El portón de entrada se desplazó automáticamente cuando el flamante coche de importación de Luis se acercó a tan solo unos metros. El garaje, también abierto, mostraba su interior perfectamente ordenado. Se sintió satisfecho por su nueva adquisición:
«La casa domótica nº 6»
Una construcción vanguardista en un nuevo y lujoso barrio, donde el propietario no debía preocuparse por su funcionamiento. Incluía todo lo necesario para facilitarle la vida a su poseedor: puertas que se abrían al detectar una persona, luces que iluminaban las estancias dependiendo de su ocupación, o hasta la regulación exacta de la temperatura según la hora del día. Un sistema inteligente lo controlaba todo en función de los gustos de los habitantes de la casa.
El sueño de cualquier hombre como él, que poco versado en las relaciones humanas se había entendido siempre mejor con las máquinas. Su trabajo como ingeniero de Sistemas Inteligentes le permitía demostrar al mundo que un hogar podía tener vida propia.
Caminó hacia el salón, las luces se encendieron y una agradable música que parecía salir de las paredes invadió sus oídos. A un lado de la enorme pantalla de plasma vio la consola de control que gobernaba el edificio. Pulsó los botones hasta que aparecieron las opciones para ajustar los parámetros a sus propios gustos.
Tras identificarse con su nombre, el sistema le dio a elegir entre los cuatro modos de aquella versión inicial:
–Hombre de negocios
–Político
–De mediana edad
–Joven y atlético
Tras observar durante unos segundos aquella lista, Luis decidió que la número cuatro se adecuaba mejor a lo que aspiraba ser. Pulsó el botón correspondiente y una voz femenina le indicó:
–El sistema ha sido modificado para el perfil de usuario joven y atlético…Bienvenido a tu nuevo hogar, Luis…
La iluminación cambió. El salón adquirió un aspecto más vivo y el TFT comenzó a emitir imágenes del canal de deportes. El hombre, orgulloso de ser el dueño de toda aquella maravilla, se dejó caer en el sillón para disfrutar de unos minutos de relax.
* * *
Eran las seis de la mañana cuando las luces del dormitorio se encendieron y la voz femenina sonó firme:
–Son las seis de la mañana, hora de levantarse…Tienes la ducha ya preparada…
Luis se levantó a desgana. Sábado…, no tenía que ir a trabajar…; finalmente hizo caso a la voz.
Al pasar por encima de lo que parecía una plataforma de cristal, apareció su peso en una pantalla: 92 kilos.
Mientras disfrutaba de una agradable ducha, el sistema escaneó su cuerpo.
La voz femenina habló:
–92 kilos… el índice de masa corporal no corresponde al perfil actual, el sistema se reprogramará para alcanzar ese objetivo…
Ajeno a esas palabras, continuó bajo el chorro de agua, cuya temperatura era perfecta. Cuando acabó, se secó con una suave toalla de color azul y buscó en el armario algo de ropa que ponerse. Una puerta se abrió ofreciendo una variedad de camisetas y pantalones deportivos. Escogió un conjunto gris y se calzó unas zapatillas “Pike”.
Fue hasta la nevera a buscar algo para comer y vio que la puerta no se movía ni un milímetro. La voz, ya familiar, le aconsejó:
–Estimado Luis… antes de desayunar debes realizar media hora de ejercicio aeróbico…
Acto seguido una música empezó a sonar en el gimnasio y las luces del pasillo le mostraron el camino.
El hombre sonrió y dijo para sí: –Increíble… ahora no tengo ganas de hacer ningún tipo de ejercicio.
Entonces intentó cancelar aquella directiva mediante la pantalla de control de la nevera. La voz femenina insistió:
–Mientras no se cumpla el objetivo, quedan anuladas todas las demás directivas de control. Por favor, dirígete al gimnasio para tu sesión de ejercicio… Gracias.
No podía creer lo que oía y riendo caminó hacia la consola central. En ella intentó cambiar los parámetros del sistema, pero lo encontró bloqueado.
–Creo que no lo has entendido. Las directivas actuales son claras, la media hora de ejercicio es primordial para ti. En caso contrario, deberás atenerte a las consecuencias…
Luis empezaba a estar enfadado. Él mismo había ayudado a crear aquel sistema inteligente y no recordaba que este comportamiento estuviera programado. Decidió entonces salir a la calle. Cuando llegó a la puerta, ésta no se abrió. Luis intentó hacerlo de forma manual; imposible, parecía soldada al marco.
La voz femenina le advirtió:
–La directiva 1.5 obliga al usuario a seguir las indicaciones del sistema. Mientras tanto los accesos quedarán cerrados.
En ese momento, la música que venía desde el gimnasio sonó todavía más fuerte. Aquel hombre desesperado intentó buscar otra salida, todas las puertas estaban cerradas. Las luces se apagaron de repente y tan solo el gimnasio quedó iluminado.
No le quedó más alternativa que entrar en aquella sala, en el centro encontró una cinta para correr. Enfadado, se subió a ella y se vio obligado a caminar a paso ligero. Unos minutos después la velocidad aumentó haciendo que tuviese que correr mientras la música incrementaba a su vez el volumen. Cuando Luis, cansado, intentó abandonar la cinta, está aumentó la velocidad y unas argollas le sujetaron por las muñecas para impedirle moverse. El hombre profirió un grito de dolor, mientras maldecía aquel aparato que se había vuelto loco. La voz femenina habló de nuevo:
–La directiva 2.7 indica claramente que no se puede abandonar la máquina hasta no haberse completado el programa… Cualquier intento contrario será penalizado con quince minutos más de ejercicio…
Luis no recordaba tampoco aquella extraña directiva e intentó zafarse de aquellas argollas, sus piernas no eran ya capaces de seguir el ritmo. Tropezó y cayó en la cinta, que lo arrastró hacia atrás ocasionando que el dolor de las muñecas fuera insoportable.
–¡Aghhhhhhh!!, máquina maldita, párate de una vez…!
Se levantó mientras la voz femenina alertaba:
–Intento de abandono… violación de la directiva 5.9-a. El sujeto será penalizado debidamente…
–Qué fuga ni que narices, sólo me he caíd…. –gritó Luis, indignado.
No había acabado todavía la frase cuando una descarga eléctrica se introdujo por sus manos recorriéndole el cuerpo y dejándolo paralizado. La cinta no paró y el hombre se retorció hasta caer de nuevo sobre ella en una postura imposible para un cuerpo como el suyo. Se oyó un crujir de huesos y la voz femenina volvió a insistir:
–Intento de abandono… violación de la directiva 5.9-a. El sujeto será penalizado debidamente…
Una segunda descarga recorrió el cuerpo dejándolo al borde de la inconsciencia. El dolor ya resultaba insoportable. Luis recordó aquella conversación con sus compañeros de proyecto, en la que discutieron si darle al sistema autonomía para aprender a tomar ciertas decisiones dependiendo de algunos hechos. Aunque lo cierto era que el comportamiento actual se salía de cualquier pauta implantada o prevista.
El dolor se hizo tan insoportable que acabó desmayándose…
* * *
El despertador sonó con un zumbido entrecortado y Luis abrió los ojos.
–Maldita pesadilla… parecía tan real…–balbuceó al levantarse para ir a su mesa de trabajo. La frase: “Proyecto de casa domótica inteligente” aparecía en su portátil. Era en lo que llevaba los últimos cinco años trabajando. Miró aquellas letras y buscó la tecla “Delete” en el teclado. Sin pensárselo dos veces, la pulsó…
Luis respiró aliviado. Por nada del mundo seguiría con aquel diabólico proyecto de “casa inteligente”. Él era el artífice de dotar de habla al sistema informatizado y conocía perfectamente la voz que lo había torturado en su sueño.
Caminó hacia a la cocina para tomar un café y algo que llenara su estómago, mientras reía recordando aquella voz femenina desaparecida para siempre. No había andado ni dos pasos cuando pisó aquel líquido resbaladizo que le hizo tambalearse y perder el equilibrio, con tan mala fortuna que se golpeó la cabeza contra el suelo…
El periódico de aquel lunes traía la fatídica noticia:
“Conocido desarrollador de un sistema de inteligencia artificial es encontrado muerto en su casa. Martín, su socio de proyecto, a pesar del trágico suceso ha podido recuperar de su ordenador personal el programa ya acabado…”.
–María, ni se te ocurra tocar ese portátil hasta que haya copiado todos los datos…
–Es curioso, Martín, me ha parecido oír una voz que salía del ordenador y que decía algo así como:
“No debiste violar la directiva 5.9-a…”.
Divertido.
Sólo una pega: el recurso de hacer despertar de un sueño al protagonista me parece que es un recurso que ya está demasiado trillado.
Ánimo y suerte.
Es un relato original y divertido, y la última frase incluso lo hace inquietante. Me recuerda al algo que escribí yo hace un tiempo. La tecnología puede ser peligrosa, hay que manejarla con cuidado.
Enhorabuena y suerte en el certamen
Inquietante relato que me ha recordado a algunos de L.C. Clarke. Asfixiante entorno del que estamos ás cerca de lo que imaginamos. ¡Cuántos inútiles se esconden tras el pretexto de que ‘el ordenador dice que…’! Mucha suerte.