Crónicas murcianas (cena 3 de junio 2006)
Son muchas las chicas del canal que, a mi regreso, se han interesado por conocer los pormenores de la cena anual, sobre todo descripciones físicas e indumentarias de los asistentes. Los chicos no hacían preguntas directas, pero también leían, me consta. Para complacerlos a todos, y porque muchos pequeños detalles “se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia” (Roy Batty, en “Blade Runner”), entre los recovecos de una memoria cada vez más desmemoriada, escribo lo que supone mi debut en el periodismo de sociedad.
Imaginad un gran salón, con seis mesas circulares vestidas, al igual que las sillas, en un color vainilla clarito. Unos jarrones de cristal azulado, anchos de base y de larguísimo cuello, con amarilis en tono salmón, ponían la nota cromática sin estorbar la visión entre sus doce comensales.
Al frente, presidido por un enorme cartel con el logo del canal, un atril con el micrófono sobre una tarima y, a su lado, la mesa de control de sonido en la que Alty maniobraba con la pericia de un master & commander.
Pero dejemos a Balzac y sus descripciones ambientales, que para algunos serán superfluas, pero que yo considero tan importantes como lo era el fondo para los pintores de la escuela flamenca y olé. La cena comenzaría a las 9:00, aunque una hora antes habría un encuentro para saludos, sesión de fotos con los finalistas y miembros del jurado, e ir creando un clima cordial, sobre todo para los que se incorporaban por primera vez a la KDD. Con mi despiste habitual, confundí las horas y, después de vagar por el hotel desde las 4 de la tarde como el fantasma de Canterville, llegué al salón cuando ya todos estaban a la mesa.
-Disculpad, pero desde la entrada del euro, todos mis parámetros espacio-temporales se han desajustado-les dije a modo de excusa. -Eso va a ser del céntimo- concluyó Pandora, una de las finalistas, niña jovencísima, (blusa blanca de raso, de aire oriental), que iba acompañada por Quim, su marido, con el que tal vez me unan misteriosos lazos de sangre, ya que compartimos un apellido poco usual y mi nombre de pila se transmite en ambas familias de abuelas a nietas. Un poquito más y protagonizamos una de esas anagnórisis tan graciosas de novela bizantina.
Además de esta encantadora pareja de Barcelona, coincidíamos en la mesa los mismos del año pasado, así que nuestro reencuentro fue de lo más cariñoso y la charla de lo más distendida. Allí estaba Elvira, la webmaster, que tanto me recuerda a Shirley McLaine por su mirada chispeante y su rubísimo pelito corto. Iba con un veraniego traje pantalón a rayas, acompañada de José Miguel, su colaborador en la confección de la web.
Otra Elvira, (conjunto castaño visón con chaquetilla de crochet), acompañada de Miguel, su marido, un chicarrón vasco transplantado a tierras murcianas por amor, aportaron el Mp4 del sorteo que, como sabéis, le correspondió a Etnia. Aunque yo me llevé el célebre queso tiránico, sobre cada asiento había un detallito: una bolsa con diversos recuerdos, folletos turísticos, una latita de pimentón en su estuche, un atomizador de perfume para el bolso, un mechero, cerillas… cortesía de la Comunidad autónoma, Ayuntamiento y patrocinadores.
Khala, Premio del Público, espectacular como siempre, con un traje negro, largo y ajustado, de tejido adamascado. La escoltaba Madrigal, que disimula un ingenio agudo y mordaz bajo una apariencia de seriedad. A mi lado Dimehola, tan extrovertido como de costumbre, que se alzó con el 2º premio, y yo, de negro riguroso: falda, top de tirantes y la discreta veladura de una camisa de gasa. Sólo aliviaba tanto duelo textil la llamarada de mi cabeza, delatora de su intensa combustión interna. 😛
De las otras mesas mencionaré a Nassiriya y LadyArdid, cuya juventud me sorprendió: te forjas una imagen de alguien por el fondo y la forma de expresarse y te choca tanta madurez, cuando a sus edades una estaba aún con los últimos aleteos del pavo. Nassiriya, melena castaño claro con mechas, llevaba un conjunto de falda y top y una chaqueta tipo esmoquin, de raso negro. LadyArdid, un bonito traje negro de tirantes, y presentó el acto junto a Agustín y Marina (de rojo), dos amigos de Branchi Jr.
Como veis, el negro fue un color muy recurrente. Rompieron la monocromía Haddas, elegante a la par que desenfadada, vagamente neohippy, de blanco ibicenco, y Payasita, con un vaporoso vestido de estampado “op-art” con reminiscencias sesenteras, pero superactual, las dos muy guapas. Etnia, un vestido rojo, discretamente mini, sobrio de línea pero muy favorecedor, y medias negras de red, un contraste explosivo.
Los invitados de honor, Rosa Regàs y Pablo M. Asuero, informal ella (pantalón y top en marino, sobrecamisa vaquera pero con caída, y collar étnico) y él otra sorpresa: es altísimo. Los dos fueron muy amables, felicitando a los ganadores y charlando con todo el mundo.
Branchi Sr., muy atractivo y distinguido, e Hispaliss, elegantísimo y un auténtico caballero sureño, que nos regaló a las chicas un libro con sus poemas de amor.
El dinámico Alty y su flamante novia, en el “momento disco”, tras la cena, se marcaron un cha-cha-chá de salón que ríete tú de “Mira quién baila”.
Ah…picaruelas. Os tengo engolosinadas, dejando para el final la incógnita más secreta, un enigma mejor guardado que el del Santo Grial. ¿Y cómo es “él”? Tirano, sí. Aquí debo hacer equilibrios de funambulista sobre el Niágara, o picardías de cupletista, levantando un piquito del misterio y volviéndolo a cubrir con rapidez, desvelando sólo lo justo para mantener encendida la llama olímpica. Un adverbio solamente, y a la alemana: bienn. Y simpatiquísimo. Por lo demás, vanguardista camisa en tono verdemar.
Su compañera de mesa era Janna, una chica esbelta y monísima que llevaba un vestido de tirantes, ajustado, con volantitos en el bajo, en gasa azul marino con lunares diminutos. Después me dijeron que por aclamación la habían designado miss Literatura del año. Con razón.
Podría hablar ahora de la entrega de premios, pero ¿a quién le interesa eso? Solamente diré que Haddas tuvo en su alocución un recuerdo muy especial para Peregrino, a quien echamos de menos. La acuarela de su banner ganador decoraba los marcapáginas que nos entregaron como recuerdo. Yo eché también de menos a muchos amigos (y amigas; es que me fastidia el desdoble de géneros) y espero que algún día podamos coincidir. El placer de verlos se sumaría al que me dan con su conversación y al grandísimo cariño que les tengo. Seguro que tú eres uno de ellos, si has tenido la paciencia de seguir hasta aquí la lectura de mi relato. 😉
P.D. Como habréis podido advertir por las fotos, ni los jarrones eran azulados ni las flores amarilis asalmonadas, sino cristal transparente y rosas redundantes. Eso os enseñará, mis pequeños ingenuos, a desconfiar de cronistas e historiadores, que rellenan las lagunas inevitables del pasado con el aluvión de sus fabulaciones.
Lucia Parrilla Sagra