125- Y pierde el sentido. Por Wahad

Probablemente, cuando haya terminado estas líneas nadie pueda leerlas. Esto le dará cierta libertad, tanto en lo que se refiere a la técnica narrativa como en lo que trata del desarrollo de la acción; así podrá lanzarse a vericuetos argumentales tratando de aportar lógica e incoherencia al relato.

 

Ha caído en una trampa pero no lo sabe. Sin embargo, sí que conoce que debe haber una clave dispersa entre las líneas del texto que tiene delante, líneas cuya situación exacta desgraciadamente ignora. Incansablemente, busca la frase que le permita dar dar una interpretación correcta al presente. El pasado lo olvidó hace poco, y el futuro depende de cómo resuelva los signos entrelazados en la narración. Esta tarea puede parecer ardua, pero se deleita en ella. Sabe que debe llegar un momento en que se acabe, porque hasta ahora no se ha conocido un caso en el que su búsqueda no tenga fin; por lo tanto, se resigna y mira a su alrededor, como aplazando la ejecución de la misión que se ha encomendado. Ve objetos heterogéneos, distingue algunos que le son familiares. Cuando se cansa de esta digresión, la clave sigue sin aparecer; aunque da la impresión de estar un poco menos oculta. Cree, tiene casi la convicción de ello, que se le está pasando algo por alto. Lo que le desconcierta, lo que le incomoda, es que ignora por qué se empeña en seguir adelante, en resolver el enigma. Debe haber, se dice para sí, una fuerza misteriosa en las palabras que nos hace tratar de darles sentido.

 

¿Está en su casa, en el trabajo, en otro sitio? Ya no lo sabe ¿Dónde está realmente? ¿Dónde está la clave? No tiene la seguridad de reconocer lo que le circunda; los objetos a su alrededor aparecen borrosos. Va perdiendo la noción del tiempo mientras se enfrasca en su ejercicio de criptografía. Se ríe; esto no es realmente criptografía; se dice: tan solo hay que tener paciencia, que ya llegará el final. Cuando haya terminado será libre, aunque ahora no tenga la conciencia de no serlo. La pregunta le vuelve como en un bucle: ¿Dónde está realmente? Su existencia ¿acaso está contenida en un ámbito superior? No parece que haya una respuesta sencilla. Suponiendo que haya algo superior, entonces su búsqueda no obedecerá a su libre albedrío… ¿Hay alguien o algo que le esté controlando?

 

Tiene demasiadas dudas. Le parece que éstas se hacen mayores cuanto más avanza; las pistas que encuentra le hacen volverse atrás. Si hubiera, por fin, un indicio definitivo, una repentina iluminación, una aclaración pertinente. Es tan poco lo que pide. Su esperanza, empero, sigue ahí. No ceja en su empeño, no se le acaba el tesón para acometer las dificultades de su estado ambiguo. Trata de recapitular lo que ya sabe: hay algo que no está claro, y la llave para penetrar en su sentido se sitúa en las líneas de un texto. No sabe qué líneas. Escrutando en su memoria, recuerda que en anteriores ocasiones normalmente las últimas líneas cumplían ese propósito. Siente una somera desesperación que va creciendo paulatinamente, un cansancio que ya amenaza con ser definitivo. Sin embargo, su propósito sigue firme. Decididamente, se ha propuesto desentrañar el misterio cueste lo que cueste. Al someter a escrutinio lo que ya ha visto, llega a la conclusión de que no debe andar muy lejos de la respuesta; ya que no puede haber una sucesión de palabras tan extensa que no tenga un sentido concreto. Dicho de otra manera: tal cantidad de frases deben estar ahí para algo, y ese “algo” necesariamente se encontrará cerca.

 

Comenzando ya el quinto párrafo, se da cuenta de que hay un ciclo en las palabras escritas. Efectivamente, nota que las palabras no parecen referirse a una realidad extrínseca al relato, sino que intrínsicamente se califican y narran a sí mismas. Este hecho parece darle una pista más para hurgar en la significación del texto. Hasta ahora, la narración ha ido cumpliendo o defraudando sus expectativas conforme iba avanzando en la lectura del escrito. Pero esta nueva vuelta de tuerca ha provocado un cambio inesperado en la secuencia de acontecimientos, puesto que ahora las oraciones que va leyendo han pasado a estar relacionadas consigo mismas y con nada más. Los procesos mentales empleados en la ejecución del relato son lo único de lo que parece tratar esta narración. Esta conclusión le lleva a concebir que la llave del texto la tienen esos procesos cognitivos que acaba de nombrar; ya se siente más cerca.

 

Continuando con este razonamiento, recuerda un fragmento del texto: ha caído en una trampa pero no lo sabe. Se pregunta: ¿cómo puede alguien caer en una trampa que ha creado, sin saber que ha caído en ella? Se le ocurre que tal vez una persona distinta sea quien haya activado la trampa, tal vez incluso alguien exterior al relato mismo, tal vez incluso alguien que lo interpreta, un/a exegeta que ahora mismo le da sentido a estas palabras. Y pierde el sentido el relato mismo. Porque usted es el protagonista del relato, usted que lee, usted cayó en la trampa, usted ha descifrado el secreto de esta narración. Usted la escribió también: suyo es el texto.

10 comentarios

  1. Es un relato tan Kafkiano, que hasta me ha gustado, a pesar de que mis lecturas y mi forma de escribir son siempre realistas. Mucha Suerte.

  2. Demasiada larga la argumentación. Hay que atrapar al lector en dos párrafos como máximo. Conmigo no lo ha conseguido, situación que no implica nada. Suerte.

  3. Musame: atiendo a su petición. No sin antes preguntarle por el porqué de la diferente utilización de nombres para el seudónimo del relato y para los comentarios.
    La idea me parece buena, aunque creo que al relato le falta algo de tensión. Cuestionar la realidad es un recurso que solemos utilizar bastante todos los que escribimos; pero a veces hay que dar un paso más y hay que trastocarla para que el que lee se extrañe, se inquiete…
    En el primer párrafo hay una frase que chirría un poco porque es demasiado larga. Me refiero a la siguiente: «tanto en lo que se refiere a la técnica narrativa como en lo que trata del desarrollo de la acción», creo que quedaría más directa y ágil si dijera: tanto en la técnica narrativa como en el desarrollo de la acción». Como siempre digo: Corregir es reducir (Andres Neuman).

    Hay otro momento, al principio, en el que has repetido una palabra dos veces:
    «dar dar «.
    Por lo demás el relato está bien escrito, tu prosa es fluida. Lo que ocurre es que todos tendemos a ensayar (me incluyo a mí mismo), a sentenciar, y a reflexionar para intentar transmitir nuestras ideas. Lo más difícil de escribir, a mi juicio, es olvidarse uno mismo, escaparse de la vanidad (inherente al acto de escribir)y mirar para fuera en vez de para dentro.
    En fin, ya que me has pedido que opine, me he permitido contarte algunas opiniones generales. Espero no haberte aburrido y, si no lo has hecho ya, espero que visites mi cuento (31).
    Saludos y cuentos.
    Mucha suerte y mucho ánimo.
    ¡

  4. Coincido de pleno con Auster: hay que invertir demasiado esfuerzo para concluir de leer el relato. Aunque no comulgo del todo con el paradigma de Carver, sí es cierto que la lectura deber resultar, cuanto menos, amena. El relato se desarrolla con demasiados preámbulos que sólo le aportan extensión, y tampoco me ha gustado el final, pues detesto los finales “tramposos”.

    En cuanto al aspecto formal, Ud., que ha corregido a tanta gente, debería haberse percatado de la profusión casi patológica de adverbios acabados en mente que jalonan la narración. Tampoco soy integrista en esto, pero si el estilo fuerza al lector a fijarse en él, en lugar del argumento, algo falla. No le vendría mal pasarse por este sitio: http://www.aviondepapel.com/cajas/adverbiosenmente.htm . Por ende, el inicio del texto resulta un poco afeado por la abundancia de verbos genéricos, e incurre algún leísmo, que, como no está claro el género del protagonista, puede constituir una incorrección.

    Como resumen, lamento decirle que no me ha gustado en absoluto. Aun así, suerte

  5. No puedo poner el mismo nick, porque uso éste en irc.

    Valentina: no esperaba menos de ti. Claro que si entendieras lo que lees, te habrías dado cuenta de que los «les» al principio no son leísmos; sino que son correctos y concuerdan con el sujeto, como evidencia el final. En fin, prefiero escribir algo que requiera esfuerzo leer a narrar sentimentaloides asuntillos. ¿Final tramposo? Si un final preparado y acorde con el resto del texto es tramposo, apañados estamos.

  6. Musame:

    Curiosa-mente, fue Ud. quien pidió mi opinión, de otro modo no se la habría brindado, ya que sólo comento las obras que me gustan.

    Evidente-mente, además de ser un “gran” escritor, juzga ecuánime-mente a los demás: si a alguien no le gusta extraordinaria-mente el petardo que Ud. escribe, resulta que no lo entiende.

    Pues eso será (lógica-mente).

  7. Siempre es de agradecer que se exploren otras formas de escribir, que se inventen historias poco convencionales, que se trate de sorprender. Gracias por compartirlo con el resto de aprendices. Suerte.

  8. Valentina: felicidades, formas parte del 10% a quien no le ha gustado. En fin, si tener un estilo reconocible por el lector, con repetición de adverbios acabados en -mente, resulta ser una patología; pues tengo muchas. Qué se le va a hacer. A pesar de todo lo dicho, agradezco tus comentarios; que no esté de acuerdo no implica nada, todo es aceptable aunque venga de escritores tan malos. Suerte a ti también.

  9. Efectivamente, el lector se siente atrapado en esa enorme maraña de palabras, pero esa fue la intención del autor. Por lo demás si la narración fue una de las 200 escogidas es por algo. Yo te felicito Musame o Wahad o como te llames.

  10. Es la última vez que participo en el certamen, hasta que cambie de opinión.

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