Mi semana con MARILYN: Las grietas visibles de un mito

Marilyn MonroeNorma Jean era la cara oculta de Marilyn Monroe, y donde las grietas que se escondían bajo el maquillaje de Hollywood, eran plenamente visibles. Norma Jean era una mujer que quería seguir siendo una niña. Esa era la desgracia del mito, la falta de una infancia y de una familia que la quisiera. Primero la abandonó su madre, luego las diferentes familias adoptivas, y cuando ya se hizo mayor, la abandonaron sus amantes o maridos, que nunca fueron capaces de convivir con la mujer que nada tenía que ver con el mito. Hollywood también la despojó de todo aquello que llevara asociado la cara oculta del mito, y la alejó todo lo posible de Norma Jean. La auténtica Marilyn, la verdadera actriz que siempre quiso ser, tuvo que buscar sus papeles dramáticos fuera de la todopoderosa industria del cine. Su lucha fue en vano, y como todos sabemos, acabó sucumbiendo sola, en su habitación, rodeada de lo único que era capaz de darle un poco de paz, los barbitúricos.

Mi semana con Marilyn intenta mostrarnos la cara sin maquillaje de Norma Jean, esos momentos lejos de los estudios de grabación o de los fans que no la dejaban vivir en paz. Esa persona que intenta huir del mito y que en su trayecto va dejando cada vez más grietas, pasadas y futuras, pues nuestro destino parece estar escrito en el aire; en ese aire que respiramos y que en muchas ocasiones nosotros solos nos encargamos de viciar hasta hacerlo irrespirable. Esa huida es la que se intenta retratar en la película de Simon Curtis, que nos narra el rodaje en Londres de la película “El príncipe y la corista”, y para la que se ha rodeado de un destacado reparto de actores ingleses que encabeza Kenneth Branagh en el papel de Sir Laurence Olivier. Lo primero que llama la atención de este biopic dramático es la rapidez visual y narrativa con la que el director nos sitúa en la trama, en donde nos deja claro desde un principio que estamos ante una película sobre Marilyn que no aborda ella, sino Colin Clark, aspirante a realizador que empieza en este film como tercer ayudante de dirección y que poco a poco logra intimidar con ella. Este planteamiento es una simple excusa, pues a medida que avanza la cinta, el joven Clark es abducido por ese lado más humano y tierno de Marilyn, empeñada una vez más en explotar esa necesidad de ser querida. La bisoñez de Clark en todas las facetas de la vida, hace posible ese encuentro inesperado bajo el signo de la inocencia de una Marilyn que necesita que la vean como Norma. Una circunstancia que tampoco consigue con su joven acompañante inglés que en ningún momento parece ser capaz de desterrar al mito por mucho que se acerque a una mujer demasiado marcada por los designios aciagos del destino.

Lo mejor de la cinta es la interpretación de Michelle Williams, que pesar de las críticas recibidas por su falta de parecido físico con la diva en los primeros planos, hace un profundo estudio de los gestos y movimientos de la rubia más universal, dotándole de grandes dosis de verosimilitud, y si no véanse las secuencias originales «El príncipe y la corista» en los números de baile o la escena del baño en el río, para darnos cuenta de lo interiorizado que la Williams tenía al personaje, lo que le ha proporcionado un buen número de nominaciones y premios por la interpretación de una mujer que dejó de serlo para convertirse en un mito.

 

Artículo de Ángel Silvelo Gabriel.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *