Pese a que me siento cruel por mi brusco proceder, no la soportaba más, y la encerré en el cuarto de baño, para que disfrutara de la mierda, al final, es lo que hace mejor. Es igual a todas, observa las cosas y las toca. Revolotea con su repugnante fealdad provocando mal aspecto. Yo la rehúyo temeroso, pienso, que hasta su monstruosidad congénita es infecciosa. Con frecuencia, me pregunto: ¿Para qué su existencia? Condenado el día que penetró en la casa invadiendo mi intimidad. Espero estampillar su humanidad, aunque sea, contra la pared más cercana.
Mi hija entró al baño, y, cuando le ordené que no la dejara salir, con tono de reproche, me respondió preguntando: << ¿Por qué mejor no la matas?>>. No quise pormenorizarle que lo pretendí varias veces, y no fui capaz de conseguirlo. Le repliqué: <<Ella morirá sola>>.
Esta mañana, me cepillé, me afeité, me bañé, realicé lo que uno hace en ese lugar, no me intereso su presencia, es insignificante; un perro tiene más cerebro. Al abrir la puerta, alcanzó a escabullirse.
En la noche, cenábamos y yo la vi pasar, transitaba impetuosa como de costumbre. La ignoré, por instantes me desatendí de ella, hasta que la maldita aterrizó, asquerosa, justo… ¡en mi sopa!
Una pequeña venganza femenina por haber estado encerrada. Historia sencilla y directa, no exenta de ironía. Mucha suerte.
Me gustó tu muy breve cuento, me imaginé lo que estaba sucediendo palabra por palabra. Te felicito, yo las he padecido también y muchas veces me llegan a exasperar.
Este relato me redime esta noche aturullada, ¡Lo he entendido a la primera ! y me he reido releyendo un buen rato.La trampa está en » Espero estampillar su humanidad»… pobre insecto.
Moisés, enhorabuena y suerte:))