Recitado por: María Isabel Redondo Hidalgo
El espejo de la fuente
Lucía el claro espejo de la fuente
con la luz reflejada de la luna,
y, entre todas las niñas, solo una
se miraba en el agua transparente.
Dulce era su mirar; blanca su frente,
que con flores silvestres adornaba;
hermosa la balada que cantaba
peinando sus cabellos, sonriente.
Y cantábale así, con voz serena,
al agua y a la noche y a los vientos,
a la luna y al gozo y a la pena:
«De ansiedades el alma se me llena,
y quisiera cantar mis sentimientos
y escribir mis pesares en la arena.
Pues ignora, ay, aquel que yo más quiero
el amor que en el pecho me ha nacido,
que por una palabra suya muero.
Que abrumada de anhelos desespero,
pues tiemblo, y por temor no me decido
a decirle siquiera que le quiero».
Me ha traido este poema recuerdos de los *corros* y cancioncillas de las niñas de antaño.
Es muy tierno y muy bonito.
¡Muchísimas gracias, Amelia! Ciertamente, las canciones, cuando era muy niña, fueron las que me enseñaron la magia de las palabras, y mi poesía siempre ha bebido de esa fuente. Un abrazo.