Leo, luego existo. Por Anita Noire

Cada día es del ladrón

 

Leer en voz alta es dar a las palabras de otros.
Teju Cole

Acabo de leer, no sin cierta sensación de que el mundo es un gran pozo sucio, el último libro de Teju Cole, Cada día es del ladrón. Para un occidental, alejado de África por algo más que por el agua de un océano inmenso, es difícil imaginar una sociedad mendicante, corrupta hasta el tuétano, como la que describe Cole. Sin embargo, cuando uno cierra el libro, pone el televisor y escucha las últimas noticias sobre la corrupción que campa a sus anchas por todos los rincones de la geografía de este país, la imaginación deja de ser tal, y el cerebro termina sacudido por la certeza de que las cloacas de lo corrupto no entienden de continentes, ni de razas, ni de nada que no sea la propia avaricia y la inmundicia que crean la indecencia y la falta de honestidad. Puede que nuestros desagües sean menos toscos que aquellos que recorren las entrañas de Nigeria, pero son exactamente igual de sucios, igual de deprimentes. Nigeria no es España, pero podrían ser primas hermanas.

La lectura es un placer absoluto del que a veces no se sale ileso. En este caso, el oscuro panorama que muestra la novela lo salvan la belleza y la serenidad de la prosa de Cole, y una cierta ingenuidad en la creencia de que no todos somos iguales.

Anita Noire

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