Tras los tonos pastel elegidos para la foto de portada y su innegable plasticidad, siquiera rota por un tic nervioso en la forma en que se coge los dedos de la mano la modelo de la portada, se esconde una historia llena de incertidumbre, una historia perturbadora que no te deja indiferente. A resaltar, sin duda, la maestría y perfección del revelador primer capítulo, donde Murakami despliega su poder creativo con grandes dosis de fabulador, mostrándolo todo, sin darnos cuenta del alcance de sus palabras, sino sólo al final de la historia (recomiendo volver a leer este primer capítulo una vez acabada la lectura de la novela para llegar a captar el carácter perturbador del mismo).
Tokio Blues (excelente título y plástica combinación de palabras, que nos pueden sugerir un sinfin de historias) es una novela de tipo iniciática, como también lo son: «A este lado del paraíso» de Fitzgerald, y algo más madura en cuanto a la edad los protagonistas, «El cielo protector» de Paul Bowles. No es baladí que el copyright de la misma sea del año 1987, cuando Murakami contaba con 28 años.
En esta ocasión, un joven estudiante (Watanabe) llega a Tokio a finales de los años sesenta para iniciar sus estudios universitarios. Lejos de su familia, iniciará ese viaje iniciático que representa la primera juventud que, más allá de la importancia del marco histórico en el que se desarrolla la acción (al que el protagonista presta poca atención), incide en ese viaje interior que los protagonistas emprenden en busca de sí mismos y de la felicidad. Watanabe los buscará fuera de las clases de la universidad, y se cobijará bajo la literatura y sus experiencias con las mujeres, compensando los encuentros sexuales fortuitos de una noche, con el intento de búsqueda de lo que él considera auténtico a través de los tres personajes femeninos de la novela. Así, con Naoko buscará sus raíces y la pureza del verdadero amor. Midori le brindara la inestabilidad y la locura pasional y Reiko será la experiencia. Expresado así, parecen tres personajes tipo femeninos, pero el truco y la grandeza de la novela está, una vez más, en la sencillez de la acción, de los diálogos, de la resolución de las situaciones. Lo que no concuerda con las declaraciones del autor, en las escasas entrevistas que concede (sobre todo vía internet), donde expresa sin tapujos, que esta novela era sólo un mero ensayo, en el que él, no pretendía exponer muchas de las grandes cuestiones que los críticos y los lectores se plantean.
En Tokio Blues, los personajes también pasan al otro lado, pero lo hacen de una forma más natural si cabe, aunque lo hagan a través del suicidio, porque aquí se trata de un viaje que tiene su retorno en la huella que los personajes dejan en las personas a las que han abandonado a este otro lado.
Como no podía ser de otra manera, en el universo que nos crea Murakami la música es muy importante, y en esta novela nos obsequia con todo un elenco de música de jazz y de música pop, lo que le llevó a titular la misma como Norwegian Wood, canción de los Beatles que no está elegida al azar, y que se encuentra en el primer Lp de este universal grupo inglés que supuso una ruptura con las frescas y desenfadadas canciones de sus primeros años.
Sí, Tokio Blues encierra en sí misma un planteamiento nada original, pero la experiencia vital de los personajes nos impregna de grandes dosis de existencialismo, y está magistralmente narrada.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel