Desgastamos con el uso, ya lo dije, las palabras. Pero cuando se dicen con hondura, cuando salen de muy adentro, vuelven a recobrar la fuerza con la que debieron ser dichas, la primera vez que se dijeron.
Veo el Fin al final del libro. Acabo de recorrer entre los brazos y la esperanza de un abuelo una bella historia, la bella historia jamás contada, una historia que solo me ha enseñado el tobillo, pero que se intuye al terminar. La historia de las palabras y los cuentos. La historia de una niña que pierde las ganas de vivir, y que al perder esas ganas de vivir la someten a todo tipo de pruebas para salvarla, y a la que solo salvará la historia más bella jamás contada. Y en la búsqueda de esa historia su abuelo encuentra lo que quería decirle, por encima de la vida la historia más bella no está escrita en ningún libro, ni es tampoco un cuento. La historia más bella es la vida misma. Y encontrar eso cuesta, aunque uno lo intuya. Y la muerte tampoco es el final, es un principio. Y el dinero tampoco nos da la vida. La vida nos la dan las palabras, porque nombrar, decir y contar es mucho más que leer. Quienes tengan hijos me entenderán a la primera y quienes no los tienen sólo tienen que recordar esas historias gastadas que nos contaban de niños a la luz del hogar o arropados por las mantas en invierno. Historias que sabíamos, mal leídas quizá, pero que nos transportan a otro tiempo, a nuestro tiempo de felicidad extrema, cuando llorábamos por no tener un chupachús pero que fueron nuestros tiempos felices. La historia más bella es una triste y bella historia. Y lo mejor es la evolución de un abuelo desesperado, ver como cambia como empieza a darse cuenta que la vida no es acumular dinero sino acumular historias. Nuestras historias, las que vivimos, las que sentimos, las que se nos pegan a la piel. Las que nos contamos en las noches oscuras, las que nos cuentan en páginas que leemos. Porque leer es vivir en las páginas de libros las historias de otros, es sentir en nuestros ojos historias que otros nos cuentan. Son cuentos de hadas o de demonios pero vivimos en las palabras que nos brindan desconocidos, que conocemos a partir de leerlos. Uno pasea un libro bajo el brazo y lleva dentro lo que otro le cuenta, y en este caso lleva un libro que habla de narrar vidas, vidas de gentes no triunfadoras mendigadas por un triunfador. Historias anónimas que son capaces de salvar una vida, porque la vida es para vivirla y necesitamos que nos cuenten otras vidas a veces para vivir la nuestra o para que nos den un toque en el alma y darnos cuenta que no la estamos viviendo. Contar, leer también es vivir aunque no lo crean. Por eso me ha encantado «La historia más bella», por eso la he leído con una lágrima al borde de los ojos y la he acabado con una gran sonrisa de satisfacción, igual ustedes quieren probar. Sólo han de buscarla y dejar que penetre en ustedes con el dulce recuerdo de la infancia.
Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección «Brisne Entre Libros«
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