Arde Bogotá en el Wizink Center.
VIRTUD Y CASTIGO
Carreteras secundarias que recorren espacios desérticos como animales sueltos por un desierto de plasma. Sonidos acelerados que las acompañan a un ritmo alto que funciona a modo de un rápido travelling en forma de película imaginada una y mil veces. Virtud y castigo en la concepción de una música y un grupo, Arde Bogotá, que representan como nadie lo que podríamos denominar el anti-rock nacional, pues ni su puesta en escena ni las vibraciones de sus canciones caminan por esa senda plagada de leyendas, éxitos, fracasos y golpes de efecto a lo largo de las últimas décadas en la música española (CASTIGO). Todo mejora cuando todo se pausa (como ocurrió en la segunda parte del concierto y, por tanto, VIRTUD), sería la otra versión más acertada de una banda que representa muy bien la efusividad de una botella de cava cuando se descorcha y, tras ese primer impulso mágico, sus burbujas yacen placenteras en una copa transparente y fría, aunque brillante. Esa sensación entre hielo y música, pasión y karaoke fue el sentimiento que se nos quedó tras un concierto preparado para confirmar que ahora mismo Arde Bogotá es la banda del momento (como en su día, por ejemplo, lo fueron Vetusta Morla, aunque a la banda de Cartagena todavía le queda un largo camino por recorrer para llegar a donde han conseguido arribar los de Tres Cantos).
La mal llamada música indie española, a día de hoy, es tan distinta a la de hace no tanto tiempo que, incluso las bandas que nacen tras la cortina protectora de una multinacional de la música, lo hacen sin la pátina de la virtud que se les presupone. Y ahí viene su castigo, porque tras un prometedor primer disco, La noche, la banda de Cartagena ha seguido creando canciones que en nada se despegaban de ese trabajo inicial (aunque haya un punto de madurez palpable en Cowboys de la A3, su segundo cedé), lo que redunda en sus conciertos, pues en ocasiones parece que estemos escuchando la misma canción una y otra vez sin apenas matices que las diferencien. Lo que de alguna forma también le ocurrió a Viva Suecia con sus dos primeros discos, lo que, sin embargo, han sabido rectificar con mucho acierto a posteriori, tal y como pudimos ver y comprobar en su directo en este mismo recinto a principios de año, en el que nos demostraron una madurez como banda digna de elogio. Un reto al que sin duda Arde Bogotá tendrá que enfrentarse en su tercer larga duración y que, tras haber escuchado sus temas, «Torre Picasso» y «Flores de venganza», parece que con muy buen acierto van a rematar el camino de la excelencia. En este sentido, la región de Murcia está de enhorabuena, pues tras grupos como Los últimos bañistas, Second, Newman, o Alondra Bentley, la nueva camada de bandas como Noise Box, Viva Suecia o los propios Arde Bogotá, nos hablan de la buena salud de la que gozan en ese parte del territorio español.
Tras las canciones y letras de amor y derrota, espacios en blanco, palabras y diálogos inconclusos o enmudecidos, lució como nadie la escenografía elegida para el evento. Un escenario dividido en dos plantas y un sol naciente detrás, que se convertía en espejo o en la imagen de unas rosas blancas. Un escenario en cuya planta baja se erigía una gran pantalla tras el grupo de la que salían imágenes de sus vídeos y de un público entregado a la causa, lo que ayudaba de una forma muy potente a subir el entusiasmo de sus canciones al envolverlas de unas potentes imágenes. Imágenes esenciales en la sociedad en la que vivimos, pues de ellas se retroalimentarán nuestros recuerdos. Partes y conceptos de una puesta en escena que la engrandecieron con mucho acierto. Tras esa fuerza escénica la voz de Antonio García se resintió en varias fases del concierto, lo que sin duda es la muestra palpable de la larga gira que el grupo está llevando a cabo. A lo que cabría añadir una cierta falta de conexión con el público por mucho que diera saltos a lo largo del escenario, lo que, sin embargo, solventó por las diversas y sinceras muestra de agradecimiento que hizo tras alguna de las canciones —a pesar de que no se le entendiera muy bien en diversas fases de sus discursos—, lo que le sirvieron para fundirse con sus fans que, eso sí, disfrutaron a rabiar con el grupo a lo largo de las dos horas que duró el concierto. Un show que tuvo momentos memorables como, por ejemplo, cuando tocaron el tema «Exoplaneta» y el Wizink Center se llenó de múltiples carteles al inicio de la canción que, más adelante, se transformaron en móviles con la linterna encendida convirtiendo al recinto en un cielo iluminado por múltiples estrellas; o como cuando interpretaron «Virtud y castigo», que acabó con un prolongado oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, tras el cual retomaron de nuevo el tema. Momentos únicos y memorables para la multitud de seguidores que llenaron el Wizink y que acabaron con sus entradas en apenas quince minutos un año antes, tras su paso por La Riviera de Madrid, y que tuvieron relámpagos de esplendor cuando sonaron temas como «Salvación: «Tiene que haber una salida […] Tiene que haber una salida para tanto dolor», o «Los perros».
Arde Bogotá en el Wizink Center de Madrid: Virtud y castigo, como lema de una banda que, a buen seguro, nos hará disfrutar con sus nuevas canciones en un futuro no muy lejano.
Ángel Silvelo Gabriel