del caos son expertos. Te mandan de un sitio a otro sin parar. Conozco muy bien como se vive todo esto porqué nos hemos enfrentado juntos a la burocracia italiana y le hemos ganado. El martes conseguimos sacar de su escondrijo al tutor de los chicos que, por supuesto, ni los esperaba. Nosotros, intrépidos luchadores, echándole mucho morro y tocando a todas las puertas que se nos ponían por delante, conseguimos llegar hasta el gimnasio de rehabilitación de fisioterapia, de la facultad de neurología, donde el profesor Antonio Pili, tutor de los chicos, estaba encerrado preparando un congreso. Conseguimos que nos recibiera, que sacara de la oficina donde estaba escondida a Luana Girolami y que empezara a tramitar toda la documentación necesaria para que los chicos empezaran el curso como Erasmus en Roma. Lo primero que suelta a los colegas de mi hijo es que dos de ellos, Andrés y Paco, no tenían la matricula hecha, a lo que contestaron que no aguantaban más y que querían volver a su casa en Cartagena.

En ese momento me daba igual ser padre de uno que de tres. Era el representante de todos los Erasmus de España. Guardi Luana, le dije, mañana a las siete menos cinco a.m. tengo el vuelo de vuelta a España y quiero irme sin tener en la conciencia el haber dejado en Roma a dos chicos desconsolados que no saben si irse a su embajada o directamente coger un avión y volver a casa, así que ahora usted y yo, que somos italianos, nos serenamos y buscamos una salida a este embrollo. Si le parece, y cuando esté todo solucionado, llamamos a Antonio Pili y los cinco juntos nos vamos a merendar.

Parece que la idea de la merienda la convenció y entonces se dio cuenta de que si, se podía arreglar, como al final se hizo. Visto que Luana y Antonio Pili estaban ocupados preparando el congreso, nos fuimos sin ellos a tomar nuestro café y sus correspondientes bollos. Lo hicimos cerca de la casa de Andrés y Paco. Viven en Trastevere. Es un barrio típico Romano, parecido a tantos en todo el mundo. Empieza siendo popular tirando a malo pero, no se sabe como, un día se traslada allí alguien famoso, luego otro, abren un buen restaurante y, al cabo de los años, se convierte en un barrio VIP .Lo que pasa es que no pierde ese aspecto que da miedo a quien no lo conoce. 

Ya que estábamos en el barrio nos llevaron a conocer su apartamento. Anduvimos un poco entre callejones, a cual mas estrecho y más tétrico y, por fin, se plantan delante de un portal destartalado. Abren y delante de nosotros unas escaleras que daban miedo. Cuidado con ellas, si subimos todos a la vez empiezan a chirriar. Por lo visto de lo mas Tipical. Ahora llegamos y habrá un pisito que te cagas, pensaba yo. Abren la puerta y pá dentro. ¿Donde está el piso? pregunto al entrar. Ya estás en él, me dicen. Veo una habitación de tres metros cuadrados: el salón. Un sofá cama y un mueble con tele, la mesa estaba doblada, porque para abrirla había que mover el sofá, que era una de las dos camas. Por una abertura que había en un de las paredes del “salón” se accedía al dormitorio principal. Cinco metros cuadrados con una cama y un armario. Cocina tipo salchicha de Frankfurt, tres metros cuadrados y, lo mejor, cuarto de baño con taza, lavabo y pie de ducha, dos metros cuadrados. Todo por el módico precio de 1.000 Euros al mes. Cuando me contaban que cuando el día 26 de octubre a las diez de la noche, el taxi los dejo en aquel callejón, se pensaron mucho si subir a ver la mansión o irse directamente a Cartagena me lo creí, porque yo hubiera pensado exactamente lo mismo. Pero al final se apoyan mutuamente, consiguen superar ese primer momento y deciden quedarse y seguir adelante. 

Historias como estas he oído muchas en estos dos días que he estado a lado de mi hijo.

Todas empiezan de forma triste, pero todas acaban alegremente. 

El que lea estas líneas pensará que esto es un canto al desconsuelo, al desasosiego, a la renuncia. Nada de eso. Los Erasmus acaban viviendo una experiencia inolvidable. 

Todo lo consiguen por el sistema del boca a boca, en cuanto alguien consigue algo ya se lo está comunicando al otro y este al de lado y así sin parar, hasta que todos y cada uno consigue casa, la documentación que te acredita, el código fiscal, la tarjeta del comedor, en fin, nadie se queda sin un solo tramite sin solucionar, pero repito, gracia sólo y exclusivamente a la ayuda que se prestan entre ellos. 

Esto que estoy escribiendo es lo que les pasa a los chicos Erasmus y que yo he vivido en primera persona. Esto es algo que me gustaría que leyeran los políticos que se están llenando la boca de becas y que no tienen idea de lo que sufren la primera semana los chavales. Los Erasmus necesitan simplemente a alguien que les ayude la primera semana, que les evite durante ese tiempo el agobio de establecerse en un país que no es el suyo y donde se tienen que enfrentar a todo sin conocer el idioma. Creedme no es difícil. Yo lo he hecho. No ha sido por ser muy listo, simplemente hablo el mismo idioma que los italianos y he vivido con ellos y como ellos durante los primeros veintitrés años de mi vida.
 

El miércoles por la mañana estaba yo volando a 11000 pies de altitud, llorando mientras pensaba en mi niño en Roma, pero contento porque por lo menos a él y a sus dos colegas Murcianos les había evitado parte del agobio que viven estos chicos la primera semana.

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