Lope contra Cervantes, Quevedo contra Góngora. Por Santiago Tracón

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Suele la envidia y la vanidad enturbiar la relación entre los escritores. Con frecuencia generan odios y enfrentamientos absurdos cargados de violencia verbal. Antes y ahora.

Entre los cuatro grandes de nuestro siglo de Oro fueron frecuentes las puyas e insultos. De ellos fue Cervantes siempre el más elegante, el más irónico y el menos dado a arrebatos emocionales. Quevedo es el más soez y mordaz, Lope el más vanidoso y Góngora el más ingenioso y altivo.

Hay un aspecto de estas disputas que ahora quiero destacar: las alusiones al origen judío de Cervantes y Góngora, algo que Lope y Quevedo utilizan como insulto. Hay que tener en cuenta que estamos en la época de mayor influencia de los conversos, nietos de judíos, después de la gran limpieza de 1492.

Lope y Cervantes fueron amigos durante años, pero llegó un momento en que Cervantes no soportó la vanidad y la actitud presuntuosa de Lope (llegó a colocar 17 torres en su escudo), además de su condición de «familiar» del Santo Oficio. Se burló de él en el prólogo del Quijote, entre otros escritos, pero también le dirigió alabanzas sinceras. Lope, en cambio, fue bastante insolente con él. En una carta de 1604 dirigida a un médico de Toledo escribió hablando de los poetas: «Ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a don Quijote». Es curioso, porque entonces aún no estaba publicado el Quijote, así que debió de conocerlo por alguna copia manuscrita que circuló antes de su publicación. Lope le dirigió un soneto, que le mandó por correo «contra-reembolso», y Cervantes lamentó luego el haber tenido que pagar un real por recogerlo. En este soneto le llama a Cervantes «puerco en pie». Es un insulto que alude a su condición de «marrano» o converso. Los tercetos son así:

¡Honra a Lope, potrilla, o guay de ti! que es sol, y si se enoja lloverá; y este tu don Quijote baladí de culo en culo por el mundo va vendiendo especias y azafrán romí y al final en muladares parará. «Azafrán romí» también alude a su condición de bastardo o no puro. Lope ya había escrito una apología de la Inquisición en su obra de teatro El niño inocente de La Guardia, basado en un crimen ritual inventado que precipitó el antisemitismo en España antes del decreto de expulsión de los Reyes Católicos.

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Más procaz y agresivo fue Quevedo con Góngora. Siempre hace referencia a su condición de «manchado» o sucio, o sea, de origen judío: Son tan sucias de mirar las coplas que dais por ricas, que las dan en las boticas para hacer vomitar. Yo te untaré mis obras con tocino porque no me las muerdas, Gongorilla. ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía cosa que tu nariz aun no lo niega? Incluso después de muerto le dirigió estos versos en que vuelve a hacer referencia a su falta de limpieza de sangre: Hombre a quien la limpieza fue tan poca (no tocando a su cepa) que nunca, que yo sepa, se le cayó la mierda de la boca. Detrás de estos mezquinos insultos descubrimos el ambiente de desprecio y persecución a que fueron sometidos los conversos. Nada de extraño que trataran de ocultar su origen, como hizo el más grande todos ellos: Cervantes.

Santiago Tracón

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