Escape de gas en la cocina de los derechos humanos.
¡Huele a gas! La muerte dulce, y silente de las democracias ya está aquí, a través de la espita abierta de la “Realpolitik”.
La geopolítica mundial está en plena erupción por la decisión unilateral del sátrapa psicópata de Putin, y su desastrosa invasión de Ucrania. En menos de tres meses el tablero del mundo se tambalea, y España intenta agarrarse a la pata del taburete como un pollo sin cabeza, intentamos seguir el nuevo orden mundial establecido por los EE. UU, y como no, a pies juntillas, y sin vergüenza, aunque a algunos aún nos produce la misma vergüenza tanto propia como ajena.
¿Hacía falta tanto arrope recibiendo al Emir de Qatar? Es decir, ante la miopía europea durante un par de décadas respecto al autócrata del Kremlin, que ya había asomado la patita más de una vez, cabe recordar Grozny o Alepo entre otras matanzas del régimen ruso, ¿es la solución echarnos ahora en brazos de otro dictador? que, con mano de hierro gobierna un país sin ningún respeto a los derechos civiles en general, y de las mujeres y otros colectivos en particular, que él mismo se paseó entre la vomitiva pompa y boato por las instituciones españolas con la casa real a la cabeza exhibiendo un paso atrás a una de sus mujeres.
¿Qué opina el gobierno de los derechos pisoteados, perseguidos y encarcelados de la comunidad LGTBI en el Emirato? y ¿De los derechos laborales inexistentes de los trabajadores del Emir del petrodólar?
Edulcoraron hasta el límite del vómito el paladar del déspota, y hasta tuvieron que fletar un par de furgonetas para que se pudiera llevar la ingente cantidad de medallas, llaves, y estampitas de San Pancracio, con las que le agasajaron. Visto lo visto, poco optimismo debe tener el pueblo saharaui.
Lo que nos ha quedado claro después de este baño de almíbar, es que nuestros principios, nuestra democracia, nuestros valores tienen un precio, son 4500 millones de euros, y unas palmaditas occidentales en la espalda que nos anestesian al estilo berlanguiano más puro.
Jordi Rosiñol Lorenzo.