14- Memoria. Por Losalac

Llovía.

Las gotas se estrellaban con violencia en el cristal. Ana dio tres vueltas más en la cama hasta que supo que el sueño no iba a acudir a su cita. No por si solo.

Abrió el cajón de la mesilla y tanteó buscando el frasco de somníferos. Al moverlo constató lo que se temía; estaba vacío.

Se levantó y fue hacia la cocina, que más parecía un estercolero. El suelo estaba alfombrado por restos de bebida y colillas. Se quedó unos instantes pensativa. No entendía como la gente podía ser tan sucia. Y tampoco comprendía como lo que iba a ser una pequeña reunión de amigos se había convertido en una fiesta, con entrada libre.

Sus pies avanzaron con dificultad entre la masa pegajosa, notando su viscosidad. Decidió no pensar en ello. Puso la cafetera y esperó a que el aroma la envolviera.

Se sentó frente a la ventana observando abstraída como las primeras luces comenzaban a desperezarse. Unas tímidas gotas de lluvia, que espiaban a través de los cristales, la sacaron de su ensimismamiento. Encendió un cigarrillo e intentó ordenar ideas.

Y comenzó a recordar.

Y comenzó a doler.

 

Unas horas antes su casa se había vestido de música y risas, de amigos y desconocidos. Ya avanzada la noche, y después de disculparse varias veces con los vecinos que llamaban a su puerta, oyó como el timbre sonaba de nuevo con insistencia.

-Si son los de al lado otra vez, no me va a quedar más remedio que invitarles, o pediros a todos que os vayáis-comentó Ana.

Por la mirilla vio que era una compañera de trabajo, acompañada por un desconocido.

-Bueno María, ¡vaya horas! Pensé que ya no venías-exclamó Ana, a la vez que la abrazaba

-¡Hola Ana! Imposible perdernos esto! Disculpa la hora-comenzó a susurrar su amiga-pero es que he tenido que sacar a Pedro a rastras de su casa. Se acaba de separar y está muy tristón. Pensé que le vendría bien un poco de marcha…No te importa, ¿verdad?

-Me parece una idea estupenda. Bueno, preséntanos, ¿no?

Pedro salió de la penumbra del descansillo, con una sonrisa que se le congeló de súbito al ver a Ana. Ella, instintivamente, retrocedió sin querer creer lo que estaba viendo. Se quedó quieta, como si sus pies hubiesen germinado y echado raíces, mirando a Pedro, sin pestañear.

-Hola Ana. Qué sorpresa, no sabía que eras tú la de la fiesta…-acertó él a tartamudear.

-Ah!, pero ¿ya os conocíais?

-Sí. Desde hace mucho tiempo-dijo Ana con una dureza que hizo que su amiga se eclipsara. Ana hizo una seña a Pedro y éste la siguió hasta la cocina.

Pedro se acercó despacio prometiéndole que hasta ese momento, no sabía a donde iba. La sonrisa volvió a sus labios. Ana la recordaba demasiado bien; tan encantadora como peligrosa.

-No lo sabía. Ni siquiera sabía que trabajabais juntas. Puedes creerme.

-¡Uff! ¿Creerte?¿A ti? Nunca más. Pero tranquilo. Creo que ahora estás tan sorprendido como yo.

Un tenso silencio se adueñó del momento.

-En cualquier caso, te veo estupenda. No has cambiado nada-dijo él guiñando un ojo.

Ella retrocedió y soltó una risita amarga.

– Que estés ahora en mi casa, hablando conmigo como si fueras una persona civilizada, no quiere decir que te haya perdonado-le espetó a la vez que cerraba la puerta de la cocina.

-Lo siento Ana. Y mucho.

-Diez años Pedro. Diez. Se dice pronto…

-Lo sé. Lo siento de verdad.

-¿Sabes cuántas horas te estuve esperando en aquel bar inmundo? ¿Sabes que confiaba en ti?  ¿Lo sabes? No, claro que no. Sólo te preocupabas por ti. Ante un posible problema, que por cierto, nunca supiste de que se trataba, me diste la espalda.

Las palabras salían en cascada, veloces,  como si alguien las persiguiera.

-Fui un cobarde. No te lo merecías, pero estaba en un callejón sin salida. Decidí poner tierra por medio…

Los ojos de Ana lanzaban cuchilladas difíciles de esquivar.

-¡¡Ya!!-le interrumpió ella- Tierra, ¿no?. No hijo, pusiste un continente. Te llamé mil veces. Pero lo entendí. Al final lo entendí. Me lo explico muy bien tu mujer, que además de decirme que te dejara en paz me dio la noticia de tu futura paternidad. ¡Mujer e hijo! ¡Y yo sin enterarme! Que terrible ironía.

Pedro, incómodo, bajó la mirada sin saber muy bien que decir.

-Vete-susurró Ana- O quédate. Haz lo que quieras. Ya no me importa.

Él dio media vuelta y se alejó hacia la salida abriéndose paso entre los invitados, sin volver la vista atrás.

Ella intentó controlar el ritmo de sus latidos.  Se dirigió hacia el dormitorio para asegurarse de que su hija seguía durmiendo. Se acercó a ella y notó su respiración acompasada. Suspiró aliviada. Padre e hija eran como dos gotas de agua; una, dormía plácidamente y la otra, acababa de salir por segunda vez de su vida.

Fue al cuarto de baño, se secó unas lágrimas furtivas, cogió aire y trató de impedir que la herida se abriera.

 

Ahora, mientras tomaba café, todo el pasado volvía a ella con una fuerza que la acobardaba. El dolor guardado hacía tanto tiempo, se había escapado.

Y se maldijo por tener memoria.

7 comentarios

  1. Mis más sinceras felicitaciones «Losalac». Mientras leía su relato no he podido evitar sentir una profunda tristeza, y, es que, me siento profundamente identificada con Ana, la protagonista. El amor de mi vida se marchó con mi mejor amiga. Ahora, seis años después, lo he superado.De todo ese dolor,me queda el más maravilloso de los recuerdos de Jorge: nuestro hijo.
    Gracias por estos minutos de alivio. Si tiene alguna página web o lugar en el cual pueda leer más relatos suyos, le agradecería me lo dijera.
    Enhorabuena de todo corazón.

  2. Nuria, teclee opiniones literarias, no deje su sus problemas emocionales a disposición de cualquier lector, incluyéndome a mí. Permítame un consejo: abrace la vida que tiene y póngale un par de ovarios en el intento, señora…

  3. Nuria, para mí es una satisfacción que le haya gustado el relato. Y si le he hecho sentir bien en algún aspecto, ¡pues mejor! Gracias por su comentario.

  4. Me ha gustado mucho tu relato Lolasac, está muy bien escrito y es una historia que te llega al corazón. Espero que sigas escribiendo porque me parece que vas por muy buen camino. Mucha suerte!

  5. HÓSKAR WILD

    De vez en cuando, el pasado decide hacernos una visita. De vez en cuando, el pasado decide regalarnos punzadas de dolor. De vez en cuando aparecen escritores que saben plasmarlo. Enhorabuena y suerte.

  6. Bello relato lleno de emociones y bien escrito. Aunque arrinconemos el dolor, antes o después se hace notar de nuevo.
    Suerte

  7. Relato muy bien escrito, pero con todo respeto, me parece escrito por Caridad Bravo Adams o Barbara Cartland (a lo mejor esto es un halago).

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