Mi capitán Trueno. Por Ana M.ª Tomás

De niña, ayer mismo, mientras mis amigas se entusiasmaban con cuentos de princesas de toda la vida (que parece que ha tenido que venir la casa Disney para descubrírnoslas), yo devoraba tebeos del Capitán Trueno y soñaba, más que en ser rescatada por su heroica espada de las garras de algún villano, en poder vivir junto a él alguna de sus apasionantes aventuras. Crecí con la seguridad que proporciona saber que, pese a los tiranos de turno, siempre habrá hombres valientes capaces de hacer frente a sus propios miedos y arriesgar sus vidas para defender las de otros.

La existencia de héroes es siempre necesaria aunque tendamos equivocadamente a pensar que sólo son precisos mientras transitamos el territorio apache de la infancia. Es, precisamente, cuando nos vamos haciendo mayores cuando más necesitamos de la magia que emana de sus figuras.

Leonard Robinson, un estadounidense normal y corriente, empresario para más señas, decidió hace catorce años emular al superhéroe de cómic Batman. Como su trabajo le absorbía, como es lógico y normal, la mayor parte de las horas del día, decidió que, para ser Batman a tiempo completo, debía vender su empresa de limpieza. Eso hizo. Convirtió su negocio en dinerito contante y sonante y se agenció un disfraz del superhéroe junto con su «Batmóvil», un Lamborghini negro igualito que el usado por el mítico Bruce Wayne del cómic. Cuando su empeño y su dinero consiguieron hacerlo pasar por el hombre murciélago se dedicó a recorrer hospitales visitando a niños ingresados por graves enfermedades y regalando juguetes que él mismo compraba acompañado de su hijo, vestido también como Robin, el ayudante del superhéroe.

Durante catorce años, junto con su Lamborghini, se ha recorrido las carreteras visitando hospitales y regalando a niños, sin esperanza de llegar a adultos, la quimera de que un simple mortal puede lograr la victoria en combates extraordinarios con la muerte. Durante catorce años ha llevado la alegría de la presencia de un superhéroe que los niños podían tocar, un héroe lleno de generosidad que colmaba sus corazones de alegría, sus camas de juguetes y les hacía olvidar durante unas horas el dolor de vivir entre agujas y calmantes. Durante catorce años los más débiles entre los enfermos han experimentado, sin ser conscientes de ello, la empatía, la solidaridad, la bondad y la comprensión de un hombre que un buen día decidió, según él, dejar de vivir su vida para emular la de Batman.

Leonard Robinson "Batman"

Más de una vez lo paró la Policía pero, según parece, jamás le pusieron una multa. Hace apenas una semana, cuando volvía a las diez a la noche de visitar uno de los hospitales que solía frecuentar, su Batmóvil se paró en mitad de la autopista. Él bajó del automóvil e intentó apartarlo al arcén, pero no le dio tiempo: un coche venía a gran velocidad y lo lanzó contra el asfalto robándole no sólo la vida a él sino la ilusión de muchos niños que ya no volverán a ser visitados por su héroe.

Durante catorce años Leonard Robinson ha vivido el sueño de emular a un superhéroe y lo peor de todo es que ha muerto imaginado que lo ha logrado sin ser consciente de que no necesitaba enfundarse bajo el disfraz de ningún héroe ficticio porque él en sí mismo era uno de los más grandes.

De Leonard Robinson no hablará la mitología, ni los tebeos… Y es posible que su nombre se olvide con prontitud, pero para el mundo, para nosotros los hombres, los que sabiamente Píndaro distinguía de los dioses y de los héroes, saber que los superhéroes pueden escapar de la ficción y venir hasta nuestras vidas es muy consolador. Quién sabe si mañana mismo yo puedo tomarme un café con mi Capitán Trueno.

Ana M.ª Tomás

Blog de la autora

4 comentarios:

  1. Muy hermoso artículo homenaje, Ana María.

    Quizás la heroicidad en estos tiempo no esté en otra capacidad que en la de ser «humano».

    Gracias por reseñar la vida de este hombre y destacar su memoria.

    Saludos afectuosos.

  2. Conmovedor artículo. Gracias por contárnoslo y evitar que caiga en el olvido.

    Lo que es seguro es que vivió como un héroe y que su memoria forma parte de todos los niños (y de sus familias) a los que ayudó.

  3. Hola, Ana, hermoso artículo, estas lecturas son amenas y edificantes, hay que dar a conocer a estos héroes reales, los seres que logran llevar momentos de magia y felicidad a los niños que sufren. En lo personal, agradezco esta lectura y desde Rosario-Argentina, va un gran abrazo.
    Betty

  4. Los héroes anónimos existen, y son más de los que podemos llegar a imaginar. Benditos sean.
    Un gran abrazo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *