Un corazón aparte. Por David Martínez Garrido

Cuando todo parece ir bien, surge un imprevisto. Siempre es así. La vida no tiene respeto por las vanidades del hombre y mucho menos por su corazón delicado.

Mi enfermedad no es muy común: displasia arritmogénica del ventrículo derecho. Hace seis años me implantaron un DAV. Consiste en un dispositivo que ayuda al ventrículo a bombear la sangre, y lo cierto es que ha funcionado bastante bien durante todo este tiempo. Pero últimamente mi corazón se ha ido debilitando hasta sufrir un shock cardiogénico. Según las últimas pruebas, tengo nuevas y preocupantes lesiones fibróticas. En otras palabras: si no lo arreglan pronto, puedo darme por jodido.

Creo que no tengo mucho tiempo antes de que mi corazón se atasque del todo, y esta vez no bastará con que el motor pase por el taller. Ya no existe restauración posible, ahora la cosa va en serio. El especialista ha sido concluyente: hay que cambiarlo por uno nuevo.

Marisa y yo hemos visto muchos vídeos de trasplantes y siempre nos sorprende la magia que envuelve la intervención. Cuando los cirujanos, o más bien los alquimistas, dejan el hueco vacío en el pecho y cogen otro corazón del agua congelada para calentarlo e introducirlo en su nuevo cuerpo. No importa cuántas veces visualices el momento, uno siempre se emociona. A Marisa incluso se le salta alguna lágrima. Es más tierna que un chupete.

Los médicos le quitan hierro al asunto, me dicen que no me preocupe, que ya lo han hecho otras veces. Pero ni en las expectativas más optimistas el porcentaje de éxito es demasiado alto. Por eso he decidido escribir este diario, para constatar los que podrían ser mis últimos pensamientos.

13 de marzo

Esta mañana no se ve ni rastro de sol, a pesar de que no hay una sola nube en el cielo. Es un día despejado y, sin embargo, la ausencia de sol parece bañar el paisaje. Metáfora de mi vida, esta climatología. Está resultando más difícil de lo que pensábamos encontrar un donante. Marisa está al borde del ataque de nervios pero yo mantengo la esperanza; a mí no hay quien me arrugue.

Nos dicen que no hay corazones de fallecidos en condiciones óptimas. Sí han aparecido algunos pero en puntos demasiado lejanos del hospital, lo cual complica muchísimo la tarea. Un corazón necesita un cuerpo; fuera de él no aguantará más de cuatro horas sin deteriorarse.

26 de marzo

Sigo a la espera. Aniquilado y olvidado. Siento cómo se me apaga el corazón y nadie puede arreglarlo. Yo no puedo, los médicos no pueden, Marisa no puede, nadie puede. Me siento emplazado, como un mueble.

Necesito un milagro, y eso son cosas que ya no ocurren en estos tiempos.

29 de marzo

Esta tarde se ha producido un acontecimiento que me ha animado bastante. En el abeto que está frente a nuestra habitación, se ha instalado una familia de pájaros de plumaje centelleante. Creo que son cotorras. Roban ramas en el parque de al lado para construir su nido. Juntas entrelazan las ramas formando un refugio vertical, por el que acceden a través de un agujero. Parece una cueva de mimbre. Yo les suministro ramillas desde la ventana que rápidamente se llevan para armar la estructura, que crece por momentos. El sonido que emiten forma una melodía mágica que me envuelve como seda y me traslada a otros mundos. Creo que es una señal.

3 de abril

Caprichos del azar. Cuando menos lo esperábamos, nos ha llamado el médico. Por fin hay un donante. Pobre hombre, al parecer le metieron seis balas en la cabeza, pero su corazón es perfecto para mí. Marisa me ha traído pitando al hospital y en unos minutos entraré al quirófano. Estoy colapsado por los nervios, la garganta como forrada de algodón, incapaz de tragar saliva o reproducir sonido alguno. Incluso al escribir tengo que esforzarme por sujetar el boli: el brazo tiembla y la mano no quiere obedecer.

4 de abril

Uno quisiera tener más entereza en estos casos. Marisa sabe aguantar mejor el tipo. Yo lo he intentado pero, al sentir la atmósfera opresiva del quirófano otra vez, me he echado a llorar delante del anestesista. Un hombre hecho y derecho, llorando. Casi daba pena. La enfermera me ha cogido la muñeca, sintiéndome temblar, y ha sonreído para tranquilizarme. Y después ha llegado el cirujano jefe, erigiéndose como un gran emperador ostentoso. Afortunadamente me han noqueado enseguida.

Cuando he entreabierto los ojos he sorprendido a Marisa soplándome la cara. Después, se ha incorporado de un salto y ha cruzado la sala buscando una enfermera. Si consigo curarme es gracias a ella, está claro.

Ahora sólo hay que esperar que no se produzca un fallo de injerto ni un rechazo de tejido. Así que me tendrán unos días en observación. Yo no tengo prisa.

13 de abril

Ya estoy en casa.

Debería estar contento por estar vivo pero en realidad sólo estoy vivo a medias. Atiborrado de medicamentos, derrocho gran parte de mis fuerzas en andar, cambiarme de ropa o ducharme.

Siento desde que llegué una sensación extraña, confusa, como una añoranza imprecisa. Como si de alguna forma, al perder mi antiguo corazón, con él se hubieran marchado los buenos sentimientos. Qué tontería.

Sin embargo, no soy capaz de sacudirme esa idea. Es como si mi capacidad de afecto se hubiera esfumado en el trasplante. Desde niño siempre he sido una fuente que derrochaba amor sin hacer distinciones ni esperar agradecimientos. No amaba a las personas por sus méritos, sino para satisfacer las demandas de mis propios sentimientos. Y ahora no me apetece recibir llamadas de amigos o familiares.

18 de abril

Esta mañana, Marisa estaba especialmente atractiva. Antes de irse a trabajar, me miró con una amplia sonrisa que dejaba ver todos sus dientes, y después se inclinó delante del espejo, pintándose los labios, relajando la vista como quien está contemplando las nubes. Se agachó más sobre el tocador y arqueó la espalda para que se le destacara más el culo, mientras dilataba las fosas nasales para coger más aire. Es difícil contenerse en tales circunstancias, pero el médico fue categórico: si tienes sexo en menos de tres meses tu corazón puede verse comprometido. Hay que ver cómo mienten los médicos.

22 de abril

Estar de baja y no tener sexo es como si te cortaran los cojones y te pusieran a pastar.

Me paso las horas leyendo, pero al hacerlo me ocurre algo de lo más extraño. Leo un libro entero y, cuando lo he terminado, sé que no he comprendido ni una sola palabra. Sólo el ojo capta las letras, el cerebro las rechaza. Como cuando en la escuela me obligaban a leer un libro que no me gustaba. A cada intento de ejercicio mental, surge una abstracción, vacía de objeto, de asunto, que me impide pensar.

Me he prohibido a mí mismo usar el ordenador, siempre termino buscando información de mi enfermedad, y no me conviene en absoluto. Así que he encendido la tele y he sintonizado un canal de videoclips. Me he masturbado mientras veía bailar a una cantante de hip hop y me he quedado dormido sobre el sofá. Parece que estoy listo para retornar a la actividad sexual.

26 de abril

Por fin Marisa y yo hemos hecho el amor. Ella estaba preocupada pero al final la he convencido. Primero ella me ha cabalgado delicadamente, después ha intensificado el ritmo empleándose a fondo, estirando su cuello como un gran cisne blanco. Luego hemos cambiado de postura y ella me ha pedido más, obligándome a embestirla cada vez más fuerte, llevándome al límite. Parecíamos dos animales salvajes matándose en el bosque. De repente un dolor intenso me ha atravesado el corazón como un aguijón. En lugar de parar y tomar nitroglicerina, he decidido ignorarlo y seguir adelante. El dolor ha desaparecido y hemos podido terminar. Victoria y gloria. Los dos nos hemos desplomado rendidos, como en los viejos tiempos. Después la he abrazado por detrás, alma con alma, arrimándome a las mejillas de su culo, y he enterrado mi nariz en su pelo. Aunque mañana muera habrá merecido la pena robarle a la vida este instante.

28 de abril

Escribo sobre los cambios que sufro porque, si los contara, sufriría terribles escarnios de incredulidad. Ni siquiera puedo explicárselo a Marisa, ella tampoco lo entendería, me resisto a confesárselo, pensaría que soy un maníaco o que estoy bajo el influjo de algún espíritu maligno. Pero ya no tengo la menor duda de que una conciencia nueva me controla, una conciencia que nace desde el nuevo corazón. A veces siento que mis pensamientos y mis recuerdos ya no son míos, y he perdido el sentido de mi propio destino.

Últimamente he hecho todos los esfuerzos por tapar los sentimientos de rencor y sedición que me invaden continuamente. No ha funcionado. El odio siempre termina brotando como un potente chorro, con una extraordinaria eflorescencia de imágenes. Ya no me preocupa. He perdido sensibilidad pero he ganado entereza, consistencia, solidez.

4 de mayo

Antes de la operación amaba cualquier forma de vida, incluidos los insectos, a los que protegía si alguien intentaba matarlos. Y ahora ni siquiera aguanto el ruido de esas infernales cotorras. ¿Por qué serán tan insoportables? Lo peor es que no paran de multiplicarse. Las crías parecen pequeñas bolas de plumón, todo el día erre que erre, piando su comida.

Cada vez son más y más, mezcladas en una extraña camaradería, dando saltitos, tableteando y chirriando, nunca satisfechas, nunca inmóviles, golpeando mis oídos, meándose en mis oídos, perturbando mi sosiego con su alboroto, intentando volverme loco. Pues no pienso andarme con bagatelas.

He usado el palo de hacer selfies, pero ni sacando medio cuerpo por la ventana alcanzo a rozar el nido. Me ha tocado inventar. He desmontado la barra que sostiene la cortinilla de la ducha y la he unido a mi palo con cinta americana, formando un artilugio de unos tres metros de longitud; pero, cuando estaba a punto de acabar con la sucia casa de paja y ramas, mi invento se ha doblado por el enganche. Me ha dado tanta rabia que he dejado caer el palo a la calle. Es evidente que el nuevo corazón ejerce un extraño sortilegio sobre mí.

8 de mayo

Cada vez lo tengo más claro. Algo ha ocurrido en mí desde que me operaron. Algo que ha ingresado en mi ser apoderándose de él por completo.

¿Es posible? Si fuera un cerebro lo entendería pero ¿un corazón? ¿Puede un simple corazón poseer semejante poder?

He tenido un sueño, más bien una pesadilla, que confirma mi teoría. Estaba enredado en una pelea. Alrededor un corrillo de hombres enloquecidos nos azuzaban. Los dos contendientes abríamos nuestras navajas de resorte con un sonido metálico. Después de infligirnos múltiples cortes, estábamos cubiertos de sangre por todas partes. Finalmente, yo conseguía clavarle mi cuchillo en su corazón hasta la empuñadura. Un escalofrío de convulsiones le recorría pero aún así no recuerdo que muriese. Estoy preocupado. Creo que el corazón era en realidad el mío. Siento que mi nuevo órgano es un delincuente, un ladrón y también un asesino. Cada vez se escapa más al control de mi mente. Como dicen los boxeadores, tengo el odio metido en el cuerpo. Y lo peor es que, aunque intento maquillarlo, Marisa está percibiendo el cambio. Con toda probabilidad, no podré ocultarlo mucho tiempo.

19 de mayo

Cuando exploro mis propios pensamientos e intento orientarlos hacia afuera, acabo perdiendo los papeles. Esta mañana, por ejemplo, estaba plácidamente observando el techo y pensando en mis cosas cuando las cotorras han aumentado sus gritos en frecuencia e intensidad. Ya era demasiado. Me he desquitado lanzando el pisapapeles a su nido con bastante acierto, destruyendo parte de la estructura. Pero la parte principal permanece, la han ensamblado bien las condenadas.

Una cotorra asustada ha venido a guarecerse al alféizar. La he apartado de un golpe y he vuelto a la cama pero, sintiendo humedad en los nudillos, me he llevado la mano a la boca. El maldito pájaro me ha hecho sangre.

23 de mayo

En la panadera de mi barrio hay que fijarse por fuerza. Unos cuarenta años, un rostro hermoso de algún modo, de rasgos bien formados y encantadores, con el que yo diría que la Naturaleza se había tomado trabajo… se había tomado su tiempo. Hoy he estado conversando con ella durante más de quince minutos. Hemos hablado de auténticas gilipolleces pero al final he conseguido su número de teléfono. Algo sorprendente en mí. Me equivoqué cuando creí que me conocía. Ligando al borde de la muerte y con Marisa a unos pocos metros. De alguna forma, este corazón tiene más agallas que el otro.

6 de junio

corazon_acEl poder y la influencia del nuevo corazón me había aislado, pero ahora tengo nuevos amigos, y Marisa está más contenta. Son los viejos que se reúnen en el parque. Maldicen, trampean hostilmente cuando juegan a la petanca y son unos auténticos mentirosos.

Valentín es el que me parece más interesante. Es un nonagenario alcohólico y medio loco que ha estado dos veces en la cárcel. Siempre lleva una barba de pocos días, blanquecina, rala, fina, que le da un aspecto martirizado.

Ahora que siento que conozco los secretos de la infancia y la juventud, me gustaría llegar a la serena vejez para ser tan cabrón como Valentín.

11 de junio

Por primera vez en mi vida he visto una corrida de toros por la tele. Pensé que dar sangre a mi nuevo corazón podría provocarle un efecto saciante, pero ha resultado decepcionante. Todas las muertes chafadas por la desgana y la desidia. Los toros, demasiado contenidos por los caballos, regalaban un espectáculo desigual, atroz. Capotes torpes y estocadas mal dadas. Puro aburrimiento sin el menor atisbo de arte. Nada de tensión, nada de adrenalina, sólo automatismo sin el menor interés. La sangre apenas se discernía, ¡Dios mío, qué desencanto!

Pero de repente, en un instante he visto algo sorprendente que me ha levantado del sillón para que mi corazón chille de puro gozo, y casi me desmayo de exaltación estética. Los cuernos del toro elevaban a un hombre en el aire como en una danza, desgarrándole hasta la última fibra. La sangre que ha manado de su cuerpo ha conseguido resarcirme de la fastidiosa rutina anterior. Creo que hay algo mal en mí.

17 de junio

Hay momentos en los que me desprecio… ¿Será esa la razón de que desprecie también a los demás?

Hoy he visto cómo discutían de manera apasionada dos señoras en el supermercado. Una llegó a enganchar a la otra por la pechera, ¡menudo espectáculo! Cuando estaban más encendidas y ya se tiraban de los pelos, ha llegado el aguafiestas del encargado a separarlas, extralimitándose en sus funciones para hacerse el héroe. Aun así, esos pocos minutos han sido suficientes para sentir cómo mi corazón se aceleraba y la sangre de mis venas corría más caliente. ¡Qué emoción tan placentera y a la vez frustrante! Placentera por el bonito retrato del enfrentamiento, y frustrante porque yo no formaba parte de él.

24 de junio

La curiosidad mató al gato. Después de muchos meses desconectado, esta tarde encendí el ordenador y me lancé a buscar datos sobre mi donante:

Asesino en serie, se había escapado dos veces de la prisión en su país y ahora se ocultaba de la ley en Madrid. Lo estaban persiguiendo cruelmente, y no era un simple fugitivo, era algo especial. En su patria llegó a ser un narcotraficante muy popular, un modelo para miles de niños, ¡y hasta tenía una bebida con su nombre!

Siento un oscuro orgullo de mí mismo mientras me acaricio el pecho con la mano.

 

David Martínez Garrido

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David Martínez Garrido

Farmacéutico de profesión. Ha publicado relatos y poemas en Letralia, Entropía, El coloquio de los perros, Excodra y Margen Cero. También ha sido articulista de carreras de caballos en TodoTurf. Actualmente escribe reseñas de libros en Culturamas.

8 comentarios:

  1. Elena Marqués

    Un tema de cuento de terror muy bien llevado en forma de diario. Eso sí, no podemos emplearlo en una campaña en busca de donantes.
    Me ha encantado. No se le puede poner un pero.
    Un montón de besos de mi corazón manso y prudente.

    • El relato en forma de diario siempre me ha fascinado por la atmósfera intimista que consigue, sobre todo con las historias de terror, pero nunca me había atrevido.
      Mil gracias por todo, Elena. Más besos de este corazón delicado 😉

  2. Por un momento he dudado si el texto relataba una experiencia propia por el realismo que tiene. Me gusta, sí señor.

  3. Magnífico, David. Terrorífico el tema. La ironía que empleas (emplea el personaje), no tiene desperdicio. Me gusta de cabo a rabo.

    Enhorabuena de nuevo. Un abrazo.

  4. Uf, me has llevado en vilo durante toda la historia. Lo que ha sufrido mi pobre corazón…

    Has sido muy generoso, David, ofreciéndonos este relato, porque es de premio.

    Miles de besos.

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