62-El desagüe. Por Hilario Bans

N.- Era diciembre, el zumbido del despertador aún retumbaba en el silencio de la habitación y de fondo se percibía el constante murmullo del agua de una ducha. El agua corría desagüe abajo las cinco plantas de altura hasta llegar al sótano; allí impactaba de forma súbita contra una desviación a noventa grados y seguía, con un paso más lento y una pendiente más suave, hasta la conexión del alcantarillado, a doce metros de distancia y enterrada a poco más de cuatro metros de profundidad bajo el asfalto de la calle.

 

D.- Cuando el agua casi llegaba a quemar entró en la ducha y por el desagüe comenzaron a mezclarse orín de toda la noche, champú de raíces con aroma a romero y agua caliente, muy caliente. Un par de minutos después, la mezcla cambió a gel de avena y saliva con pasta de dientes de triple acción; todo ello caliente, muy caliente. Al cerrar el grifo, el vapor de agua apenas dejaba ver dentro del baño y el espejo era una superficie totalmente opaca.

 

N.- Los ecos del toque de diana habían quedado silenciados, gracias en parte al agradable rumor que provenía desde el otro lado de la pared; por lo que la ruptura del sueño había sido efímera, casi irreal y volvía a encontrarse sumida en un placentero —que no profundo— sueño.

 

D.- Se puso el pijama sin calzoncillos, como era costumbre en él, se echó colirio en sus cansados ojos, dejó la ropa que se había quitado sobre el inodoro y con cautela salió del baño; atravesó la alcoba casi de puntillas y se metió en la cama. Al colarse bajo el edredón notó como en unos segundos había pasado del calor del baño al frío de la habitación y de nuevo al calor, pero en esta ocasión proveniente del cuerpo dormido de Nuria.

 

N.- Tuvo la sensación como si el colchón se hundiese y hasta juraría haber sentido el brazo de Diego sobre su cintura, por lo que despertó de súbito de su inconsciencia y miró el despertador; apenas si habían pasado dos minutos desde que sonara. Giró la cabeza para mirar la luz del alumbrado exterior, que se colaba a través de las pocas rendijas que habían quedado abiertas en la persiana y pasó su brazo sobre la mitad de la cama vacía.

 

D.- Al girar su cabeza pudo ver, un día más, lo guapa que estaba cada vez que despertaba; abrazado a ella rozó su mejilla contra la suya, se dejó seducir por el tacto de su piel y sonrió de forma automática, después cerró los ojos. La rodeó con sus brazos y notó cómo estiró todo su cuerpo al pegarse a él.

 

N.- Con la mirada perdida en la penumbra del amanecer, ladeó su cuerpo y extendió sus dos brazos, como si quisiese abrazar la mesilla sobre la que ya no quedaba nada sobre ella. Hizo una leve mueca de dolor con sus labios y cerró los ojos.

 

D.- Le pareció una eternidad, pero fueron poco más de dos minutos y medio los que tardó en quedar totalmente absorto y cayó en un profundo, dulce e incontenible sueño. Abrazado a ella sintió como última conciencia el olor de su piel recién despierta y sin darse cuenta la besó en la mano.

 

N.- Esperó a que estuviera dormido y se soltó muy lentamente de sus brazos, para evitar que pudiera despertarlo y se puso en pie sin hacer ruido alguno; cogió la bata que tenía en el suelo junto a la mesilla y se la puso en un suspiro; debía de hacer mucho frío fuera, porque la temperatura de la habitación era bastante menor que la de otras mañanas. A tientas cogió la ropa que tenía sobre la mesilla, entró en el baño, cerró la puerta tras de sí y encendió la luz.

 

D.- Con los ojos entreabiertos la observó rodear lentamente su cuerpo con la bata, coger la ropa y entrar en el baño. Una amplia cortina de luz inundó toda la habitación a través de la puerta del baño, abierta de par en par. Desde la cama, con el edredón a medio cerrar, la observaba sólo a través del sonido que fácilmente se colaba de la estancia contigua.

 

N.- El vapor de agua aún seguía en el ambiente y apenas si podían verse con claridad los dos apliques a ambos lados del espejo. Con la puerta cerrada todo el vapor parecía agolparse junto a ella, esperando que ésta volviera a abrirse; quitó la ropa sucia que le había dejado sobre el inodoro, se sentó para aliviar su apretada vejiga y bostezó sólo de pensar en el monótono día de limpieza que tenía por delante y sin reparar en ello retorció cuerpo y brazo para apretar el botón de la cisterna.

 

D.- Oyó el ruido de la ducha nada más entrar en el baño, antes incluso de oírla orinar, ya que el primer agua caliente tardaba en llegar desde la otra punta de la casa, donde estaba el calentador. Acurrucado en la cama, intentaba conciliar el sueño; pero su inconsciencia había perdido ya la partida días atrás y con la cara iluminada mantenía los ojos fijos en el canasto de la ropa sucia.

 

N.- Por el desagüe bajaron mezclados agua, orín, celulosa y parte del flujo menstrual que acaba de llegar para darle los buenos días y con la rutina de cada día se metió a la ducha; cabeza, cuerpo, ingles, axilas, durezas… Diez minutos a más de cuarenta grados y otra gran cantidad de vapor de agua que hacía la respiración casi imposible.

 

D.- En poco más de diez minutos la vio aparecer a través de la puerta; su aspecto, recién duchado y arreglado, difería mucho del de días atrás y sin dejar de mirarla la observó atentamente, mientras subía la persiana y abría la ventana de la habitación para ventilar el ambiente de toda la noche.

 

N.- Cuando terminó de arreglarse apagó la luz y salió del baño, con la ropa sucia bajo un brazo y, a tientas, se abalanzó sobre la cama para besarlo y lo encontró destapado, con el pijama mojado, empapado en sudor, inmóvil e inerte.

 

D.- Sus ojos le parecieron tristes, cansados, y sin poder decir nada la dejó marchar, con su habitación ya arreglada; oyó el sonido de sus pasos perderse a lo largo del pasillo y unos minutos después sonó el golpe de la puerta de entrada, acompañado de la cerradura que la condenaba.

 

***

 

D.- Decidió que la heroína encontrada esa noche era una buena compañera para aquella fría mañana, después de toda una jornada vigilando un oscuro aparcamiento y viendo monitores que mostraban imágenes fijas de cámaras que no dejaban de grabar. Su sangre llevaba algo más de ocho meses limpia y pensaba que un pico no lo haría volver a caer.

 

N.- Lo conoció en pleno síndrome de abstinencia, rebuscando en una papelera algo de comer que tuviese glucosa. A pesar de lo deplorable de su aspecto quedó atraída por el intenso azul de sus pupilas, que parecían hablar de una época con mejor suerte. Lo ayudó a salir del pozo, le consiguió un trabajo y lo invitó a vivir con ella.

 

***

 

D+N.- Una papelina adulterada arruinó una vida y mató otra, mientras por el desagüe se mezclaban agua, orín, gel, ilusión, confianza y amor en un viaje que partió desde una quinta planta y terminó oculto bajo tierra, a más de cuatro metros de profundidad.

3 comentarios

  1. Muy original la forma de contar la historia. Si tuvieran que diseñar desagües por los que se deslizan nuestros sueños, no quiero ni imaginarme el diámetro de los mismos. Mucha suerte.

  2. Original, distinto a muchos de los relatos aquí presentados. Te felicito Hliario, estaría bien que por el desagüe se fueran nuestros sueños, nuestras frustraciones y también lo que no nos gusta de nosotros mismos.

  3. Hola, Hilario Bans. Muchas gracias por tu comentario sobre «El desierto» y tus deseos para la final 🙂 Me parece francamente original el modo en que narras tu relato y me encanta la descripción de todo lo que se mezcla por las tuberías. ¡Casi me provoca una arcada, lo que significa que está logrado! 🙂 ¡Felicidades!

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