Además de por el Camino de Santiago, de por Lepanto, de por Quevedo (que equivale él solo a una Literatura), de por Velázquez, de por Blas de Leza, de por el padre Suárez y de por todos los asuntos mayores que ustedes quieran añadir a esta lista, España es un país de primera división por una multitud de detalles aparentemente menores que suelen quedar al margen de los manuales de Historia, por más que resulten esenciales para el progreso moral y el bienestar material de la humanidad. Por ejemplo, en España se inventó la fregona, un artilugio que nos permite recoger los repitajos de las letrinas sin perder el bipedismo ni la subsecuente Dignidad propias de nuestra especie. También somos los creadores del escabeche, que es un procedimiento de conserva económico, fácil, saludable y feliz. ¡Y qué decir de la siesta! Una práctica que se nombra en el mundo entero con el vocablo español, porque ha sido en España donde esta costumbre ha adquirido rango de virtud, a la misma altura que la perseverancia, la dieta rica en fibra, o el Temor de Dios. Y, desde luego, nuestro país es una potencia mundial a la hora de crear humor inteligente. La novela picaresca, por ejemplo, es un encofrado narrativo genuinamente español que ha sabido emplear el humor como mecanismo de ficción que favorece nuestra capacidad moral de interesarnos e implicarnos en la vida de los otros. Otro tanto ocurre con el esperpento, ese género teatral tan ibérico como el jamón de pata negra, cuya máxima expresión es don Ramón María del Valle-Inclán, un autor que consiguió tensar las fronteras de la Poética establecidas por Aristóteles al insertar el humor en la tragedia y convertirlo en mecanismo fundamental de la catarsis, de la purificación de las malas pasiones que experimenta el espectador de la ficción teatral cuando ríe y llora a la vez y por lo mismo,al reconocer como propias las penas, las alegrías, los desafueros y los absurdos de los personajes y las acciones que desfilan por la escena.
Miguel Noguera es el último representante de esa adorable tradición celtibérica que utiliza el humor como fuente de conocimiento y de eticidad. No es que Noguera resulte edificante; antes al contrario, sus creaciones tienen mucho más que ver con el vitriolo que con el agua bendita. Uno no sale de un libro de Noguera en ansias de amor viva por el Papa Peronista o por Payasos Sin Fronteras, con todos mis respetos hacia las fronteras. Las ideícas (porque chistes no son) de Noguera muestran que basta con torcer un ápice la disposición de lo cotidiano para que el universo se nos escurra de las manos y se nos clave en el pie, y ya sólo por eso conviene que nos lo tomemos éticamente muy en serio. Así las cosas, decir que resulta gracioso abusar de los juegos del lenguaje, porque lo que le gusta a Noguera es cosquillearnos las neuronas con las hojas de afeitar de un humor adictivo y de pico esquina; un humor que nos convierte en gourmets del vacío y de la sombra.
Dicen por ahí que este Miguel Noguera es el humorista favorito de nuestra bien amada Reina Letizia, y no es de extrañar, porque su Majestad es en sí misma la metáfora viva de una cuchilla de afeitar, portadora de una corona que nadie ha visto y reina de un país que sestea a la sombra de un himno vacío.
En todo caso, les invito a leer algo de Noguera, porque las esquinas son lugares desde los que se aprende mucho de la vida, y el trato con la sombra educa el gusto y atempera las pasiones. Salvo que sean del Papa Peronista, claro, en cuyo caso más vale que no abran este libro, ni casi ningún otro.
Francisco Giménez Gracia
Artículo publicado en el diario «La Opinión» de Murcia, el día 9 de abril de 2016
Mire Francisco, que me da a mí que los del Papa Peronista después de leer esta reseña se lanzan, más ávidos que otros, a leer a Noguera.
Gran aguijonazo en este texto; agudeza y derroche en cada frase.
Una propuesta imposible de omitir.
Un abrazo.