Haya paz. Por Ana M.ª Tomás

Haya paz

«Haya paz» es una expresión que se usa con cierta frivolidad intentando poner orden entre personas que discuten. Sin embargo, la palabra y el deseo de paz es lo que gira de manera primordial entre las cinco grandes religiones universales: cristianos, judíos, musulmanes, hinduistas y budistas. Todas ellas contienen mensajes de paz que establecen importantes aportaciones para la convivencia pacífica entre los hombres, aunque muchos de esos hombres interpreten como les salga de los tegumentos  la «ejecución» de esa paz.

Últimamente escuchar los telediarios, leer el periódico, salir cada día a la vida… nos convierte en víctimas de francotiradores de la ira, la violencia, la rabia acopiada y resucitada de rencores supuestamente sepultados… «Soy antifascista porque mi abuela está enterrada en una cuneta» fue la razón que dio uno de los energúmenos para haber pateado a una chica como si esa joven acabara de echar la última palada de tierra a su abuela o como si en esa triste memoria histórica sólo hubiese habido asesinatos injustos por uno de los bandos. Escalofriante es lo menos que se puede decir de esa agresión cobarde y canalla. Y yo me pregunto si es lícito, si nuestros hijos merecen heredar los odios nuestros, las incapacidades más ostensibles que tenemos como personas y como padres… ¿Quién podría imaginar, hace tan sólo unos pocos años, que los profesores, los maestros –pilares en las vidas de tantos hombres y mujeres– tuvieran miedo de ir a las aulas, de enfrentarse a unos críos convertidos en matones pincharruedas, dignos hijos de quienes tienen el cuajo de escribirle a la maestra de su hijo: «Prepárate cuando salgas hoy de clase porque te vamos a cortar el cuello»? Nenes que «no necesitan sardinas para beber agua» y que van haciendo sus pinitos con sus propios compañeros, con desvalidos indigentes, con indefensos minusválidos psíquicos hasta llegar a ser unos perfectos sicarios que negocien con la vida y la virginidad de niñas paupérrimas, mujeres con anhelo de salir de la miseria o de quienes se les pongan a tiro de escopeta o de bolsillo.

Qué huecas pueden sonar ante tanta calamidad las palabras «haya paz» aunque ese sea el deseo mayoritario en los corazones y, sin embargo, qué necesarias para no dejar las riendas a la desesperanza.

Decía Gandhi, a la hora de buscar la fórmula perfecta para llegar a la paz, que no había caminos para la paz, que era la propia paz el único camino. Pero lo cierto es que se lo ponen muy difícil a los chicos que son acosados en los centros escolares; a los profesores a los que amedrentan o agreden; a los jóvenes que apalean sólo porque muestren en sus cuerpos insignias de ideología diferente; a quienes quieren vivir en paz sin meterse con nadie pero no les dejan por un sinnúmero de sinrazones. La paz es el camino, sí; pero, hace unos días, un chico que intentó poner paz entre unos atacantes y sus atacados, sin tener nada que ver con ninguno, terminó con una pierna rota a palos. ¿Va a ser ese el precio de «sugerir», que no de imponer, la paz?

Quiero pensar en una de esas frases que te envían por internet y que, a veces, quien la envió no tiene ni idea del inmenso favor que acaba de hacerte. Decía: «Si la Vida te da mil razones para llorar, dale a la Vida mil y una razón para sonreír». Y sí, es verdad que pocas cosas hay más desmoralizadoras que escuchar las noticias llenas de corrupción, de sinvergüenzas, de asesinos, y de imbéciles malos, que son los peores; pero también se cuelan entre tanta perversidad imágenes maravillosas de jóvenes que sacrifican sus horas de sueño en repartir comida, café caliente y mantas entre los sintecho; la de tantos religiosos y monjas que entregan sus vidas en el servicio a los demás en lugares peligrosísimos; la de médicos que dedican sus vacaciones a montar improvisados hospitales en el culo del mundo y salvar vidas; las de investigadores que trabajan en dotar al ser humano de piel humana artificial, ¡milagro para los quemados!; otros que se esfuerzan en lograr curar enfermedades incurables… Aunque para incurable…  sería muy de agradecer que dedicaran algún esfuerzo a ver la forma de neutralizar ese gen maldito que lleva el Hombre de resentimiento aletargado dispuesto a eclosionar a la primera de cambio.

«No hay camino para la paz, la paz es el camino». Igual hay que hacer un rap para que nos lo creamos y lo interioricemos. Parece ser que el de El Langui de «Se buscan valientes» para luchar contra el bullying está teniendo éxito. ¡Bendito sea Dios! Por lo visto aquí somos más de canciones que de educación. Pero si funciona…

 

 

 

 

 

 

Ana M.ª Tomás

Blog de la autora

 


 

Un comentario:

  1. Yo también soy de la opinión de que la educación es la base de todo, y que queda mucho camino. Hay una ira (contenida y sin contener) que asusta. En todas partes. No digamos en las redes sociales. Y, por supuesto, en los centros educativos, que es, precisamente, donde debería trazarse ese camino de la paz.
    Quedémonos con esos otros (que también son muchos) humanos que pueden estar orgullosos de serlo.
    Un gran abrazo.

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