Abril.
Ha dejado de llover. No es una buena noticia. Luce un sol espectacular y los charcos empiezan a menguar. Abril. Te llamaremos abril, como corresponde y en un suspiro, mientras vivimos entretenidos en un futuro aciago, se irá una vez más, como cada año, como siempre, dejando un reguero de planes inconclusos, muertos antes de empezar. Y se irá tra vez, sin hacer ruido, como cada vez que de soslayo aparece por mi casa y deja una esquirla suya que sirve para recordarme que una vez cruzado al otro lado del río ya no hay vuelta atrás. La corriente es demasiado fuerte y las fuerzas son escasas. Abril, te llamaremos abril, como corresponde. En el inicio de todo ya fue así y ahora, mientras aparto las sombras de un pasado que nunca fue, se cuelan los rayos de una primavera que espera que la vida crezca. Una primavera que ofrece promesas de un avance venturoso que se cae en cuanto uno escucha las noticias en la televisión. La guerra, la preguerra y la madre que lo parió todo. Desnudarse para arrojarse al río y abrirse camino, empujar con la ilusión de que la realidad es otra mientras ella, cruel e inmensa, te muerde los pies. Esperemos que vuelva la lluvia, aunque se lleve abril, como antes se llevó marzo. Esperemos no perder la cordura y ser capaces de proteger lo que de humanidad nos queda, incluso en lo particular. Esperemos que llueva y que sus migas, mis migas, conviertan este abril en algo distinto.
Anita Noire