95-Sombras. Por Soledad
Anoche, mi madre me preguntó si había vuelto mi padre del campo. Le anudé la servilleta al cuello y le di cucharadas de sopa mientras le ponía al corriente de las últimas novedades del pueblo.
Anoche, mi madre me preguntó si había vuelto mi padre del campo. Le anudé la servilleta al cuello y le di cucharadas de sopa mientras le ponía al corriente de las últimas novedades del pueblo.
Aquella llamada le había llenado de alegría. Él nunca había sido un hombre con suerte. Una voz artificial le anunció un premio que consistía en un crucero por el Mediterráneo en compañía de quien él quisiera.
Paula ocupó un taburete y gran parte de su trasero quedó suspendido en el aire. Pidió un café, encendió un cigarrillo y aprovechó el espejo de detrás del mostrador para retocarse el peinado.
Galileo describía el Universo como un libro escrito en el lenguaje de las matemáticas, un jeroglífico de figuras geométricas.
Hace un tiempo ya que Augustus decidió llamarse a si mismo Augusto, su nombre de emperador romano con el que lo habían llamado por tanto tiempo perdió su poder en la era en la que le tocaba vivir ahora.
A los pies de la cama de Pablo hay un baúl en el que vive el diablo. Es pequeño y panzudo, siempre vestido de rojo, con una capucha cayendo en pico sobre la estrecha frente, enmarcada por los negros cuernos en las sienes.