Las alas del Recuerdo
Aquellas tardes me iluminan siempre que mis mejillas se sofocan bajo el sol.
Un pequeño retraso en la hora de la siesta de mi mayores suponía para mí la mayor de las tragedias, y, entonces, mis piernas se convertían bajo la mesa en impacientes acróbatas, impulsadas por el nerviosismo de la espera.
El crujir de la vieja madera de la cama de mi abuela era la señal anhelada; un sonido celestial que confirmaba mi libertad en una carrera hacia mi edén particular.
Había días en que no aparecía niña alguna, y era gracias a esa soledad, y a aquel silencio apartado de cualquier algarabía infantil, por lo que ahora mis impresiones se nutren definitivamente con el aroma del recuerdo.
Puedo percibir el olor a tierra seca, apenas salpicada de brezos mortificados en agosto; pelona y herida, aún capaz de piropearse en solitarios estolones orgullosos, con alguna diminuta flor abrazada por no sé qué azar o milagro. La brisa jadeante, coreando mi respiración; avivada arriera pertinaz de peregrinos ecos de chicharras. El astro implacable sobre mis hombros ruborosos, y mi inocencia desnuda ante su sentencia.
Entonces, en medio de ese ritual en que la naturaleza aprehende nuestro espíritu propagando su sustancia, aparecían prodigiosas y etéreas las libélulas.
Translúcidas sus alas, tornasolados sus guiños volátiles que suavizaban el céfiro y la luz de mis intuiciones, con sus siluetas de ninfas rescatadas de la irrealidad. Tintadas de rojos o celestes, según los antojos de alguna ley privilegiada.
Y con el rito de cualquier exploradora de seis años, me encogía rastreando silenciosa las erecciones pausadas de sus colas, asombrándome de los descuidados banquetes en los que se homenajeaban. Mis pequeños pasos, lentos, sigilosos; y el aliento contenido de tal modo que me permitía recuperar algún regusto de jugosa sandía aún capaz de refrescar mi paladar. Mientras, mi bracito enclenque, en movimientos cautos, extendiéndose en aquella coordinación fantástica de intenciones; con un toque de gracia mi dedo índice besaba el pulgar en un gesto veloz, y libraba al matojo de su comensal.
Mis pequeñas deidades se encorvaban inmediatamente en un giro espectacular sobre mi mano, y sus mandíbulas me recordaban su fuerza depredadora. En medio de calambrazos, risas y grititos, con una resignada exhalación, despegaba mis dedos y las observaba liberarse de aquella efímera esclavitud. Después contemplaba, arrobada, su vuelo de despedida.
Regresaba siempre con el sabor agridulce de los retornos, y con el hormigueo de la vida en la palma de la mano.
Aquellas tardes me iluminan siempre que mis mejillas se sofocan bajo el sol…
Amelia Chaves Macias
Premio especial del público del VIII Certamen «Poemas sin Rostro»
Un instante mágico de mediodía y verano. Se escucha el movimiento hipnótico de las alas de las libélulas y se respira el calor de la mano en que se posa. Precioso y vivo.
Elenita, a ti puedo verte yo hipnotizando a las libélulas con tus palabras. Si alguna tiene la suerte de sobrevolar uno de tus folios, presa se queda.
Muchas gracias. Un beso enorme.
Sí, yo también veo muy vivo este relato que me transporta a mi infancia, a aquellas excursiones de verano con mis hermanos y primos; y nos dedicábamos a cazar mariposas, saltamontes y cualquier bichito que tropezara con nosotros.
Rezuman encanto la estampa y las imágenes tan visuales que nos regalas. Enhorabuena y un beso.
Siempre me ha parecido que la magia no existiría sin la capacidad de una mirada sensible a ella.
También creo que somos de la forma que miramos.
Un besazo, dulce Clara.
Preciosa estampa la que nos traes, amiga Ameli, que bien podría ser la imagen de un cuadro de esos que en los salones de arte nos transportan a paisajes, a lugares sólo soñados, existentes sólo en la imaginación, que es la única que los puede crear impolutos, perfectos en su imperfección natural… Pero tú haces que el arte sea aún mayor, pues si un cuadro es algo inerte, seco, sin movimiento, en nuestras mentes has hecho vibrar los metálicos colores de estas incómodas pero mágicas libélulas, hemos sentido el roce de sus alas poderosas acariciando nuestras mejillas, y hemos paladeado con esa niña pequeña el momento secreto que nos esperaba después de las comidas, cuando los mayores se retiraban a sus cosas y dejaban en las manos más menudas de la casa el dulce trabajo de alimentar la vida con juegos, secretos, e instantes como el que nos has traido de nuevo… gracias, poeta de la narración. Gracias, narradora de poesías. Un beso.
Querido Segis, poca gente ama la poesía de la forma que tu lo haces. Si vuelves a llamarme narradora de poesías, me veré obligada a declarar en público el pedazo Poeta que eres y además, prometo hacerlo con pruebas.
Me has emocionado y no te lo perdono. Un beso grande.
Precioso relato, enhorabuena!!!!!
Gracias Igor por comentarme. ¡¡¡Un abrazo enorme!!!
Una estampa viva de un recuerdo amorosamente tierno.
Precioso.
Besos
Cuando dejamos de recordar morimos un poco. Debemos mantener vivas aquellas cosas que sin pertenecernos en su momento, son enteramente nuestras con el paso de la vida. Hay que saber y poder recordar; desempolvar nuestros álbumes de viejos sueños, y si es preciso, retocar cada instantánea.
Lo mejor de nuestro camino es caminar siempre junto al niño que siempre podemos ser, aunque sea a golpe de memoria.
Pero Brujapiruja sabe un rato de ilusiones y de niños que sueñan … Qué le voy a contar ..
Besazos.
Precisamente hoy, andaba pescando recuerdos de mi infancia, y tú, más hermosa que nadie la pintas a todo color, engalanada de nostalgia e ilusión, devolviéndonos a todos esos zapatos nuevos con los que alegrar a la niña que dormita a veces en nuestro interior, pero que hoy despierta, y con sus zapatos nuevos, bailará al ritmo que tú le marcas.
Gracias hadadelalegríadevivir.
Mati Morata, la niña de tu interior padece de insomnio; es pura vida y revolotea en forma de hada invocando alegría hasta a la misma sombra.
Mil besos.
Ameli me has hecho sentir entre las manos aquella sensación dulce del asombro. El hormigueo y la emoción de mis primeros encuentros con los desconocidos secretos de la vida. Ojalá nunca perdieramos aquella inocencia que se escapó tan pronto y que solo algunos, los más sensibles, son capaces de guardar en cajitas de colores como si fueran tesoros. O en relatos como el tuyo. Besos.
Laura, muy contenta estoy de recibir este bonito comentario tuyo.
Tengo muchas ganas de volver a leerte, ojalá que sea muy pronto y pueda deleitarme de nuevo con tus hermosas letras.
Muchas gracias. Un beso!!
Recordar los momentos de magia cuando la memoria empieza ya a marchitar,nos supone un gran esfuerzo en un mundo que se mueve demasiado deprisa,obviando los detalles que en un momento nos encumbraron como personas…brillante tu recuerdo,un poco el de todos,en donde capturas la magia del instante,algo que aunque todos hemos sentido,pocos son los que lo saben narrar….realmente maravilloso tu momento de magia….
Qué amable, angel trufado, muchas gracias por tus palabras.
Es tan importante recuperar los recuerdos, tan necesario reafirmarnos mediante nuestras emociones primeras, tan esencial valorar esas pequeñas grandes cosas… inocentes y naturales…
Besos.
Es asi…ojala esos recuerdos de inocente niñez no se perdiesen en la densa niebla que nos asola al llegar a la madurez…si fuesemos capaces de mirar al mundo con esa candidez y dulzura,el mundo seria un lugar mucho mucho mejor….por favor,no dejes de nostrarnos esos retazos de belleza…bendita y candida belleza.
Qué bien nos llevas de la mano, Ameli, ¿O es acaso que tiras suavemente de la piel del alma?
Qué bien sabes embrujarnos con palabras certeras y carnosas, cálidas.
¿O es que conoces el secreto para transportarnos a los momentos mágicos de la infancia, a la hora de la siesta, en que todos apurábamos el breve placer de la libertad?
Qué bien pintas la vida que hierve en la humilde flor del jaramago y en el suave zumbido voraz de las libélulas; qué agradable el calorcillo del sol sobre la piel, que se hace ardor en las mejillas.
Gracias, Ameli, por este regalo, lleno de evocaciones sensoriales, de ternura.Y te lo dice un oriundo del secarral castellano que tiene el alma húmeda ya de tantos orvallos, de tantas brumas, de tantos días grises…¡Mira si sentiré nostalgia del cuadro que pintas en tu hermoso relato!
Un beso.
Qué lujo de comentario Gervi, qué hermosas palabras y cómo te agradezco cada una de ellas.
Agradecerte a tí la generosidad de poesía en la que has convertido tu dedicatoria.
Besos.
Sencillamente prodigioso, amiga. Gracias por el regalo.