Las dos caras de la horda. Por Antonio Pérez Henares

Las dos caras de la horda

 

Quienes vejan la memoria de Bimba Bosé o jalean a la turba cobarde de Murcia son parte, una de las dos caras, de la misma horda negra y rabiosa, envuelta en el color que sea, que infecta con su odio a la sociedad española.

Porque, aunque ellos, los autores, cómplices y palmeros de unos y otros, se crean, cada uno en su fanatismo, ser lo opueston son en realidad, en lo fundamental y humano, lo más parecido, lo mismo. Idénticos en su rabia, en su resentimiento, en su pretendida verdad absoluta, en su desprecio a los derechos y libertades ajenas y en su resultante: agresión, coacción y violencia.

El odio se está desparramando de manera insensata por España. Hay responsables muy directos y políticos de ellos. Son quienes volvieron a apelar a la víscera y a la revancha para sacar réditos electorales, para dividirnos de nuevo en «buenos» y «malos», en «gente» con derechos o sabandijas exterminables sin categoría de personas. Lo digo en el 40 aniversario de los asesinatos de Atocha y en recuerdo de aquellos quienes pusieron la reconciliación, la libertad y la democracia por encima de todo. Y consiguieron su objetivo, la devolución de la soberanía al pueblo y una Constitución de todos, aunque algunos hoy los llamen, con desprecio infame, el Régimen del 78. Una de esas caras de la moneda de la horda, me da igual su color, que pretende destruir la convivencia y para ello ahora busca de inicio socavar sus cimientos.

Los hechos de Murcia y los insultos a Bimba Bosé y a su familia, como en otro momento sucedió con la muerte de un torero o los deseos de que un niño afectado por el cáncer que quería serlo corriera la misma suerte son cada vez más el sarpullido de una enfermedad que corre camino de convertirse en una epidemia de las más graves y de las peores consecuencias. Los síntomas son cada vez más alarmantes y sus difusores campan a sus anchas, extendiendo el virus. Los medios de comunicación y los comunicadores tenemos y tendremos una grave responsabilidad en ello.

Su territorio, en el que se encuentran más a gusto, su mejor caldo de cultivo y donde en toda su vesania se destapan tal cual son con todo alborozo y zafiedad son las llamadas redes sociales y en especial twitter, su cubil favorito, donde toda vileza tiene cabida y difusión, donde la fetidez impera y el insulto, la pedrada, la amenaza, son la moneda común. Bien puede decirse que desde luego hay millones de personas que utilizan ese medio ajenas a todo ello; pero que también es un hecho que no existe un solo trastornado, un solo fanático, uno solo de estos odiadotes rabiosos que no esté en ella. Ni uno solo que no la utilice. Y lo grave, que puede acceder y utilizarla sin identificación alguna, sin que la red la pida en absoluto y sin que se responsabilice de lo que a través suyo se vierta, precisamente por esa impunidad y ese anonimato alentado y consentido. Algo que se debería comenzar a estudiar a fondo y sobre lo que tomar medidas. Porque eso no es libertad de nada sino violación sistemática de los derechos humanos de quienes son atacados utilizando esa herramienta.

 

 

 

 

Antonio Pérez Henares

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