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254- Recuerda. Por Alfred Hitchcock

–     Y éste pequeñajo, ¿sabes quién es?

Álvaro señala con el índice a un niño de unos cuatro años que aparece en la fotografía en blanco y negro que sostiene entre sus dedos. Es muy antigua, con los bordes amarillos cuarteados por el tiempo. Está ligeramente desenfocada pero aún así se aprecia con claridad a un chiquillo con el cabello alborotado que, ajeno a la cámara, ríe a carcajadas. Se agarra con sus dos manitas a la barra que sujeta a un caballo de madera preso en un carrusel.

–     ¿Lo conoces?

Paulina mira la imagen con ojos cansados. Se siente un poco aturdida y no le apetece seguir con ese juego. Alza la vista y pregunta:

–     ¿Qué hay para cenar?

Álvaro calla. Incapaz de mantener la mirada de la anciana, se levanta de la banqueta, deja el montón de fotos en la mesilla metálica del rincón y se dirige a la salida. A mitad de camino se detiene y  vuelve sobre sus pasos. Se agacha para besar la frente cuajada de arrugas de la mujer sentada sobre la cama. Sale de la habitación sin decir nada. Paulina se queda mirando la espalda un poco encorvada de aquel hombre a quien no conoce.

***

Pero, ¿cuándo ocurrió eso? ¿ayer? ¿o fue hace una semana? ¿Más de un mes? Paulina no lo recuerda con claridad, pero la imagen de la criatura de la fotografía ha vuelto a su memoria en este preciso momento porque, enfrente de ella, un niño con una bolsa gigante de palomitas la mira sin pestañear. A pocos metros, un pequeño tiovivo con cuatro caballitos de colores intenta atraer a los clientes con una música estridente que no cesa ni un segundo.

Está sentada en un banco junto a un pequeño jardín de plantas artificiales alrededor de un estanque, en donde un puñado de peces anaranjados nadan aburridos. Frota su muñeca sin parar. La pulsera que lleva le deja una marca rosácea en su pálida piel. Demasiado apretada. Se nota fatigada y un poco mareada por todo el ruido que hay alrededor, por el gentío que cruza de un sitio a otro dentro del enorme centro comercial. Lamenta no haber traído su muleta. Afortunadamente, en la entrada ha encontrado un carrito perdido de supermercado y lo utiliza como andador para desplazarse entre esa marea humana.

El niño no cesa de mirarla ni de comer palomitas. Tal vez quiere montar en la atracción, piensa  Paulina, así que busca en sus bolsillos una moneda, pero todo lo que halla es un par de caramelos de fresa que tiende hacia el pequeño con mano trémula. El chico adelanta su mano para alcanzarlos.

–     ¡David! ¿Qué te he dicho muchas veces? No tienes que coger nada de extraños. Deja de molestar.

Una mujer de mediana edad acaba de aparecer y arrastra por el brazo al crío, alejándolo de allí mientras le reprende. La anciana se queda con el brazo extendido. Los caramelos se deslizan entre sus dedos y caen al suelo.

Frota de nuevo su muñeca hinchada para intentar aliviar el dolor, pero es inútil. Se levanta con dificultad y, apoyándose en el carrito, camina sin rumbo esquivando a la multitud que parece ir contracorriente. Sin saber cómo, se encuentra frente al escaparate de una joyería en donde se muestran en perfecto orden, sobre un paño dorado, una tentadora colección de relojes, brazaletes,  colgantes, pendientes, collares y anillos.

Pasa al interior, se acerca a la dependienta y le tiende la mano. Ésta la observa desde la atalaya de sus tacones, con su maquillaje perfecto y la blusa desabotonada justo hasta donde los clientes exigentes desean. Transcurre apenas un segundo. El tiempo necesario para que su sonrisa artificial delineada en rojo se trunque en una mueca de desconcierto.

–     Me aprieta mucho esta pulsera. Me hace daño. No puedo quitármela.

Y la dependienta no sabe muy bien qué hacer ni qué decir. Su discurso, repetido docenas de veces, sobre la prohibición de entrar con carritos en la joyería ha quedado ahogado en su garganta. Sin darse cuenta,  se encuentra sujetando de forma blanda la muñeca de Paulina, mirando su pulsera, alzando los ojos para encontrarse con la cara de la anciana que, ahora sí, muestra una sonrisa inocente que hace que las bolsas que se forman bajo sus párpados se  marquen aún más. Tartamudea, musita unas palabras que no tienen sentido. Desea soltar esa mano arrugada y repleta de manchas oscuras que tiembla entre las suyas y, al mismo tiempo, no se atreve a hacerlo porque le parece tan frágil que piensa que si lo hace golpeará sobre el mostrador y se quebrará. Acierta finalmente a llamar a don Matías, el propietario de la joyería, quien acude solícito desde la trastienda, enfundado en un traje planchado de forma impecable y mostrando la más seductora de sus sonrisas. Sabe que si la dependienta le requiere es porque hay un cliente importante que necesita de su atención personal y …  Pero no. Aquella mujer no es un cliente importante. La delata su vestido estampado de manga corta pese a la época del año, sus zapatos desgastados y algo descoloridos, los calcetines grises por debajo de las rodillas, sus mechones cenicientos de cabello desordenados y la ausencia total de pintura en el rostro.

Incómodo ante la situación, bordea el mostrador y se acerca a Paulina quien lo mira embobada. Hace mucho tiempo que no ve a alguien tan apuesto y, no sabe muy bien el porqué, le recuerda a don Gregorio, un profesor que tuvo de geografía cuando estaba en la escuela primaria y del que se había enamorado, como el resto de sus compañeras. Era muy apuesto, muy tímido y nadie como él recitaba la letanía de los límites de España, las cordilleras y los afluentes de los ríos, por la derecha y por la izquierda. Paulina se deja llevar hasta la entrada de la tienda, apoyada en el brazo de don Matías, cojeando sin el carrito, incapaz de apartar los ojos del joyero, olvidándose del dolor en su muñeca.  Huele muy bien, del mismo modo que se imaginaba que olerían aquellos actores tan atractivos que veía en el cine cuando iba con… ¿cómo se llamaba? Lo tiene en la punta de la lengua, pero sólo alcanza a tener una visión borrosa de su rostro. Tan absorta está tratando de recordar que no se da cuenta del gesto que el joyero hace con la mano al vigilante jurado que está unos metros más allá, fuerte como un toro, imponente dentro de su traje marrón. Don Matías se siente liberado cuando ve alejarse a la anciana del brazo del guardia de seguridad camino de la salida.

Llegan al exterior justo en el mismo momento en el que dos hombres suben corriendo las escaleras que conduce a la puerta del centro comercial. Uno de ellos, un joven vestido de blanco con el pelo muy corto y una tarjeta de identificación en el pecho, aún jadeando, se dirige a la anciana:

–     Pero, Paulina ¡vaya susto que nos ha dado! ¿Cómo se la ha ocurrido salir usted sola sin avisar?

Conoce a ese joven. Claro, es quien la lleva de un sitio a otro por los pasillos empujando su silla de ruedas para evitar que se fatigue. El hombre que está junto a él tiene el semblante serio. ¿No es el mismo que durante muchas tardes ha estado mostrándole fotos? A Paulina le parece que ha llorado, o que está a punto de hacerlo, porque tiene los ojos enrojecidos y una ligerísima bolsa de agua flota sobre ellos. Un impulso la lleva a acercar su mano al rostro de aquél hombre y sus dedos rugosos dibujan el contorno de sus labios, trepan por su cara y acaban recogiendo una lágrima que, incapaz de contenerse, ha comenzado a descolgarse por la mejilla.

Y es entonces cuando se produce un pequeño milagro. Puede que sea el contacto de esa lágrima sobre sus dedos, o el cariño y la ternura que desprende esa forma de mirar, o tal vez sea un capricho del azar que viene oculto entre las suaves ráfagas de viento cargadas de un otoño tardío  ¿quién sabe? ¿acaso importa? Durante unos segundos las pupilas de Paulina se inundan de luz y su memoria despierta para traerle recuerdos del pasado. Hay un niño. Es muy parecido al hombre que tiene enfrente, con los mismos rasgos y la misma sonrisa de tunante; un chiquillo que grita alborozado a lomos de un caballo azul con crines doradas que sube y baja mientras gira en un carrusel repleto de luces. Ella le saluda agitando la mano cada vez que pasa y le dice que tenga cuidado, que se agarre fuerte. A su lado está su marido que, cámara en mano,  sigue las vueltas del tiovivo tratando de sacar alguna foto del pequeño. Álvaro. Sí, eso es. Ese es su nombre. El nombre de su esposo. El nombre de su hijo. El mismo que está grabado en el interior de la pulsera de eslabones de plata que cuelga de su muñeca. Y también está grabada una fecha. Treinta de septiembre de 1949. Un recuerdo encadena otro. Revive entonces el día en el qué, en una cafetería de la Gran Vía de Madrid, él se la regaló. Era lunes, está segura. Llovía. A través de los cristales del café, podían ver a la gente correr y arremolinarse bajo la marquesina de un cine al otro lado de la avenida. Un  cartel gigante mostraba a Ingrid Bergman abrazando a Gregory Peck y, bajo sus nombres, el título de la película: Recuerda.

–     Mamá, ¿te encuentras bien? ¿Sabes quién eres? Mira, lo pone aquí, en la pulsera: Pau-li-na.

La anciana mira la pulsera de plástico atada a su muñeca con su nombre grabado y el número de habitación. Quiere hablar, explicar, decir que. Pero de nuevo un denso velo cubre su memoria mientras comienza a tejerse dentro de ella una tela de araña en donde se quedan colgadas las imágenes que apenas unos segundos antes la han invadido. Busca nombres, lugares; tantea palabras que descarrilan antes de llegar a sus labios. Balbucea algo ininteligible antes de bajar la vista hacia el suelo y sólo acierta a decir:

–     Tengo frío.

Una fina lluvia ha comenzado a caer y pinta lunares grises en las baldosas. Como aquella tarde.

–     Vamos a …

 

93 Comentarios a “254- Recuerda. Por Alfred Hitchcock”

  1. Dies Irae dice:

    Vuelvo aquí a despedirme del autor de Recuerda. Ojalá Carlos hubiera sido en su aparición pública Alfred Hitchcock y dejado el disfraz de Hóskar arrugado en el suelo… Pero no, la mención es para Hóskar, y éste juega hasta el final su esquizofrénico pasatiempo con un maquiavélico e ingeniosísimo derroche cinéfilo-literario.

    Me gustaba mucho más tu Hitch, como es fácil suponer. El asociado a, para mí, uno de los mejores relatos concursantes; el de los comentarios y las respuestas amables; el que, con una sonrisa tan dulce como la de Álvaro, consideraba que algunos comentarios dejados en el concurso eran (exagerado, pero gratificante) «derramar talento». Lástima que Hóskar haya seguido siendo Hóskar hasta el final… Sí, me gustaba más Hitch, pero ahora ha desaparecido, y créeme, aunque poco te importe, que lo siento.

    No sé si te lo digo entre el sarcasmo y la mansedumbre. Te lo dice Cristina, que no ha andado muy escondida en el certamen. Sus antifaces (ni a máscara han llegado, y me duraron poco) de Condesa y Dies Irae son sólo el reflejo de sus pecados: la soberbia y la ira, de los que el sarcasmo podría ser un fruto podrido. De todos modos, hace falta ser más inteligente que yo para ser sarcástico (al menos, tanto como Hóskar). La mansedumbre será la que aconsejaba el protagonista del mayor best-seller de la historia, pero no veo la herencia. Será que tampoco lo hago demasiado bien, aunque me venga por aquí para echarte (allá va que va que va) la despedida:

    http://www.youtube.com/watch?v=6hmGst627ME

    Chau, Carlos. Fue un placer mientras fuiste Alfred Hitchcock.

  2. leforeverdelamari dice:

    Mi admirado Alfred.

    Vengo a este rincón apartado a dejarle algo que usted mismo dijo sobre el suspense.

    » Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Esto es el suspense.

    Otra…

    » Si es una película buena, el sonido podría irse y la audiencia todavía tendría una idea perfectamente clara de lo que pasa.»

    Ha sido buena, muy buena.

    Inteligencia y astucia.

    Gracias por el öscar, verdaderamente me lo merezco, pero no soy digna de que entre en mi casa, más una palabra suya, bastará para jajajaja ridiculizarme jajajajajaaj

    lamari y oleeeee

  3. Dies Irae dice:

    Voy acabando mi recorrido de felicitaciones, y cómo me duele que algunas no sean más festivas. Pero no paso de largo por tu hermosísimo retrato del alzheimer, por esta realidad cocinada a partes iguales con la dura verdad y la dulce ternura. Mi más sincera enhorabuena por tu escritura, Alfred. Me gustaría haberte visto entre los finalistas, y estaba segura de que estarías allí. Pero la realidad es terca y…

    ¿Nos veremos cuando lo publiques rodeado de otras magníficas historias? Ojalá sea así. Suerte en tu camino, nos vemos en los cuentos, en las pelis, en la vida.

  4. leforeverdelamari dice:

    _De acuerdo amigo, hablaremos tranquilos sobre esto.

    El relato quedó a media luz y las 400 butacas con el temblor esencial de Paulina.Las puertas se fueron cerrando sucesivamente , pero el último espectador regordete y barrigón, dejó la última entornada.

    Wilde dispara al alfredo con una del calibre de la Paramount

    _»Esto es lo que le pasa a los chicos malos?»

    Alfredo no contesta ,le mira de arriba abajo con ojos de linterna de acomodador y piensa que el de las bromas pesadas no es ese victoriano que tiene al lado peinado con la raya enmedio y que quiere invitarle a una copa. según su biografía es él, osea yo, osea el mejor de los directores de cine.

    __»No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo”

    Al Alfredo le hubiera gustado que en ese preciso momento, una bandada de pájaros, hubieran salido de su peli y se hubieran posado sobre su cabeza, pero ese tio también era muy bueno, tan bueno como él y no descartaba dirigirle uno de sus trabajos.

    «Hay algo más importante que la lógica:es la imaginación» y el «estilo de plagiarse a uno mismo»?…

    Señor Alfred, le nominaron infinitas veces, pero qué pena!! siendo el director de directores, ni un óscar como tal.Yo le nominé desde que vi ese fotograma donde Paulina ofrecía unos caramelillos a ese niño, hijo de una madre que la parió otra madre.Siento no verle en esa lista de » Los 15″.

    Perdóneme si juego a plumilla a medías, porque la mayoría son frases suyas y de ese Wilde..por cierto qué pinta el Rey de Suspense aquí? jejejeje

    lamari

  5. Hóskar-wild is back dice:

    Vamos, amigo. Ve apagando luces y cerrando puertas. Lo hiciste bien, nada que reprochar. Conozco un tugurio cerca de aquí en donde podemos sentarnos a tomar un buen whiski y a charlar en silencio. Yo pago, no te preocupes. Aquí ya no nos queda nada por hacer.

  6. Alfredo Hitchcock dice:

    Muchas gracias, amigo Juliki, por su voto. Muchas gracias también por su estupenda e infravalorada, hasta ahora, historia que merece un corto. Cuente conmigo para su realización.

  7. Juliki dice:

    Voto por este relato.

  8. Alfredo Hitchcock dice:

    Mi más sincero agradecimiento para E. Mendoza y Nairobi por creer que los pequeños milagros son aún posibles. Siempre lo serán, mientras haya personas que escriban historias y decidan abrirlas a los demás.

  9. E. Mendoza dice:

    voto por este relato

  10. Nairobi dice:

    Voto por este relato.

  11. Alfredo Hitchcock dice:

    Quería agaradeceros, Patagón y Jokerman, la visita por este minicine para ver esta película y el hecho de haber mostrado vuestra satisfacción en forma de votos. Muchas suerte en todo lo que os propongáis.

  12. Patagon dice:

    voto por este relato

  13. jokerman dice:

    Voto por este relato.

  14. Alfredo Hitchcock dice:

    Mi agradecimiento a las últimas personas que han pasado de nuevo por esta sala para ver las imágenes de Paulina y sus recuerdos escondidos en la niebla. Gracias Edgar (precioso pseudónimo) porque usted es mucho más que un aprendiz de escritor, gracias Ágatha por no llamarse Rosa, gracias Dies Irae por ir derramando su talento por los rincones de este canal. Abrazos para todos.

  15. Edgar Alan Bécquer dice:

    Voto por este relato

  16. Agatha dice:

    Voto por este relato.

  17. Dies Irae dice:

    Voto por este relato.

  18. Alfredo Hichtcock dice:

    De nuevo por este escenario para agradecer vuestra generosidad a la hora de repartir esos votos cuya cotización va en alza a medida que pasan los días. Gracias Pigmalión por su voto y por compartir el secreto envuelto en recuerdos de su personaje; gracias Biznaga por su voto y por esa ventana en forma de libro en blanco; gracias Charlot por su voto y por recordarnos que la lluvia siempre trae paisajes hermosos del pasado; gracias Camino a la cima por su voto y por todo el cariño que demuestra hacia esos pequeñuelos revoltosos. Cuídelos y recuerde que Hitchcock no morirá jamás mientras haya alguien, en alguna parte, que disfrute de sus películas.

  19. Charlot dice:

    Voto por este relato.

  20. biznaga dice:

    Voto por este relato

  21. Pigmalión dice:

    Voto por este relato.

  22. Voto por este relato.

    Sr. Alfred Hitchcock, me alegro de que haya Ud. resucitado para escribir este texto tan emotivo y cargado de detalles que me han hecho estar junto a Paulina en su «pequeña escapada».

    Mucha suerte en la final.

  23. Alfredo Hitchcock dice:

    Mi agradecimientoi por vuestros votos y vuestro tiempo, máxime cuando muchos de ellos vienen directamente de los finalistas. Eso os engrandece.
    Mucha suerte.

  24. Firmin dice:

    Voto por este relato

  25. Kothbiro (relato 221) dice:

    Voto por este relato.

  26. Voto por este relato

    Mucha suerte.

  27. Lovecraft dice:

    Voto por este relato

  28. El asesino de Morfeo dice:

    Voto por este relato.

  29. Alfredo Hitchcock dice:

    Admirada crítica Mari:
    Sólo quería agradecerle su regalo en forma de banda sonora de una de las mejores películas de todos los tiempos. También déjeme que le confiese que me ha descubierto y que soy, en efecto, el pequeño del carrusel. En realidad nunca he dejado de serlo, por más que el tiempo se empeñe en negármelo.
    Mis mejores deseos para usted

  30. leforeverdelamari dice:

    Y usted Alfredo creía que se iba a escapar de mi regalito?.Cree que no me he dado cuenta que usted vuelve hacer de las suyas, con esos » ameos» y no iba a aparecer en su relato?.Usted es el niño de las palomitas, ese horrendo personaje que en silencio jode como nadie al de la butaca de al lado sorbiendo la cocacola de garrafa y metiéndose a puñados esos maices reventados de pringe.Sí, ese niño barrigón que miraba a la pobre paulina como si fuera un ser de otro planeta porque la pobrecita salió con lo puesto y cuatro caramelos en sus bolsillos, por si le daba una hipoglucemía.Mira qué inocente!!! unos gramos de glucosa que quería compartir y que…

    Creía usted que porque me han quitado la paga de navidad no había comprado mi » polvo_rón»?, pues voy a dejarle uno en toda la sabana( sin acento) por haber despreciado el final de mi Ex_paco.Mozart se hubiera sentido «aut» si levanta la cabeza y viera que le hubieran recordado uno de sus temas magistrales ,por una película del «Zanahoría» y la Merril».Venga vamos con las » memorias»!!!Vámonos con el picú rodeado de leones y esa Karen contando cuentos chinos a su «piloto». jejejejej

    http://www.youtube.com/watch?v=8zFgRPwWPwk

    lamari

  31. Alfredo Hitchcok dice:

    Admirado Nuak:
    Agradezco el gentil comentario de alguien como tú que maneja con tanta habilidad las palabras y que construye historias tan fantásticas como la que nos has regalado en este Certamen. Muchas gracias y mucha suerte.

  32. Alfredo Hitchcok dice:

    Estimada Esther:
    Quiero darte las gracias por tu comentario y, por encima de todo, por tu tiempo. Puede que las palabras sean el puente que necesitamos para cruzar al otro lado, alejados de la rutina y las prisas. Muchas gracias

  33. nuak dice:

    bonito, emotivo, humano. Y, ante todo, creíble, sin ñoñerías y sin cargar las tintas. Todo en su justa medida: al punto.
    Enhorabuena

  34. Alfredo Hitchcock dice:

    Me alegra infinito, querido Elduc, que le guste la historia y que la vea como una película dentro de otra, a modo de un juego de muñecas rusas que siempre me fascinaron. Le quedo agradecido por sus palabras y por el tiempo invertido en acercarse a las mías.

  35. Alfredo Hitchcock dice:

    Querida Sylvia:
    Pocas cosas podrían alegrarme más que ver que ha estado usted paseando por estas páginas y se ha acercado a una historia que, me consta, le es muy familar. Mis mejores deseos para usted en todo lo que se proponga y, particularmente, en este nuevo camino que ha comenzado a recorrer.

  36. Alfredo Hitchcock dice:

    Querido Markos:
    Mi más sincero agradecimiento por el tiempo dedicado a la lectura, máxime cuando soy consciente de que tiene otras tareas más cercanas y prioritarias que merecen su atención.
    Un fuerte abrazo

  37. Alfredo Hitchcok dice:

    Queridísima Grace:
    Fantástica mujer, qué puedo decir…
    Un admirador

  38. Esther dice:

    Impresionante como el Alfred Hitchcock es capaz de llevarte por la historia, haciendote sentir en cada momento lo que sienten los personajes.
    Espectacular manejo de las emociones y los sentimientos.

  39. elduc dice:

    Alfredo tu historia parece una pelicula dentro de otra película, un poco nostálgica y a veces triste.Aunque no conozco el cine de ese tiempo porque yo soy del color, me he asomado a ver de qué iba la peli y creo que lo relacionas muy bien.

    Me gustó y digo suerte!!!

    Jesús elduc

  40. Sylvia dice:

    Impresionante historia que por suerte o desgracia conozco ya que trabajo a diario con personas con Alzheimer y es muy difícil ponerse en su lugar y escribir una historia desde ese punto de vista y sin ofender a nadie. Genial. Mucha suerte aunque, como ya te han dicho, no la necesitas.

  41. Markos dice:

    Simplemente emocionante, un relato que aunque sea breve te atrapa desde el primer párrafo, sinceramente me quedo con ganas de seguir leyendo mas.
    Lo ha leido mi novia y has conseguido que se emocione, le toca la historia desde cerca ya que un familiar suyo tiene principios de esta enfermedad y saber transmitir lo que tu has hecho es dificilisimo por lo que no me queda otra opción de darte mi mas sincera ENHORABUENA por este gran trabajo.
    Te deseo todo lo mejor porque te lo mereces.

    10 estrellas

  42. Grace Kelly dice:

    Fantástico relato, que puedo decir……

    Una admiradora.

  43. Alfredo Hitchcock dice:

    Permitidme, ‘Asesino de Morfeo’ y ‘Lovecraft’ que os agradezca que hayáis vuelto a visitar esta pequeña sala de cine. Nunca sobran las buenas palabras y los buenos deseos si son de corazón y si permiten a los que encadenamos palabras mantener a un nivel aceptable el depósito de la vanidad.
    Mucha suerte a ambos en todo lo que os propongáis.

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