61-Los novios de la gorda. Por Mariolo

Esta historia se sitúa en un pequeño rancherío rural, alineado al costado de un camino vecinal, que lo une con el poblado mas cercado a unos veinte kilómetros.-

  Según dicen el primer rancho fue el de Don Jerónimo, tropero, baqueano para el ganado, facón en la cintura, botas de potro, y el pucho siempre apretado entre los dientes.-

  En el pago se conocía como “El rancherío de Jerónimo”.-

  Una zona dedicada a la cría de ganado; casi todos los pobladores de este rancherío eran peones de estancias, troperos, diestros jinetes, alambradores, o simplemente hombres y mujeres de campo.

  Las familias mas conocidas eran las de Pocho Jiménez y su esposa Rosa; la de Don José Pereira, su esposa Juanita y su hija María del Carmen; Doroteo Domínguez, su esposa Chela y su hija Margarita; el almacén de ramos generales de Don Pantaleón Sánchez, más conocida por el almacén del “sordo Pantaleón”; el zurdo Pedro Domínguez, hermano de Doroteo; y a unos doscientos metros la viuda de Don Jacinto con sus dos hijos mozos, conocidos como “El tuerto y el manco Benítez”. Pero no podía faltar como completando el paisaje, el rancho de Jerónimo, gaucho viejo, ya retirado de sus  actividades, pero con ricas historias de vida.-

  En este rancherío no hay vehículos, solo  caballos y dos carros, propiedad uno del almacenero y el otro de los hermanos Benítez.

  Es muy común que pasen por el camino vecinos de la zona,  llegando vendedores y curiosos a visitar el almacén de Don Pantaleón.

   Cada rancho, cada familia tienen su particularidad, interesante para destacarla.-

  Cuando llegamos al rancho de Pocho Jiménez, nos recibe un juguetón perrito, que nos acompaña desde la entrada hasta el mismo rancho.- Don Pocho, hombre de pocas palabras, voz gruesa, cara marcada por el sol, y la tierra del camino, gentilmente agradece la visita, se saca la boina,  invitándote a pasar.- En el interior del mismo, su esposa Rosa, con su infaltable delantal, ofrece un mate, que luego como por arte de magia aparece en sus manos unas masitas hecha por ella, recién horneadas y con olor a vainilla.- En un rincón del rancho está la cocina a leña, con una pava de agua caliente.-

  La conversación de rutina, la salud, el tiempo, los chanchos, lo cara que están las cosas; en fin  hace tiempo que no llueve. Se agradece el buen recibimiento, siendo la despedida agradable y cordial.

  Don Pocho en la despedida, nos acompaña algunos metros, aprovechando para saludar a su vecino José Pereira. Le  pregunta por su salud, que según parece recién estaba saliendo de una fuerte gripe.-

  José Pereira camina quince o veinte metros e ingresa a su domicilio. Según nos han contado el amigo Pereira, trabaja de capataz en la Estancia “La buena moza”, a pocos kilómetros de este rancherío.- Su esposa Juanita, una vez por semana limpia la casa de los patrones, recibiendo a cambio, leche, huevos y algo de carne.- Su hija María del Carmen, quinceañera, ojos verdes, estatura mediana, trabaja en el comercio de Don Pantaleón, atendiendo el mostrador, preparando algo de comer, para su patrón.-

  El rancho de los Pereira, tiene en la entrada un hermoso ombú, que los caracteriza en el barrio, teniéndolo como referencia al visitante, diciendo “del ombú de los Pereira, al lado”, o “del ombú de los Pereira cien metros más allá”.-

  Es muy común ver llegar a Pereira en su caballo tordillo, sombrero de alas ancha, de color negro, bombachas azules, y una camisa amarilla bordada por su esposa Juanita. Sus botas bien lustradas, hacen de él la prolijidad que lo caracteriza, y del buen concepto que tienen sus patrones de él. Cuando llega a su casa, se saca las botas,  siendo las alpargatas negras son su calzado predilecto.-

  Pero si hablamos de gauchos prolijos debemos nombrar a Doroteo Domínguez, que con su esposa Chela y su hija Margarita, viven en un coqueto ranchito, en el centro del poblado.-

  Rancho de paja y adobe, techo a dos aguas, pozo de balde, plantas floridas  hacen de la admiración, hasta del más distraído.-

  En la entrada, un portoncito de madera, pintado de blanco, y un pequeño letrero que dice”    En este rancho pobre, encontrará mucho amor, comida y buen trato”

  Doroteo es alambrador, reconocido en el pago, dedicándose especialmente, a la construcción de encierros para ganado de cría.

  Su esposa Chela, vende pasteles a los vecinos, y como ya tienen fama, llegan a su casa los visitantes casuales que pasan por el camino.-

  En la puerta del rancho hay una silla de madera, de color verde, con asiento de paja, que la usa Margarita por las tardes, para coquetear a los que pasan o llegan a su casa.-

  Margarita es una muchacha morocha, de trenzas largas, con moños rosados, pero muy gorda.- Su edad se podría estimar en unos veinticinco a veintiocho años.-

  Según cuentan los vecinos, nunca a tenido novio, pero según ella, no hay un muchacho en el rancherío que no la hubiera enamorado.

   Sus padres siempre han querido que se casara con el almacenero Don Pantaleón, pero por ahora, no se concreta el encuentro.

  Quien no le gustaría tener la buena fortuna de casarse con un señor respetable, buen rancho, capital disponible, y un futuro para sus hijos.-

  El almacén de ramos generales de Don Pantaleón, es el encuentro obligado de todos los habitantes del rancherío y de los pagos vecinos.

  Don Pantaleón es un hombre cincuentón, escaso de cabello, siempre de sombrero marrón, que se lo retira cuando entra una dama a su comercio.-

   El dicho de Don Pantaleón para sus clientes: “estamos para servirlo, siempre y cuando no pida fiado”.

  Este pintoresco almacenero, abre su comercio muy temprano, no duerme la siesta,  clausurando actividades cuando se entra el sol.-

  Con su saco blanco, lápiz en la oreja, cinto de cuero, con las iniciales de su nombre grabadas en la hebilla, recibe con una sonrisa a sus clientes. El despacho de bebidas al paso, la tiene en un costado del mostrador, para no molestar la venta al menudeo.-      Aparentemente Pantaleón es un poco sordo, y muchas veces pide se le repita lo solicitado.- Claro a la hora de cobrar parece mejorar esa dificultad.-

  El paisano que más visita el despacho de bebidas es el zurdo Pedro Domínguez, que según parece el alcohol le da por cantar.-

  El “zurdo Pedro”, como todos lo conocen es un veterano solterón, muy enamoradizo,  con piropos a flor de piel para las damas del barrio.-

   El rancho de Pedro Domínguez es característico por el nido de hornero que tiene en una horqueta al costado de la ventana.- Según sus vecinos, la desafinada guitarra lo acompaña por las noches, acortando sus horas de soledad.-

   En sus años mozos, supo manejar el ganado de una estancia vecina, y según cuentan estaba enamorado de la hija del patrón, una china querendona que le hacía ojito, cada vez que pasaba a su lado.

   Hoy solo le queda un viejo caballo, que lo lleva hasta el almacén de Pantaleón, y con paso lento, regresan al rancho.

  Nunca le conocieron mujer, pero la gorda Margarita, cuenta que en una oportunidad, cuando fue hacer las compras al almacén, Pedro le hizo una declaración de amor.-

  Pero el rancho más mentado es el de la viuda de Jacinto Benítez, muerto por una picadura de víbora hace ya muchos años.-

  Según cuentan las vecinas, la viuda Petrona Sánchez de Benítez, es hermana de Don Pantaleón,  una bonita mujer, de unos cincuenta años, pelo castaño, ojos marrones claros, estatura mediana, y siempre dispuesta para el baile.-  Boca bien pintada, coloretes en su cara, la identifican como la “viuda alegre”.

       Viven con ella sus dos hijos solteros, Juan, más conocido por “el tuerto”, desgracia que la lleva desde muy pequeño, cuando pierde una vista, al pincharse con una espina de tala, y Rodrigo, conocido por “el manco”, por tener de nacimiento un brazo más corto.-

  Los muchachos como los llama ella, están generalmente toda la semana fuera de casa, por sus trabajos de peones en una estancia de la zona.-

  Los fines de semana cuando vienen, generalmente se organiza baile, con la guitarra de Pedro y el acordeón de dos hileras de Jerónimo.

  Petrona Sánchez prepara empanadas y pasteles para los fines de semana, agasajando a los invitados, junto al vasito del vino patero que trae Don Pantaleón.

  La gorda Margarita, coquetea con todos los bailanteros, a todos les dice que sí, pero nadie concreta.

  Pero lo más jugoso de la reunión son los comentarios y los chimentos que cada uno, trae los fines de semana.-

  Este sábado caluroso de enero, falta al baile la familia Pereira. Por motivos no develados, seguramente dará pie, para que los comentarios se centren en los ausentes.-

  Comenta Doña Chela:”Que me dicen de la joven María del Carmen, le compraron un vestido nuevo, pero no le gustó el color”, y continúa diciendo Rosa, la mujer de Don Pocho,” pero según parece era un vestido usado, de una finadita tía, que su madre lo tenía reservado”, “bueno” dijo Petrona, “yo no quiero repetir, pero a mí me dijeron, que se lo dieron en la parroquia del pueblo”, en fin dijeron todas, era un mamarracho.-

   Comienza el baile con una polca ligera, siendo la gorda Margarita la primera en llegar a la pista. Ojito va, ojito viene, pero nadie la saca a bailar. Pero había un invitado amigo de Don Pantaleón, un veterano sesentón, de boina colorada, bombachas a cuadros, con un cinto lleno de monedas. Sin dudar un instante Margarita agradece la atención del arriesgado bailarín, que no lo suelta por toda la noche.

    Al otro día, fue el comentario de todos los vecinos, el baile de Margarita, con el forastero. Su madre Doña Chela, le cuenta a sus comadres, que seguramente muy pronto tendremos casorio.

  Así pasan los días, con las ilusiones destrozadas de la joven Margarita, que su corazón late, ante la llegada de un pretendiente, pero no es correspondida.

   Una tarde llega al rancherío un joven paisano, bien parecido, tez mate, ojos marrones, botas de caña corta, con un caballo tordillo, que lo ata en el palenque del comercio de Don Pantaleón. De paso lento se dirige al mostrador, pide una caña, deja su poncho a un lado, diciéndole al pulpero: ¿Dónde vive Margarita?  Sorprendido Don Pantaleón y con voz entrecortada le responde “Vive en aquel rancho, con su portón pintado de blanco, en el centro del rancherío”

    Toma la caña de un trago, toma su poncho, de un salto sube a su caballo, marchando a tranco lento hacia el rancho de Domínguez.

   Sin bajarse del caballo, con voz potente dice: “Margarita, vengo a buscarte, para que a partir de hoy, ilumines mi rancho”.

    Todo el vecindario estaba en la puerta, y no podía creer lo que estaban oyendo.

  Margarita sale del rancho de sus padres, sube al caballo, se despide de sus padres con la mano, alejándose del poblado rumbo a la felicidad que tantos años había esperado.

2 comentarios

  1. Yo creí que nunca ibas a terminar de darnos a conocer a todos los ranchos y sus habitantes de aquella región. Espero que el caballo haya aguantado a la gorda Margarita.

    Hay una cosilla que se te escapó:
    a tenido novio, pero según ella, no hay un muchacho en el rancherío que no la hubiera enamorado. Ha se escribe con hache como lo mencionas en el siguiente párrafo: Sus padres siempre han

  2. Tal vez la gorda Margarita tenía alguna habilidades que el autor no cuenta y que la hacían deseable para esa ingente cantidad de rancheros. Esperemos a la segunda parte. Suerte.

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