Una novela más, ¿quizá la última?, de la autora rusa. Así, al menos, nos lo han dejado entrever cada vez que amanecía en las estanterías de las librerías una nueva publicación de Némirovsky. La novedad o excusa, esta vez, es que nos la publicitan como la primera obra que escribió, y que se publicó por capítulos en la revista Les Oeuvres Libres en 1926, antes de su publicación en formato de novela en 1930, justo un año después de que viera la luz David Golder, la obra que la lanzara a la fama, y por ende, acaparase la atención de todo el mundo literario de principios del siglo XX. Sin la necesidad de prestar más atención sobre las circunstancias ajenas a la publicación de El malentendido; una vez leída, lo primero que cabe decir de la misma es que las entrañas del cuerpo creativo de la escritora ucraniana ya están presentes en esta novela, donde una vez más, se repiten las tensiones tanto internas como externas que mueven a sus personajes, y así, la imposibilidad del amor, la decadencia y resentimiento de las clases sociales acomodadas y la nostalgia por la vida perdida, se dan la mano en el transcurso de una historia que se refugia en primera instancia en el brillo veraniego de la localidad vasca de Hendaya, donde la plenitud del verano es el acomodo imprescindible para los mejores reflejos del amor. Un hedonismo que, en un momento dado se transforma, cuando al final de la etapa estival los protagonistas se trasladan a un majestuoso París que, al poco tiempo, sólo les ofrece el brillo desgastado del amor, pues la incompatibilidad de horarios y las necesidades afectivas de uno y otro se muestran contrarias y condenadas al fracaso.
Némirovsky escribió El malentendido al poco tiempo de terminar sus estudios universitarios en La Sorbona, pero este dato, no es un correoso contratiempo contra la estructura y desenlace de la novela, pues el estilo y la disección certera de los sentimientos y angustias del ser humano ya están perfectamente delineados en sus líneas. Yves, el protagonista masculino de esta historia, tras la finalización de La Gran Guerra se verá abocado a tener que trabajar para poder subsistir, dejando sólo en su recuerdo los tiempos de esplendor de su familia y de gloria en el ejército. Esta nueva necesidad vital exenta del hedonismo heredado, transformará su carácter, hasta convertirlo en taciturno. La maestría de la escritora, en esta ocasión, es la plasmación de ese cambio que, logrará reflejarlo, no en el desamor al que le llevará la voluptuosidad amorosa de su rica amante, sino en el rencor de sus recuerdos teñidos por un orgullo herido. Esa búsqueda de uno mismo fuera de los límites de la pasión, será una nueva seña de identidad que Némirovsky moldeará de nuevo en mucho de sus personajes. Y hasta tal punto lo hará que, buscar hacia fuera en vez de hacia adentro, será una de sus señas de identidad a la hora de afrontar el estudio del ser humano.
La huida hacia afuera de Yves, será taponada por Denise, una bella mujer, joven y rica, cuya única ocupación es ella misma. Sin embargo, su inexperiencia en el amor y en asuntos terrenales (su vida ha transcurrido protegida por una hermosa urna de cristal), la hacen muy voluble ante la intensidad de un sentimiento que nunca antes había conocido. Su necesidad de amor no tiene límites, y ante esa infinitud pasional, no encuentra una respuesta adecuada en su experimentado amante. Yves, está más interesado en buscar de nuevo su antiguo esplendor, pero esa, es una esperanza que día a día la presencia y forma de ser de la propia Denise le revela (sin decírselo), que nunca más volverá, salvo si cabe en lo pequeños destellos que ella misma le pueda proporcionar. De ahí, que él opte por ir soltando la cuerda de un amor que no es el suyo… hasta que todo cambia en un sutil malentendido que, por su escasa consistencia, quizá sea el talón de Aquiles de la novela. No obstante, el destino, el azar y las casualidades presentes en nuestras vidas, se dan la mano sin el menor sonrojo para dar sentido a una historia que ya contiene los grandes elementos narrativos de Némirovsky, una gran cirujana del alma humana.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel